El dibujante Alfonso López, fotografía proporcionada por él mismo

El dibujante Alfonso López, fotografía proporcionada por él mismo

Charlamos con el dibujante Alfonso López sobre su obra y el cómic en España.

Alfonso López es un veterano ilustrador y creador español con una carrera muy amplia a sus espaldas. En este medio se han publicado anteriormente críticas de sus trabajos Una tarde con Himmler y El solar, ahora ahondamos en todo ello charlando directamente con él.

Debido a lo extenso de la entrevista se ha dividido en dos partes. Esta es la primera.

Llevas muchos años en activo, ¿qué cambios has visto en la industria?

Pues varios y significativos… Cuando comencé a publicar, en 1970, ya habían desaparecido los cuadernillos apaisados de aventuras, tan populares en los años 40, 50 y hasta mediados de los 60. A esos los liquidó la televisión. Pero la industria de los tebeos, como entonces se conocían de forma genérica, aún resistiría hasta entrados los años 80. Me refiero a las grandes revistas del conocido como humor infantil o más acertadamente “para toda la familia”. Me refiero, claro, a TBO, Jaimito, Pulgarcito, DDT, Mortadelo y todas las extensiones de la madre Bruguera. Así pues, me tocó vivir el fin de la gran industria de posguerra y, lo que es más importante, el principio del fin del cómic como cultura de masas en este país.

Algo a lo que afectó la desaparición de Bruguera, ¿no es así?

Con la desaparición de Bruguera en 1986 se perdió la gran industria y con ella se perdió la oportunidad de que un público muy mayoritario evolucionase hacia otro tipo de publicaciones presuntamente más diversas y adultas. Claro que para eso la gran empresa hubiera tenido que preveerlo y rectificar su producción reiterativa y burocratizada. ¡Hay que vender más y más, lo que sea y como sea! Se dio cuenta, pero muy a última hora. Yo lo viví de cerca cuando me ofreció la dirección de una revista que “sirviera de puente entre los lectores adolescentes que estaban a punto de dejar de leer a Zipi y Zape  y pasarse al nuevo cómic para “adultos””. Sí, con todas las comillas… Le pusimos de nombre Más Madera!, pero ya era demasiado tarde… Otras grandes editoriales, especialmente las francobelgas sí supieron hacerlo a tiempo, Dupuis, Lombard, Dargaud…

Hubo otros cambios. Comenzada la década de los 70 y con la transición política que se avecinaba aparecieron nuevas publicaciones (y sus correspondientes editoriales) que se sustentaban mucho en la historieta. Eran las revistas satíricas de humor adulto o político como Barrabás, El Papus o El Jueves. En su mejor momento llegaron a tiradas semanales alrededor de los 200.000 ejemplares. Eso solo lo habían conseguido antes El CapitánTrueno, el TBO o Pulgarcito. Pasada la ilusión de la Transición la mayoría se fue con ella.

¿Y en los 80?

Los años 80 vieron el nacimiento de las revistas llamadas para adultos, generalmente con capítulos de continuará. Con la “apertura política” se ampliaron los horizontes. Las nuevas generaciones de autores españoles hicieron vivir una pequeña edad de oro a la historieta autóctona y conocimos a la mayoría de los mejores autores extranjeros. Pero atención, la historieta en España había dejado de ser un componente de la cultura popular mayoritaria para convertirse en el goce de unos aficionados a la literatura dibujada (hermosa definición de factura argentina). Las ventas mensuales difícilmente superaban los 40.000 ejemplares (caso de la revista El Víbora), los nuevos editores (Nueva Frontera, Toutain, Norma…) no disponían de los medios de la antigua gran industria y muchos lectores se perdieron por el camino. Alguien dijo que en dos o tres años en España se habían editado tantas historietas como en diez años en el resto de occidente. Había que aprovechar el “Bum”, hacer cada vez más títulos, llenar páginas, aunque la mayoría de las historias fueran mediocres. “¡Hay que vender más y más, lo que sea y como sea!”. En diez años la mayoría de las nuevas editoriales quebraron.

