Una de las mejores cosas que tienen los patos de Disney es que pueden vivir mil y una aventuras distintas, cambiar de época, de país, de todo y seguir siendo ellos. Eso mismo es Érase una vez el Oeste, una historia con los conocidos personajes creados, esto es así, por Carl Barks en la que los mismos viven, sienten y respiran esa época de leyendas que fue la conquista del Oeste de Estados Unidos. O puede llamarse sencillamente Western, término bien familiar gracias al cine y a las innumerables películas y series que se ambientan en tal época.
En estas páginas el tío Gilito McPato se convierte en Pepito McPatón, el primo Patoso en Pat Osso, Tarconi en Tarcónez, Rockerduck en Goldeduck y Donald… en Donald, el único que sigue conservando su nombre. Todos ellos son iguales pero diferentes, su esencia está ahí, sus relaciones, su forma de ser y , por supuesto, su humor que llena de gags y diversión un terreno bastante baldío que, al menos según enseñan estas páginas, era prácticamente un desierto.
Western… ¿o Spaguetti Western?
Los nombres detrás de estas páginas son pura delicia para los fans de los patos empezando por el guionista Guido Martina que es un creador totalmente unido a las historias de Disney en Italia, además de Guido Escala que se ocupa en gran medida de la parte gráfica de estas historias lo que da una sensación de continuidad al total, aunque en realidad todo sean pequeñas aventuras unitarias. Esto mismo permite que otros autores lleguen y pongan su granito de arena, dibujantes de la talla de Luciano Gatto y los más que grandes, y reconocidos, Romano Scarpa y Giovan Battista Carpi.
El Western fue un género cinematográfico muy exitoso y dejó grandísimos títulos como La diligencia y Centauros del desierto, pero curiosamente otros tantos títulos imprescindibles como Hasta que llegó su hora y El bueno, el feo y el malo llegaron desde fuera de Estados Unidos, en concreto desde Italia. Este país fue muy prolífico en lo que estos filmes se refiere con obras de todo tipo, incluyendo el convertir a Terence Hill en Lucky Luke, y no resulta extraño que este volumen se adentre en tal tema con maestría y habilidad, a fin de cuentas se juega en casa.
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