Agustín Comotto es un escritor e ilustrador de largo recorrido en cuyo haber hay obras de todo tipo, desde cómic (Nebrija, 155) a libros para adultos (La conquista de los polos, La muerte de Ivan Illich) e infantiles (El libro de encantamientos de la vieja Tarándula, El año de las jirafas). Su último título es el libro ilustrado Lenin, el hombre que cambió el mundo, un volumen que se intenta adentrar en la vida y circunstancias del conocido político y hacerlo alejándose de su imagen tópica e icónica.
Con motivo de esta publicación nos encontramos con él para saber más de la obra, de sus ideas y de toda su trayectoria.
(Debido a lo extenso de la entrevista se ha dividido en tres partes, esta es la primera).
Vamos directos al tema, ¿qué te lleva a hacer un libro sobre Lenin?
La excusa editorial es porque se cumplen 100 años de la muerte, año 1924 y 2024. En mi caso, aceptar quiere decir que entendía que podía decir cosas sobre un personaje bastante opaco de la historia al público del siglo XXI. Es decir, se sabe muchísimo de él por una imagen creada a partir de su muerte, creada de dos maneras diferentes. Por un lado, la imagen que crea su herencia, es decir, Stalin, que aplica una cosa novedosa que es el culto a la personalidad y crea una suerte como de efigie totalmente artificial de quién fue este personaje histórico para sus intereses y, sobre todo, para la permanencia del proyecto soviético.
Eso por un lado y por otro lado, la otra gran imagen que se crea de él es a partir de Churchill, que lo despreciaba profundamente. Lo acusaba de las grandes desgracias de Europa, especialmente después de la Segunda Guerra Mundial. Y que lo conoce en profundidad antes de la Revolución Rusa. Es decir, ya advierte que es un personaje fuera de serie y lo denosta. Entonces se crean como dos grandes líneas narrativas sobre Lenin hasta el día de hoy. ¿Por qué digo hasta el día de hoy?
Porque, digamos, de la misma manera que la derecha en general aplica el concepto de socialismo como si fueran terrorismo o el concepto Lenin como si fuera Hitler, digamos que la izquierda lo sigue adorando como si fuera una suerte de mesías laico. Entonces, claro, creo que es un personaje extraordinario y era una buena oportunidad también para pasar por un periodo histórico apasionante.
¿Y cómo has logrado el equilibro entre estas dos vertientes del mismo personaje?
El equilibrio creo que tiene que ver con en qué lugar me posiciono yo al respecto. Ni lo denosto ni lo halago. Soy profundamente crítico. Creo que su proyecto, lo que se llama socialismo de Estado o Estado comunista, no dejó de ser un proyecto que no tuvo las consecuencias que predicaba, de la misma manera que no tiene las consecuencias que predica el capitalismo. Es decir, son sistemas, desde mi modo de ver las cosas, muy, muy imperfectos y dan lugar para que yo pueda sentirme cómodo a la hora de hablar de una persona. Es decir, no le tengo ningún respeto desde lo que yo creo que podrían ser las cosas y tampoco le tengo ningún desprecio. Es decir, lo tomo como lo que es.
¿No temes que al tratar a esta figura, de tan marcado carácter político, de forma inevitable te vayan a caer, bueno, podemos decirlo, una somanta de palos?
Mira, sí, pero creo que el reto es interesante porque, entre otras cosas, me pueden caer palos desde la gente con la cual comulgo a la gente con la cual no comulgo, por igual. Y además me he sometido a cosas bastante particulares como, por ejemplo, un interés grande por parte del actual Partido Comunista Español, que son muy poca gente, la sección Madrid, de presentar el libro en su sede. Y lo hice a sabiendas que me iba a meter en un lugar en donde me iban a acusar de revisionista, pequeño burgués, criminal y poco más. Y quedé profundamente sorprendido por el respeto a un disidente.
