
Frost, perrito de aventuras. Créditos: Doc Pastor/docpastor.com-Amamos la Cultura Pop
Frost, el perrito de aventuras más intrépido, explorador, peludo, conocido, divertido, simpático y famoso de la galaxia estaba en su nave. Una nave que es más que eso, es su amigo. Se llama Duque, es inteligente, autoconsciente, un poco chinchón y un gran aliado. Se conocieron hace mucho, pero mucho, tiempo, y desde entonces se volvieron inseparables.
Sí, Frost, perrito de aventuras, tenía muchos amigos. Por ejemplo, el Doctor Gato, de quien no se puede asegurar que su nombre de pila no sea Doctor, un genial genio que es muy ingenioso; también está Navidoso, el alegre troll de la Navidad, que cada año ayuda a Papá Noel en su trabajo y lleva regalos por toda Villatroll. Eso sin olvidarnos de Marta, que es una marta (una especie de mofeta mezclada con una gata, pero que, además,g sabe hacer cookies), una amiga de cuando vivía en la Tierra y solo aventureaba el fin de semana.
Y más, tiene muchos más. Dragones, princesas, políticos, bibliotecarios, hechiceras… Uno no puede vivir mil y una aventuras por el tiempo y el espacio, y más allá, sin conocer gente de todo tipo. Pero de todos ellos, de todas estas personas, sin duda es con Duque con la que tiene mayor afinidad. Se quieren un montón, se respetan más y les gusta pasar mucho tiempo juntos. Eso está muy bien, ya que uno es un explorador y el otro, una nave de exploración.
Así que, como íbamos diciendo, Frost, estaba en su nave. Descansaba, algo que le gusta mucho pero que pocas veces puede hacer, mientras más allá y sin que él o Duque lo supieran pasaban cosas. ¿Y qué cosas eran? Algo muy feo, muy terrible, muy desgradable. Una discusión, una pelea, un enfrentamiento. No, peor todavía. Una guerra.
Una guerra sucedía entre los planetas Antion XJ—14 y Xenita Preve—23. Ambos en la constelación de Gueyeva H19, también conocida como la Galaxia del Pájaro Trilocal. Es llamada así por una vieja leyenda que habla sobre una enorme y majestuosa ave cósmica que era capaz de aparecer en tres lugares diferentes; y ahí estaba el problema.
Desde siempre las historias de Antion XJ—14 decían que el Pájaro Trilocal se forjó, o nació (todo depende de a quién preguntes), allí y que su magia es producto del Fuego Bástico que ellos crearon. O eso dicen sus leyendas.
Las canciones de Xenita Preve—23 planteaban un escenario bien distinto. Sucede que el Pájaro Trilocal apareció, o se materializó (todo depende de a quién consultes), allí y que su poder es resultado de las Mareas Rugiánticas que hay en el planeta. O eso se oye en sus melodías.
Dos ideas muy diferentes que aunque eran la misma tenían a los planetas enfrentados desde hacía años, siglos, milenios. Nadie parecía capaz de recordar desde hacía cuánto tiempo era así, solo que sucedía y que los otros estaban equivocados. Así que luchaban una y otra y otra vez, ambos bandos guerreban por el Pájaro Trilocal y este, si es que existía, no parecía tener nada que decir al respecto.

Tampoco Frost. O Duque. Al menos de momento. Pero no te impacientes, la aventura está a punto de comenzar.
En cambio los Cadetes Espaciales sí tenían algo por decir. Sabían de este enfrentamiento desde hacía mucho tiempo. Hace años el capitán Loki, uno de sus mejores y más inteligentes miembros, intentó pacificar el conflicto. Se reunió con ambas partes para conocer sus leyendas y sus canciones, para intentar llegar a una solución, pero cometió un error: se reunió primero con unos y después con otros y esto se entendió como un insulto por parte de los otros. No hubo nada que hacer.