Otro nuevo corte en la industria del tebeo. Los lectores supervivientes se refugiaron en los álbumes y por fin, llegado el nuevo milenio, en la novela grafica (que es lo mismo que un cómic adulto pero con el formato de un libro…). En catalán tenemos un dicho muy adecuado para resumir la evolución de la historieta en España: “A cada bugada perdem un llençol”. Literalmente se traduce como que “A cada lavada perdemos una sabana”, pero lo que realmente significa es que con cada cambio perdemos algo, en este caso a cada interrupción perdemos lectores. Y ahora sí que la situación nos ha llevado la cultura autóctona a la UVI. Porque una vez producido el vacío en la oferta que antes cubrían las grandes editoriales, la demanda del tebeo popular fue cubierta por la producción japonesa y los superhéroes norteamericanos. ¡Volvía la grapa! Y volvía masivamente apoyada en las producciones televisivas y cinematográficas, avispadas editoriales como Planeta o Panini empezaron a editar manga y seres más o menos voladores por la mitad de precio de lo que costaría una producción de autores españoles. Lo he comentado ya en otras ocasiones: hoy solo el 10% de todo lo que se edita corresponde a autores del país.

¿Hoy la gente lee menos que antes?

En este país no es que el amor por la lectura, con o sin dibujitos, haya sido una pasión desenfrenada. Entrar en los porqués me llevaría a sumergirme en la triste historia cultural y educativa de España, dejando a las élites aparte. Cosa que no es el objetivo de esta entrevista. Así que sí, con honrosas excepciones que protagonizan algunos autores, la gente lee todavía menos que antes. Y eso vale para libros y como se llamen hoy los tebeos. En ambos sectores las tiradas son de pena, con ediciones de 750 a 1000 ejemplares, considerando que llegar a vender 5.000 ya casi es un best seller. El golpe de gracia lo dieron las pantallas. Hoy la comprensión lectora y la posibilidad de aguantar la lectura de más de dos folios está bajo mínimos entre los más jóvenes. Seguramente se considerará un efecto colateral del negocio.

¿Qué te motivó a hacerte dibujante?

Dos circunstancias. La primera es que en casa de mi familia había tebeos y revistas graficas. Desde el TBO, el DDT, hasta El Aventurero, con los clásicos americanos y pasando por La Codorniz. Primero mirar y después leer aquellos tesoros me impactó. Luego, el hecho de que tuviera una facilidad natural para el dibujo hizo el resto

De todos los años que llevas, ¿qué anécdota ha sido la más llamativa?

Hay varias. Más que anécdotas, yo diría experiencias. Quizás en primer lugar, a finales de la Dictadura, el crear un tebeo de barrio, la revista Butifarra! y hacer de dibujante/periodista, entrevistar a los vecinos y luego transformar sus reivindicaciones en historietas. Luego ser candidato a un consejo de guerra por una historieta publicada en la revista El Viejo Topo junto con el guionista Juanjo Sarto. A punto estuve del exilio, pero afortunadamente se redujo a un arresto domiciliario (¡y eso que ya estábamos en democracia…!). Y por último mis estancias de cooperación en América Latina con diferentes procesos de cambio radical. Haciendo lo que sé hacer, aplicar el dibujo y la narrativa en proyectos de educación, desarrollo, etc.

Fin de la primera parte de la entrevista.

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Portada de Una tarde con Himmler de Alfonso López, editado por La Cúpula
Portada de Una tarde con Himmler de Alfonso López, editado por La Cúpula

2 comentarios en «“Me tocó vivir el fin de la gran industria” – Alfonso López, dibujante»

  1. Estando de acuerdo en lo que dice este autor, no hay que olvidar la desaparición de la Editorial Valenciana , que con la de Bruguera fue un mazazo para el tebeo español.
    Eso y la nefasta política editorial de Ediciones B, que no confió demasiado en autores nuevos y malgastó papel, publicando a un Jan en estado terminal e irreversible de Iznogud , intentando sin éxito ser Carlos Gimenez en lugar de Carlos Gimenez . Además marginó a Raf y otros veteranos.
    Creo que fue una pena que Grijalbo editorial no tuviera más potencia, allí Ibañez, Raf y Escobar (por citar los 3 grandes de la última etapa de Bruguera con Vázquez aparte) hicieron cosas interesantes, que merecieron más.

    Una pena, espero con interés la segunda parte.

    1. Mis primeras firmas de “En tierra de demonios” fueron al lado de Alfonso y la verdad que escuchar todas sus anécdotas y vivencias fue algo maravilloso. Y su trabajo, en fin, es magnífico.

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