Porque además tengo experiencia larga sobre cómo se comporta o cómo actúa un aparato como el Partido Comunista en relación a la disidencia, es decir, cómo te catalogan enseguida. Quedé profundamente sorprendido de la nueva heterodoxia interna, por lo menos conmigo. Es decir, tenía delante al secretario general del Partido Comunista que me dijo “Discrepo profundamente con tus palabras finales sobre una persona a la cual le he dedicado una parte de mi vida, pero aún así lo respeto”. Me parece una evolución por parte de una izquierda muy ortodoxa, histórica, española, como es el Partido Comunista Español, ¿no? Entonces, para mí es una satisfacción también eso. Sí, me denostarán. Me voy a encontrar en la feria de Madrid con algún facha que se me plante delante y que me diga que soy un comunista asqueroso, sin leer el libro o cosas por el estilo pero no me importa tampoco.
Ahora estás haciendo entrevistas, ¿no temes que se puedan manipular tus palabras? A mí ya me has dado algún titular llamativo.
Se ha hecho, se ha hecho y es un riesgo importante. Y por primera vez descubrí el poder que tienen los periodistas. Porque un periodista, digamos, tú le confías una charla que te estoy haciendo en donde, como cualquier político, también puedo equivocarme y podría intentar retractarme de algo que diga. Pero al margen de eso, un periodista decodifica lo que digo y si lo quita de contexto, es un arma temible. Me doy cuenta porque me ha pasado con la novela gráfica que he hecho hace poco, en donde han cambiado el orden las palabras y es profundamente ofensivo hacia determinadas personas.
Pero bueno, también entiendo que es parte del trabajo. Es decir, sin los periodistas, mi libro no es conocido, no es conocido para ninguno. Entonces tengo que confiar en él. Y me sorprende porque aquí doy vuelta la cosa y te voy a interpelar. Eres el tercer periodista, he hecho muchas entrevistas, y eres el tercer periodista que me pregunta sobre esto a propósito de Lenin, que fue un maestro de manipular la información pero también, y aquí viene la interpelación, ¿no se está interpelando el propio periodismo a sí mismo? En una época en donde las fake news es más importante que el oficio histórico que ustedes ejercen. Yo creo que va por ahí la cosa, Lenin en ese sentido tiene una vigencia extraordinaria.
En tu trayectoria tienes también infantil, adaptaciones de novelas clásicas y ahora Lenin, ¿cómo ha sido el salto?
A ver, si miramos la trayectoria narrativa que firmo, no que adapto a Verne, es decir, que escribo y dibujo, el primer libro que hago, que es una novela gráfica muy extensa, es un trabajo de mucha investigación sobre una figura histórica argentina, que es un ruso inmigrante a comienzos del siglo XX. Es un anarquista que mata al jefe de policía de Buenos Aires y termina 20 años preso en Ushuaia, sobrevive y termina peleando en la guerra civil española. Es una historia increíble, histórica, con mucho trabajo en investigación histórica. Posteriormente hago la vida de Nebrija, el gramático. En el caso de Nebrija es un libro extremadamente político, pero no de mi parte, sino porque el periodo es muy político.
Estamos hablando de un periodo en donde hay una decisión trascendental en la unión de los dos reinos que conforman la España actual, que es expulsar a los judíos y expulsar a los árabes, es decir, cortar la cultura española en una única dirección, que es la unión mediante la religión católica, de un país tremendamente rico en ese sentido, sumado con que descubren Potosí. O sea, entra dinero de una manera increíble de un continente nuevo. Es una época tremendamente política.
La última novela gráfica que hago tiene que ver con movimientos sociales en la década de los 60 en Argentina, que devienen guerrillas urbanas. Investigación histórica también. Y en el caso de Lenin es una figura histórica que, digamos, si te hacen… La pregunta que habría que hacerse es, ¿por qué no me hacen la misma pregunta si hago la vida de Napoleón? ¿Se puede contar la vida de Mussolini sin que te acusan de fascista? ¿Se puede?
Buena pregunta. ¿Tú qué opinas?