Así que aunque el capitán Loki lo intentó no tuvo éxito. Una de las pocas, casi ninguna, veces que uno de sus planes no llegó a buen puerto. Pero con todo sigue siendo un miembro muy querido de los Cadetes Espaciales, donde sea que esté. Nadie lo sabe. Desapareció hace años en una misión.
Su sustituta, la Capitana Ali, también intentó poner fin a toda la batalla. Estudió con detenimiento las notas que había, sus culturas y toda la información que los Cadetes Espaciales tenían y llegó a una conclusión. Si el capitán Loki no había tenido éxito por reunirse con unos y después con otros ella se reuniría primero con otros y después con unos.
Lo que no pensó es que este movimiento, ingenioso y despierto como ella, tampoco funcionaría. En esta caso fueron los unos los que se sintieron insultados. Las negociaciones jamás llegaron a realizarse y esta es una de las pocas misiones que la Capitana Ali dejó sin resolver antes de abandonar el cuerpo para vivir una nueva vida sin unos, sin otros, sin pájaros cósmicos, sin problemas y sin jaleos espaciales.
Ahora mismo, en este instante, Frost y Duque están a punto de ver su descanso interrumpido. Desde fuera llega una potente señal que despierta a ambos. Una que es tan fuerte que ni Duque puede frenarla. Por lo general, sí puede hacerlo, pero los Cadetes Espaciales saben que es muy inteligente y que en ocasiones corta las llamadas antes de que lleguen, así que han fabricado un dispositivo especial. Aunque saben que solo podrán usarlo una vez y es esta.
—¡¡¡¡Auuuaahahhaaiaiaiaiaaa!! —gritan los dos al unísono por el susto.
—¡¿Qué pasa, Duque?!
—¡Es una llamada de los Cadetes Espaciales! No he podido cortarla.
Frost, perrito de aventuras suspira. No suele tener muchas oportunidades de descansar, pero sabe que cuando el Universo llama nadie puede decir que no. Aunque si en vez de llamar siempre con problemas y peticiones de auxilio lo hiciera alguna vez con una cama calentita, una almohada mullida y una taza de chocolate caliente no se iba a quejar. Al menos la taza de chocolate sí iba a tenerla, ya le llegaba el aroma hasta su gracioso hociquito que se movía alegre por el olorcillo.
—Pásala a la pantalla principal, responderé allí.
Sale de la sala de la siesta con su pijama de siesta y el cabello peinado al estilo siesta, es decir, despeluchado, camina por los pasillos de la nave mientras esta se ocupa de cambiarle, ponerle el uniforme que ha seleccionado y peinarle un poco. No solo eso, Duque se ha ocupado ya de tenerle una taza de chocolate caliente, bien espeso, y unas galletas de panceta, sus favoritas.
Coge una de cada sin llegar a sentarse en el sillón de mandos. Bebe un sorbo. Da un mordisco.
—Vale, en pantalla —pide a su amigo.
— Aquí va, perrito de aventuras.
La imagen titila por un momento hasta formarse del todo. Ahí están los Cadetes Espaciales, aunque no conoce a ninguno. Loki desapareció, Ali se marchó y el cabo Dexter se quedó en un planeta para cuidar a una niña huérfana. Hay varios de ellos, parecen algo nerviosos, dos están delante. Son dos gatos.
No dicen nada. Frost, perrito de aventuras, los mira y ellos no dicen nada. «Esto va a ir para largo» piensa para sus adentros.
Da otro mordisco. Traga.
—¿Sí? ¿En qué os podemos ayudar? Seguro que hay algún planeta en apuros ¿no?
Uno de los gatos da un golpe al otro.
—Sí, eso mismo —dice algo nerviosa—. Soy la teniente general Wendy y él es el brigadier Jonesy, puede llamarnos solo Teniente y Brigadier.
Frost asiente con cierto interés.
—Muy bien, Wendy. Hola, Jonesy. Denme el informe, por favor.
