Los dos protagonistas de El túnel de los deseos. Créditos: Movistar +.

Los dos protagonistas de El túnel de los deseos. Créditos: Movistar +.

El túnel de los deseos es una película ligera que trata temas profundos.

El tunel de los deseos es una preciosa coming-of-age que con acierto mezcla la vida cotidiana y la tragedia de esta con la fantasía y lo imposible. Todo gracias al talento combinado de Tomohisa Taguchi (Digimon Adventure: Last Evolution Kizuna) a los mandos y de Mei Hachimoku, quien firma la novela original en que se basa este anime (obra que, de forma previa, fue adaptada en manga bajo el nombre The Tunnel To Summer, The Exit of Goodbye).

Ambos sacan adelante una trama que si bien se toma su cierto tiempo para empezar a andar no se hace pesada en ningún momento y, por otro lado, es algo necesario que vaya con calma para poder presentar bien a los personajes, sus mundos y avatares, además de la amistad que va surgiendo entre ellos. Todo con un toque ligeramente onírico y casi poético que baña toda la producción desde el comienzo de la misma.

Los dos protagonistas

La historia presenta a Kaoru Tono y a Anzu Hanashiro, dos jóvenes estudiantes que, en apariencia y en primera instancia como suele suceder, no tienen nada en común. Pero como nos enseñó La extraña pareja las diferencias pueden ser solo superficiales y que en el fondo seamos más parecidos de lo que creemos. Así desde una frialdad inicial nace poco a poco una amistad real y sincera, movida en parte por una cierta curiosidad y necesidad.

Una relación que los dos anhelan, sin saberlo, por sus propias tragedias personales, de las que no se comentará nada por no hacer destripes innecesarios, a través de las cuales se habla de temas importantes como el duelo, el abandono, las familias disfuncionales y el valor de ser uno mismo. Lo que sí puede decirse es que son sus pérdidas las que hacen que el uno y el otro se abran de forma mutua. A fin de cuentas, citando al poeta John Donne, “Nadie es una isla, completo en sí mismo; cada hombre es un pedazo del continente, una parte de la tierra”.

La fantasía

La fantasía llega a través de una cueva, una puerta que da acceso a lo que bien podríamos llamar el túnel de los deseos. Un lugar cuya leyenda dice que el que entra dentro obtendrá lo que ansia pero al salir de allí envejecerá 100 años, algo que en parte recuerda a la fantasía irlandesa del héroe Oisín en la tierra de Tír na nÓg y su funesto final cuando vuelve al mundo humano.

Este sitio es el enclave principal del filme, sin él nada tendría sentido y no podría avanzar. El diseño es precioso, casi parece sacado de alguna tierra mágica como Ávalon o El país de Nunca Jamás, como un lugar eterno e inacabable en el que te adentras en un otoño bello y perpetuo y del que, quizá, nunca llegues a salir. Es lo que tienen los deseos, que hay que ir con cuidado al tenerlos no sea que estos se cumplan.

Una película para disfrutar

El túnel de los deseos es una película suave y ligera que, a pesar de ello, trata temas profundos y complejos. Se toma su tiempo, es tranquila y delicada, un filme para verse con calma y disfrutar del mismo mientras reflexionamos sobre nuestra vida, nuestras tragedias y el amor que nos rodea.

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