Cuando hablamos de Marvel Comics hay dos nombres que siempre saltan a la palestra como sus grandes creadores: Stan Lee y Jack Kirby.
El primero de ellos es, sin atisbo de duda, el que más partido ha logrado sacar a todo ello. Se ha convertido en un icono, tiene un gran sueldo vitalicio y en parte ha logrado quitarse de encima la espinita que siempre tuvo de ser actor gracias a sus cameos en las películas que adaptan a los personajes de la antiguamente llamada Casa de las Ideas.
El segundo, en cambio, es un desconocido para muchos de los que hoy consumen estas mismas películas o series, a pesar de que fue ese incombustible motor que logró crear a muchos de los personajes según los conocemos hoy en día, insufló de vida nueva a un medio que todavía ni sabía que lo era, junto con su amigo y compañero Joe Simon ideó al Capitán América, los cómics románticos, dio a luz a Estela Plateada y era (usando una expresión del libro Marvel: la historia jamás contada) un “mulo de carga” capaz de dibujar más que nadie.
Durante años fue el ilustrador estrella de Marvel Comics, pero lo fue en una época en la que eso apenas significaba nada y todavía menos conllevaba un reconocimiento que se tradujera en dividendos. Entonces un día sucedió aquello que era inevitable, se marchó.
Dejó Marvel y se fue a la Distinguida Competencia, a DC. Allí parecía que iba a poder hacer realmente lo que quería, dar otro giro más a los cómics, crear sin límites y dar a una nueva generación un panteón propio. No fue del todo así, ya que le pidieron que al menos debía encargarse de una serie que ya estuviera publicándose y Jack Kirby escogió la protagonizada por Jimmy Olsen, el amigo de Superman. Cogió el producto y le dio la vuelta, empezó a desarrollar su propio universo, sus propias ideas, a fabricar mundos de la forma en que solo él sabe.
La titánica tarea se completó con otras tres series en las que podría decidir qué rumbo seguir, y de nuevo sorprendió a todos al presentar en estas cuatro series una historia unida por la presencia de fondo de un villano llamado Darkseid (posteriormente será habitual del universo DC), mientras los personajes protagonistas no parecían tener nada en común pero con un pasado que unía a todos ellos, el de ser dioses… Nuevos Dioses.
Así es. Jack Kirby no intentó crear un tebeo de superhéroes y de capas de colorines, llevó todo a un nivel superior, recuperando una idea que tuvo mientras trabajaba en Marvel Comics para hacer con Thor y sus allegados, aprovechando conceptos que ya había planteado entonces y su imaginación sin fin.
El resultado es lo que hoy conocemos como El Cuarto Mundo, que recientemente ECC Ediciones ha comenzado a lanzar en un atractivo formato de tapa dura, cronológicamente ordenado de tal forma que permite apreciar de primera mano el buen hacer del que por derecho propio se convirtió en el rey del cómic.
Desgraciadamente y aunque hoy en día la validez de esta obra esté fuera de duda entre los amantes del medio, no fue así en su momento. Las tramas se alargaron sin un rumbo fijo, se complicaban las historias y el afán de Kirby por dejar explotar su imaginativa mente no terminó de llegar a conquistar a los editores y tampoco a los lectores que buscaban algo más mundano y menos divino.
Quizá la mejor forma de cerrar estas letras (que no son más que una carta de amor) sea recordando la etapa de Supreme que guionizó Alan Moore y el momento en el que el sosias de Superman llega hasta un reino apartado del mundo, y entre las brumas que lo ocultan se topa con una Entidad que ha creado todo lo que está viendo, un ser que dice llamarse “El Rey”. Uno de los más bonitos y sentidos homenajes que jamas se han hecho a este autor.
El Cuarto Mundo es Jack Kirby en estado puro, es Jack Kirby desatado, es (simplemente) Jack Kirby.
Una mente muy creativa al igual la de Stan Lee , son inigualables en su genero … les hago una reverencia .
Siempre hay polémica en torno a Stan Lee y su aportación real, pero lo que es cierto es que ambos crearon algo que perdura.