Conchita, la nube amiga de Frost, perrito de aventuras
Frost, perrito de aventuras, tiró un poco más, estaban el uno pegado al lado del otro, -Ahora, vas contarme qué está pasando. Quiero saber porqué tú y tus amigas nubes estáis de un lado para otro. Todo el día, tan deprisa, sin parar-
La nube que, por cierto, se llamaba Conchita, no tuvo problema en hacerlo. A fin de cuentas no estaba ocultando nada, más bien estaba huyendo.
-¿Huyendo? – preguntó Frost girando la cabeza y mirándola extrañado – ¿Huyendo de qué? –
Conchita le contó que este antes era un buen mundo para vivir, había una parte de desierto (en la que vivían los gusanos y los babuinos beduinos) y otra totalmente verde llena de ríos, plantas y diversión de todo tipo. Pero algo había cambiado que lo había alterado todo.
– Dos gargatúas- dijo.
-¿Dos gargantúas? – respondió, a la vez que preguntó, el intrépido perrito.
– Dos gigantes – dijo.
Frost resopló y puso los ojos en blanco – Sé lo que son los gargatúas, pero no entiendo a qué te refieres, ¿no estaban aquí antes?-
No, no lo estaban. Por lo visto hace un tiempo y sin que nadie supiera el cómo enormes moles aparecieron de la nada, dos gigantes que nunca habían estado allí. Y si meter en un ecosistema cualquier criatura ajena a él es un peligro imaginaos si lo hacéis con una taaaaaaannnnnn eeeeenooorrrrrmeeeee.
Estos dos seres empezaron a beberse los ríos y a comerse todas las frutas que encontraron. El mundo no los podía mantener pero ellos no parecían preocuparse por ello, seguían bebiendo y comiendo al mismo ritmo. Cada vez los ríos llevaban menos agua, los árboles frutales iban desapareciendo y el planeta se volvía cada vez más desértico.
– Las nubes quisimos ayudar así que íbamos lloviendo todo lo que podíamos, pero… ¡Nos cogían y se nos bebían- dijo con mucho miedo en su voz. – Así que decidimos huir, desde entonces no paramos. Si lo hacemos nos alcanzarán y beberán- Ese era su mayor temor.
Seguían dejando caer sus gotas cuando podían, siempre asegurándose de que no había gigantes cerca, así el mundo podría sobrevivir un día más, – Pero no podremos hacerlo siempre, cada vez quedamos menos de nosotras- Su voz de nube denostaba tristeza y pesar.
– Te voy a soltar – dijo Frost, perrito de aventuras, deshaciendo el nudo que la ataba, – y podrás irte pero antes tienes que decirme en qué dirección están esos gigantes. – Calló un momento – Y también debes buscar a la tribu de los beduinos, pide hablar con su matriarca y cuéntale esta historia – Pensó que quizá si ellos lo sabrían podrían contárselo a otros, igual así al menos el resto de la gente del planeta sabría que estaba pasando.
Por supuesto la nube lo hizo. Le indicó hacia dónde debía ir y se encaminó por el desierto para encontrarse con los babuinos.
El gusano quiso acompañar a Frost pero no le dejó, aunque intentó convencerle poniendo cara de pena – No, no puedes venir. Igual es peligro y sí, eres un enorme gusano desertil pero es mejor que vaya solo –
El gusano gruñó.
El perrito se acercó a él y le acarició la cabeza – No te preocupes, estoy seguro de que todo saldrá bien y recuerda, cuando todo esto termine te invitaré a una taza de chocolate – se corrigió a sí mismo – o más bien a un barril, dudo que una taza te sirva de mucho – le sonrió, le dio un abrazo y los dos partieron.
El gusano dejó tras de sí un agujero entre las dunas que rápidamente desapareció. Frost miró un segundo el sitio por el que se había ido, suspiró, se dio la vuelta y clavó la vista en la dirección que la nube, que una vez más hay que recordar que se llama Conchita.
No se oía nada, solo el viento pasar y los granos de arena chocar unos con otros. Y la aventura claro, Frost siempre podía oír a la aventura. No solo eso, también la escuchaba con atención.
Fin del capítulo 6º. De nuevo… el gusano. Esta historia continuará.
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