Empiezo a estar harto. Llevo cosa de un par de semanas viendo anuncios, escuchando por la radio, leyendo y siendo invadido por la Navidad. Que nadie se confunda, me gusta esa época, las luces, los adornos, Michael Bublé dándolo todo y haciendo que nos enamoremos de él un poco más…
Pero me toca las narices que sea una obligación y no una opción. La celebración o no de esas fiestas, que hace tiempo (mucho) se alejaron del ideal de una creencia de fe y pasó a ser totalmente un hecho de carácter social, es algo que debería ser una decisión totalmente personal. ¿Quiero ir a cenas y dar regalos? Lo hago. ¿No quiero ir a cenas y no me apetece regalar nada? Pues no lo hago. Y ya está, no pasa más. Ni lo uno es bueno, ni lo otro es malo. Son solamente dos posibilidades, y hay muchas más, se puede hacer un regalo a tu mejor amigo o cenar un día con tu novia, igual no hacer nada más o hacerlo todo y pasar de ir a ver el show que haya en El Corte Inglés (aunque si podéis ir a Cortilandia os molará, además de dar cierta nostalgia).
Conozco mucha gente que se junta en esos días pero no para festejar nada y menos todavía por obligación, sencillamente es un momento en el que tienen vacaciones y aprovechan para verse, podía ser en Semana Santa o en verano, pero coincide que es esos días. Sin más. También otros tantos que no hacen nada, simplemente pasean y ven tiendas, no se obligan a sentarse en la misma mesa y menos todavía a fingir algo que no es cierto. Solo lo hacen si quieren, y eso es maravilloso.
Y no pasa nada, de verdad. No se es raro por tener voluntad propia, tampoco eres una mala persona por que seas capaz de decidir por ti mismo si quieres o no quieres hacer algo. En cambio, lo que debería ser raro y malo es llevar a cabo una serie de actos solo por la presión familiar y social, únicamente por el motivo de “es que es así” sin más razonamiento. “Es que hay que juntarse”, o no, igual lo que hay que hacer es estar cada uno tranquilito en su casa viendo el último episodio de Doctor Who (el especial de Navidad, el último de Matt Smith y el primero de Peter Capaldi).
Por supuesto más de uno, y de dos, va a sorprenderse de esto y me intentará hacer que cambie de parecer. ¿De qué parecer? Si no he dicho nada a favor o en contra, ni siquiera de si yo haré o dejaré de hacer, únicamente he planteado que es una cuestión muy personal que cada uno debe decidir. Pero se ha llegado a tal punto, a tal obligación social y familiar, en el que indicar que todos somos capaces de tomar una sencilla decisión, ya conlleva que estás en contra y que no deseas celebrar las fiestas.
Igual no es eso, ¿no os parece? Igual únicamente es que cada uno ha de pensar qué quiere o no quiere, siempre que no haga daño intencionado a terceros (esto siempre, en cada acto que hagáis en vuestra vida). Y nadie, absolutamente nadie, debería hacer ningún tipo de presión, de chantaje emocional, o de tergiversación en favor de algo (y hay que reconocerlo) que hace demasiado tiempo que perdió su sentido.
¿Qué quiero por Navidad? Nada salvo una cosa, que cada uno de nosotros seamos libres para decidir y que todos los demás sean libres para decidir.
No es tanto, ¿verdad?
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¡¡¡Dios!!! ¡El año que viene pasao la Nochevieja en las canarias!
Yo hoy ceno solo. Y tan a gusto.
Pues ya somos dos.