Frost, perrito de aventuras, en su nueva aventura: Los gargantúas del mañana

Frost, perrito de aventuras, en su nueva aventura: Los gargantúas del mañana

Frost, perrito de aventuras, está de vuelta con una nueva misión.

Sabala respira, coge aliento, prosigue -… ¿Qué ha pasado? Eso nos preguntamos, eso me pregunto. Ha habido un cambio, esta tierra no puede sostenernos, no a todos. Ahora la arena que era nuestro consuelo es solo un lugar triste y con pesar recordamos como hace poco todo era profundamente diferente. Pensamos en el vergel y rezamos a las estrellas para que lo traigan de vuelta, ellas hablan unas con otras y sabrán ayudarnos-.

Por un segundo no dice nada más. El silencio lo inunda todo, incluso parece que la hoguera ha dejado de crepitar, las estrellas no titilan, nada se oye ni siquiera para el aguzado oído del forastero que es tratado como un igual. Sabala se acerca a él, sus ojos sin vista le ven totalmente nítido y su corazón le señala con claridad el camino. La anciana se para delante y le extiende la mano, él la coge con cuidado y con gran respeto, el mismo que tiene para toda la tribu. Su tacto es como el de la madera curtida y agrietada pero a la vez resulta suave y reconfortable.

Sabala sonríe al sentir sus dedos aterciopelados, -Las estrellas hablan unas con otras y sabrán ayudarnos. Han mandado un mensajero, un héroe que recordaremos y al que dedicaremos nuestras canciones. Las plegarias que hemos lanzado al manto oscuro por muchas noches han sido atendidas. Tú eres nuestra ayuda, por eso estás aquí, tú eres nuestro destino, tú devolverás nuestro vergel-.

De nuevo silencio. Absoluto silencio. Tranquilidad. Calma. Nada se oye. Nada se mueve. El forastero que es tratado como un igual mira a la anciana, mira a la tribu, mira al fuego, a las estrellas. Se siente conmovido, acepta el amor y la confianza. Asiente con una sonrisa y con los ojos, unos ojos que muestran más, unos pequeños ojos marrones que anhelan la aventura y el desafío.

Abre la boca puesto que no puede contener la sonrisa que inunda su rostro, ríe por un momento y responde a la anciana, y a todos los demás. -Bueno… haré lo que pueda-.

La noche prosiguió según lo hacía siempre. Los más jóvenes bailaban, otros cuchicheaban, los veteranos aguardaban. Y el forastero que era tratado como un igual se alejó de ellos, se apartó del fuego y de sus historias. Se sentó solitario en una roca y miró al firmamento como otras tantas veces. Es cierto, las estrellas hablan, él lo sabía bien. Las había surcado infinidad de veces, eras sus compañeras en un solitario viaje lleno de aventuras. Pero el jamás se sentía solo, no mientras tuviera a las estrellas.

Fin del capítulo 1º, 3ª parte: Todo esto era un vergel. Esta historia continuará…

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