Sabe que quizá haya sonado brusco y no quiere, pero cuando le llaman a él es que hay personas en peligro y el peligro no espera por nadie. El tiempo es vital en cada misión. Le explican qué sucede, todo el problema de ambos planetas y del Pájaro Trilocal, de los enfrentamientos, de sus intentos de hablar y hacer que se entiendan, de los fracasos…
—Y eso es todo, señor Perrito de Aventuras —dice Jonesy.
—Con Frost basta.
—Claro. Eso es todo, señor Frost —responde Wendy.
Una risita se escapa de entre sus labios. Le sorprende tanto respeto por su parte; a fin de cuentas él no es un Cadete Espacial. Lo es de forma honorífica, pero nunca ha pertenecido de forma oficial al cuerpo. Más bien es un amigo que les salva de problemas de vez en cuando.
Se despiden y cortan la comunicación.
—Muy bien, Duque. Por favor, abre todos los documentos, prepara más galletas y vete poniendo rumbo a Villatroll —pide con amabilidad.
—¿A Villatroll? ¿Vas a pedir ayuda a Navidoso? ¿Pero no se trata de un conflicto eterno con un pájaro cósmico? —pregunta sin entender bien las intenciones de su amigo.
Este arruga el hociquito y sonríe con esa sonrisa pícara que le sale a veces.
—Sí, de hecho, si puedes avísale de que vamos para allá. En un rato te comentaré algo más, una idea para que se la comentes. Pero ahora déjame solo, tengo mucho material para leer de todo esto.
Frost fue escritor durante un tiempo y como buen escritor le encanta leer; y todo explorador debe leer mucho, así que eso juega a su favor.
Las siguientes horas pasan en tranquilidad. Duque va lo más deprisa que puede, sabe que el tiempo es importante. Frost no deja de repasar los informes, tiene una idea, es evidente. Y tiene esa sonrisa. Esa sonrisa pícara y un poco gamberra, esa que le sale sin que pueda evitarlo. Se le arruga un poco el hocico, entrecierra los ojos, los labios se le curvan. Es una sonrisa muy concreta. Es la sonrisa que aparece en su peluda cara cuando llama la aventura.
Y dentro, en sus pensamientos, entre la idea de pedir más galletas de panceta y pijamas calentitos se desliza otra de una forma muy poco sutil: «¡Salgamos a vivir aventuras!».
Las estrellas pasan rápidas al lado de la nave inteligente. Se deforman y parecen estelas de luz y color. Unas azules, otras rojas. Las hay amarillas y verdes. Incluso está ese color que no se ve en ningún planeta, nadie ha sabido describirlo nunca. Es el color que vino del espacio.
En menos tiempo de lo que podrías pensar llegan a Villatroll justo cuando Frost termina la última página de informe. Tiene claro qué debe hacer y cómo hacerlo. Aterrizan cerca, en un valle y allí está Navidoso, el alegre troll de la Navidad, esperándoles con cierta impaciencia. Lleva su saco y tiene pinta de estar un poco nervioso. Nunca le han gustado mucho las aventuras, pero ha vivido varias (y sabe que le quedan otras tantas por correr).
Duque abre la compuerta, Frost se acerca a la salida y saluda. Navidoso sube corriendo y le abraza.
—¡Frost! Mi querido amigo —dice con una alegría más que evidente.
—Hola, también me alegro de verte. —Una tosecilla metálica resuena.– Sí, y Duque también.
—He hecho lo que me pediste.
Saca del saco (en un saco o sacas o metes) un regalo. Es una caja envuelta en papel amarillo y cerrada con un lazo rojizo. O eso dice. Frost es daltónico y no distingue del todo bien los colores.
—
Entonces, ¿nos toca otra aventura?
—Pasa dentro y te lo cuento todo. Esta creo que va a ser de las fáciles, no habrá peligro. —Se encoge de hombros.– Al menos no mucho.
