Es bien sabido que, de forma general, el mayor y mejor enemigo de un héroe de cómic siempre resulta ser alguien con el que tiene algún tipo de vínculo. Como ejemplo más claro tenemos al Doctor Muerte y Reed Richards, con una relación que ha evolucionado con el paso de los años pero que siempre tiene de fondo ese resquemor por su etapa universitaria. De igual forma en el caso de Spiderman se puede mentar al Duende Verde, o Norman Osborn. Padre del que fuera su mejor amigo, asesino de su novia y un genio del mal con una facilidad pasmosa para caer en la locura, además de lograr siempre volver de entre los muertos como si fuera el Joker (personaje con el que, en cierta manera, tiene más de un parecido).
Lógicamente para un número tan alto como el 850 este villano debía volver, solo que en esta ocasión lo hace para ayudar a Spiderman en su lucha contra un Comepecados más temible que nunca (y que adquiere los poderes de aquellos cuyas vida sesga). Sí, ambos unen sus fuerzas mostrando el gran equipo que habrían podido ser, el cómo sus vidas están entrelazadas y también lo que sienten el uno por el otro.
Solo que hablamos de Norman Osborn, uno de los malvados que más se ha usado (y abusado) en los últimos años, al punto de que sus apariciones e intentos de resultar aterrador se saldan igual que los de Ultrón, o incluso que los de los Daleks de Doctor Who. El robot resulta cansino y los exterminadores espaciales más entrañables que otra cosa, y en ambos casos (se incluye el del Duende Verde) predecibles.
Una trama titulada El regreso del Duende Verde debería haber tenido más enjundia, más si se tiene en cuenta el número especial que se supone es, y no ser tanto una aventura más que aunque funcional termina siendo lo mismo de siempre. Si esto ha sido por mandato editorial o decisión de los autores es algo que no se puede saber, pero es una lástima no haber sacado más partido a la idea.
Con todo no se puede negar que esta historia firmada por Nick Spencer, Humberto Ramos y Mark Bagley (imprescindibles nombres en la moderna mitología de Spiderman) resulta entretenida a la par que trepidante, en ocasiones con un ritmo que de forma personal me hace evocar a ¡El hijo del cazador! De J.M. DeMatteis (del que podéis leer una entrevista aquí), con una buena caracterización de ambos personajes y alguna sorpresa inesperada.