El primer volumen de C.O.W.L., del que se habló hace poco en docpastor.com, es una lectura estupenda y recomendable. Una fantástica historia de espías en la que se habla de política, de mentiras, de medias verdades, de equipos y de rupturas de estos. El trabajo de Kyle Higgings, Alec Siegel y Rod Reis es sobresaliente en todos los aspectos y más todavía en este segundo tomo.
Bajo el nombre de C.O.W.L.: El bien común sigue la historia justo tras los acontecimientos del recopilatorio anterior de Norma Editorial y las cartas presentadas entonces aquí se juegan en una partida en la que es complicado decir que hay ganadores. Las sombras lo impregnan todo y es una oscuridad más acuciada por el hecho de que lo único que quieren todos los implicados, o casi, es hacer el bien. Pero ya se sabe que el camino al infierno está empedrado de buenas intenciones, como dijo San Bernardo de Claraval (al menos así se lo atribuyó a este San Francisco de Sales).
Referencias cinematográficas
Las referencias cinematográficas y catódicas siguen bien presentes, al igual que el estilo y la moda de los años sesenta. En este caso se puede citar por encima de todos, por lo evidente que es, un personaje del que no llega a saberse el nombre, es llamado Padre pero queda la duda de si es un apelativo o un término biológico, que es un sosias total y absoluto del Nosferatu original. El que en 1922 interpretó Max Schreck bajo las órdenes de F.W. Murnau, película que en breve estrenará un remake.
Hay más, claro que los hay. Se pueden mentar dos a modo de ejemplo, la agente Evelyn de la policía que tiene un parecido más que razonable con la actriz Helen Mirren (personaje que es mucho más de lo que aparenta) o Camdem Hugh Stone, villano de la función que estaba ya presente en el anterior tomo y que recuerda no poco a Malcolm McDowell, entre otros tantos guiños y referencias por aquí y por allá.
Genialidad gráfica
Hay que recalar en el genio de los autores en su planteamiento gráfico, que ya era bueno en el tomo primero pero que alcanza aquí nuevas cotas gracias al villano llamado Doppler y sus poderes sónicos. El uso de estos de una manera visual aprovechando las opciones que proporcionan las viñetas y el mundo del cómic es algo muy ingenioso y llamativo, y es que como ya planteó en su momento el genio del cartoon Tex Avery hay que sacar todo el partido posible al medio (en su caso los dibujos animados) y hacer lo que no es posible en otros.
La trama va creciendo como un pozo, solo puede hacerlo hacia abajo, hacia un lugar todavía más profundo y húmedo. Los personajes caen por sus propias acciones, los hechos parecen ser inevitables y más que un cómic estamos ante unas preciosas y pulidas fichas de dominó que son derribadas una tras otra sin poder evitarlo.
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