Esto tranquiliza, algo al menos, a Navidoso, quien según entra huele el aroma de chocolate caliente y galletas recién hechas. Un olor que alegra el corazón de cualquiera.
El viaje que tienen por delante no es muy largo, apenas una hora. Lo suficiente para que se pongan al día, rían, se abracen un par de veces más, hay que abrazar todo lo que se pueda, y para que Frost cuente todos los detalles de su plan a Navidoso, el alegre troll de la Navidad.
El perrito de aventuras ha citado a los líderes de los planetas Antion XJ—14 y Xenita Preve—23 en Épsilon Eridani 3, un lugar muy especial al que ninguno puede negarse a acudir. Ambos planetas dicen que en el suyo es donde surgió el Pájaro Trilocal, pero eso son leyendas, canciones, es puro folklore.
Poulí Tlieta Aulex, el auténtico nombre del Pájaro Trilocal, nació en Épsilon Eridani 3. Era un ave normal, todo apunta a que era un ruiseñor o un tordo, que voló más allá de las nubes, viajó hasta el infinito y se transformó en un ser cósmico. Así nació el Pájaro Trilocal. Frost lo sabe y los líderes de los planetas también, así que es el lugar en el que cita a los unos y a los otros o a los otros y a los unos.
Para evitar que haya problemas redacta el mismo mensaje y Duque se encarga de enviarlo en el momento exacto. No solo eso, con su gran cerebro computacional, uno de los mejores de toda la galaxia, impide que haya ningún retraso en el envío, aunque sea de milisegundos. Rompe sin problema la seguridad de ambos mundos, más bien la abre con tranquilidad, y hace que en todas las pantallas de los planetas aparezca el mensaje en el mismo momento.
Cuando llegan a Épsilon Eridani 3 Frost se ha puesto uno de sus uniformes de gala. Tiene una pequeña capa cruzada, un pantalón negro y una espada dentro de su funda. Casi parece un antiguo caballero de los del Rey Arturo y a él le encanta.
Llega a la sala elegida, una que está justo en el medio de ese mundo, en medio de una ciudad y allí, en la única mesa que hay, alargada y de preciosa madera barnizada, se sienta en el medio. Pone en la mesa el regalo y espera. Quedan unos minutos para la hora de la cita, sabe que nadie llegará tarde.
¡Y vaya llegada!
Gritos, ruido, palabras malsonantes de esas que nunca hay que decir y, en fin, toda una pelea que no han sabido dejar atrás. El intrépido can siente lástima por ellos,;estar siempre enfadado es una pérdida de tiempo y de eso va todo, de tiempo.
¿No te has dado cuenta de que el tiempo pasa rápido cuando te diviertes, pero despacio cuando te aburres? ¿Que se consume a toda velocidad cuando estás enfadado, pero que parece detenerse cuando estás con tu mejor amigo?
Frost no se mueve, no dice nada. Solo sonríe con amabilidad, y cierta picardía, en el centro de la sala. Deja que se enfaden, que se griten. Tampoco puede hacer nada y no está ahí para eso, no está ahí para detener una discusión; está ahí para terminar con una guerra eterna, con un conflicto interminable. Y si una guerra es fea, lo contrario es algo bonito y no hay nada más bonito que un regalo inesperado.
Pasa un rato hasta que se dan cuenta de que el perrito de aventuras no dice nada y tampoco se levanta de esa silla, una más grande que las demás, la presidencial. Así que se sientan a su lado resignados, con toda su cohorte detrás de ellos.
—Gracias a todos por venir. Sé que en el pasado mis amigos los capitanes Loki y Ali han intentado hablar con vosotros y resolver vuestras diferencias, sin éxito.
—¡No deberían haberlo hecho!
—¡Eso estuvo muy mal!
Dicen a la vez, así que lo que Frost oyó era más parecido a «Neso estuverían maverlo hechal». Curiosamente en Guaikanés, el idioma de los seres purpurínicos de Eskolea quiere decir «¡Hola! ¿Quieres un abrazo y una gominola?». Era la forma que tenía el Universo, que también puede hablar (aunque solo si sabes escuchar) de hacer ver al cánido que todo iba a salir bien.