Sí, claro que se puede. De hecho, en cine se ha hecho de manera extraordinaria. Es decir, cuando vemos una película que trata sobre la mujer abandonada de Mussolini, la cual le dio un hijo, me patina el director italiano, es una película increíble sobre Mussolini. Y se está tratando al creador del fascismo, ¿no? Es decir, hay que desacomplejarse. Las figuras históricas no pertenecen al movimiento al cual se suscribieron y nada más. Han afectado el mundo, Hitler afectó el mundo y la vida de todas las personas. Stalin también, es el hombre que cambió el mundo, lo pongo como subtítulo. No se puede entender el siglo XXI sin lo que pasó a través de esta persona, no se puede entender la Guerra Fría.
¿Cómo crees que su figura permanece hasta el día de hoy? ¿Hay una influencia?
Buena pregunta. En Occidente, en el actual Occidente de las fake news y del auge de los nuevos, llamémoslos, fascismos, pero es que es una palabra que habría que suscribirle a una época histórica, hoy en día las ultraderechas tienen otros mecanismos para desarrollar su pensamiento. En este mundo, como algo satánico, se lo toma, pero… Es un término muy fuerte ese. Hay políticos como Trump que satanizan y le ponen el nombre equivocado o el que les da la gana, porque vivimos en la posverdad. Y lo dicen. Es decir, si no gano… ¿Cómo interpretarían las palabras de Trump que dicen, más o menos, porque de memoria no las recuerdo, si no gano yo, va a ser la ruina de América porque va a llegar el comunismo o algo por el estilo? Es decir… Está hablando desde un punto de vista religioso, además.
Es como la bruja de Salem, casi. Porque trabajan de esta manera. Y Lenin, a su vez, en el espacio opuesto, también lo trabajó de esa manera. Él crea una suerte de religión laica en torno al futuro. El discurso de él es muy sencillo, es decir, trabajemos por un mundo mejor. ¿Cuándo llega? Está allá, vayan. Nunca se llega. Pero, mientras tanto, pringamos. ¿Qué hacen las religiones? Al final hay un punto común ahí.
En el libro tratas a Lenin como figura y como persona, haces hincapié en que era una persona muy culta, con un tipo de pensamiento concreto.
Sí. Lo que no digo es un genio, digo una persona por encima de las capacidades intelectuales de la media. Es decir, yo entiendo personas como Da Vinci, Einstein, Newton… personas que tienen una capacidad de pensar diferente al resto. Eso no los hace exclusivos. Es quizás una combinación genética diversa. No lo sé. Pero en el caso de Lenin él tenía una capacidad de prever actitudes sociales como nadie. Siempre iba, como los jugadores de ajedrez, varios pasos por delante de la jugada. Siempre. Cuando hizo la revolución, que no deja de ser un golpe de estado a una revolución espontánea de la población, la revolución de octubre, digamos, tumba la de febrero y la de octubre está perpetrada por los bolcheviques, que eran un número muy específico de personas. No era la masa. Eso nos lo venden después.
No era la masa obrera guiada por las banderas rojas, no, era un grupo de gente que crean una guardia roja y dan un golpe de estado a la Duma y al Palacio de Invierno. Y lo conquistan. Él, cuando decide hacer eso, su cabeza no estaba puesta en la toma del Palacio, sabía que lo iban a lograr, si no en cómo tumbar toda la disidencia interna que tenía en el primer soviet pansoviético que se creaba.
O expresado de otra forma, poner orden en casa.
Poner orden en casa, sí, pero cuando logra tumbar todo eso y elimina la disidencia en ese soviet él ya está pensando cómo construir una estructura de estado, y cuando empieza a construir la estructura de estado y a prevé que va a haber una guerra civil, cómo va a posicionarse y cómo hay que evitar probablemente una futura invasión alemana. Traslada la capital a Moscú, le ahorra a Stalin el ser derrotado en la guerra. De haber caído la capital, habiendo estado en San Petersburgo, por parte de los nazis, ¿cuánto habría durado Rusia? Rusia tumba a los nazis, ganan la guerra ellos. Todo esto lo prevé un señor en el año 1918 que cambia la capital de lugar.
De esta manera el tipo iba por delante del resto. Leía la masa, leía el comportamiento político y asesinaba metafóricamente a opositores políticos internos. Era de una tenacidad y una clarividencia extraordinarias. No mucha gente hace eso.
(Debido a lo extenso de la entrevista se ha dividido en tres partes, esta es la primera).
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