—No os voy a decir cómo solucionar vuestros problemas, solo os he traído un regalo. Lo que hay dentro es vuestro. Solo tenéis que abrirlo.
Una nueva discusión. Frost, perrito de aventuras, contaba con ello.
—Tengo una idea. Poned cada uno la mano encima, yo desato el lazo y el primero que lo toque se lo queda.
La idea se acepta y así lo hacen. Ponen sus manos, en realidad, un ala y una garra, y, entonces, Frost quita el lazo con rapidez.
Este se desliza.
Cae el papel.
La caja se abre.
Y dentro hay…
¡NADA!
No hay nada dentro, pero antes de que los dos líderes puedan quejarse su ala y su garra se tocan al caer las dos sobre la mesa, encima de la caja vacía. Se miran para gruñirse y ahí, por primera vez en toda su vida, se ven. Se fijan en quién tienen delante: no es un enemigo es alguien igual que ellos. Se miran a los ojos y algo cambia. De pronto, se dan cuenta de que no saben nada, ni sus nombres.
—Os llamáis Jeska y Antuk. Tú eres la Primera Entre Iguales de Xenita Preve—23 y tú eres el Gran Guardián de Antion XJ—14. Y este regalo está vacío pero lleno. Lleno de tiempo y eso es lo que os doy.— Son las palabras de Frost, perrito de aventuras.
—¿Tiempo? Pero… nuestra guerra… —dicen a la vez.
Frost, perrito de aventuras, sonríe mientras niega con la cabeza.
—No os preocupéis de eso. Mi amigo Navidoso, el alegre troll de la Navidad, ha ido a vuestros planetas y con ayuda de Papá Noel ha congelado vuestras armas, desmantelado vuestros vehículos y los han convertido en juguetes.
Se remanga, activa su holorreloj y este se proyecta en el aire.
—Sí, ahora mismo deben de estar ya de regreso al Polo Norte y Villatroll. Los niños deben de estar despertándose y abriendo sus regalos.
Antuk y Jeska se quedaron perplejos. Estaban preparados para todo. Para luchar. Para discutir. Para enfrentarse. Pero no para esto; para esto no. Nadie les había enseñado nunca a estar listos para este momento.
—Ya no tenéis una guerra; ahora tenéis tiempo. Ese es mi regalo. Tiempo para que os conozcáis, para que juguéis, para que caminéis juntos, para que seáis todo lo diferentes que podáis y aprendáis los unos de los otros.
Tenían lágrimas en los ojos. Reían y lloraban al mismo tiempo. Se sentían ligeros como plumas, tan felices como un ángel, tan contentos como un colegial. No sabían qué hacer, no sabían qué decir. Pero Frost, perrito de aventuras, sí lo sabía.
—Feliz Navidad.
Duque, como él le había pedido, le transporta en ese momento. Sabe que debe dejarles para que se descubran y sabe que estarán bien. Es más, con el paso del tiempo sus canciones y sus leyendas cambiarán, hablarán de un Pájaro Trilocal maravilloso que los unió, que hizo que vieran más allá de sus diferencias, de cómo un visitante de otro mundo llegó con un regalo, el regalo del tiempo. Será un día de celebración y nadie, nadie volverá a luchar, a enfrentarse. La guerra eterna dejó de serlo, el conflicto interminable acabó.
No lo llamaban Navidad, para ellos era el Día del Tiempo Regalado o Timpe Daiyi, como lo conocerán las generaciones venideras. Da igual cómo se llame, cada persona, cada familia, cada mundo, cada planeta lo celebra de una forma. En Finaps dura meses, en Ploponia se sirven doce platos, en Ciagre se decoran veleros, en Aslitria van a la playa y en Xenita Preve—23 y Antion XJ—14 se regalan un día de tiempo para hacer lo que cada uno quiera.
Frost, perrito de aventuras, no hace informes o avisa del éxito de la misión; los Cadetes Espaciales ya están acostumbrados. Saben que serán ellos los que tengan que ocuparse de todo. Ali intentó que lo hiciera, pero nunca logró tener éxito y Loki…
—Te extraño mucho, Loki. Vaya aventuras vivimos —dice mientras mira por uno de los ventanales de Duque, ya cambiado de ropa y dejado atrás su uniforme de gala.
—Sí, sí que las vivimos ¿no? Todavía me duele la pierna derecha de aquella vez —dice una voz que llega desde detrás de él.
Frost se queda, por una vez, mudo. No sabe qué decir. Se gira y ahí está. Loki. El capitán Loki. El Cadete Espacial perdido. La leyenda. El héroe. Su amigo. Se abrazan en un abrazo largo, peludo e interminable como solo dos perrito podrían darse.

—¡Loki! ¡Eres tú! ¡Eres tú de verdad! —dice con una enorme alegría que le llena por completo.
Él se lleva un dedo a la boca en señal de silencio.
—Sí, pero no se lo puedes decir a los Cadetes Espaciales. No quiero volver y si me lo piden no sé si podría negarme.
Le explica que se perdió en una misión. Pasó días inconsciente y cuando despertó empezó una nueva vida. Una lejos de misiones, de problemas, una vida sencilla con la familia que le acogió.
—Ahora planto nabos —dice con orgullo.
—¿Nabos? ¿En serio? —pregunta Frost.
—Sí. Nabos cantarines, los mejores del mundo. Bueno, de mi mundo.
Frost no sabe si es una broma o no, le da igual. Solo está contento, está feliz, está con su amigo y eso es todo lo que importa.
Pero un momento… ¿Cómo ha vuelto Loki? ¿No estaba perdido? Sí, pero el Universo que habla si sabes escuchar también escucha si sabes hablar. Había escuchado a Frost, perrito de aventuras, así que habló a Papá Noel y a Navidoso, les hizo saber dónde estaba Loki y a Loki le hizo saber que su amigo le extrañaba tanto como él lo hacía.
Así que fueron a buscarle. Pero en un planeta de nabos cantarines no hay nada que vuele… ¡Vaya susto se llevaron los vecinos de Loki cuando dos trineos voladores aparecieron allí! Por suerte, todos conocían a Papá Noel y a Navidoso, el alegre troll de la Navidad, aunque para ellos eran Isä Kurisamu y Veselo Coledo, kan kusi de le Alasse.
Así que Loki se fue con ellos, mientras los elfos se ocupaban de congelar armas y desarmar tanques para hacer juguetes. Se escondió dentro de Duque a la espera de que llegara su amigo y es que, aunque solo sea en Navidad, todos merecemos tener un regalo. Puede ser tiempo, puede ser un abrazo, quizá ese plato que tanto nos gusta, igual un muñeco lleno de colores o un viejo amigo que vuelve a nuestra vida.
Las estrellas titilan, charlan, se ríen. Los planetas se mueven, bailan unos con otros. Las nubes corren y juegan. El universo esboza una sonrisa y habla sin hablar. Pero si escuchas, si escuchas con atención puede que le oigas susurrar, muy bajito, como solo el universo puede hacer, con una voz suave, dulce, que casi parece declamar como un poeta de antaño, y lo que oirías sería lo siguiente: «Y como dijo el pequeño Tim: “Que Dios nos bendiga a todos”».
FIN
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Escritor y periodista de amplia trayectoria (AQUÍ, Cinemascomics, Infonegocios…), especializado en Cultura Pop aunque también ha escrito de temáticas muy distintas como política y el mundo de los negocios. Creador del personaje infantil Frost, perrito de aventuras descrito por RTVE como «Un nuevo héroe para los niños». ISNI 0000 0004 4335 5012