Hay un viejo refrán que dice “El que tuvo, retuvo”. Es cierto, no puede negarse y quizá por eso el Cómic BCN sigue en marcha y logra congregar a miles de personas en cada celebración. Pero por otro lado, al menos esa impresión me da a mí, permanece atascado en una forma de ser que hace tiempo debería haber evolucionado, los tiempos cambian y todos debemos hacer lo mismo.
Voy a viajar un poco al pasado. Hace años cuando todavía era director Carles Santamaría le sugerí que en mi opinión el evento necesitaba un nombre, uno real y no una descripción que es lo que era Salón del cómic de Barcelona. Al ser un acto de relevancia precisaba un nombre propio que sirviera para darle identidad y diferenciarlo de otros, esto es algo que se hizo más tarde con la llegada de Meritxell Puig como nueva directora (aunque ya en ese punto dudo que mi sugerencia tuviera relación con el cambio).
De igual forma también comenté, en más de una ocasión, que ya que vivimos (y vivíamos) en un momento en el que las películas de Marvel Studios y otras también basadas en cómic se han convertido en la norma esto debía tener reflejo en el evento. Hay un gran número de público que ahora conoce a los personajes por su paso por el cine y las serie, ¿o acaso hay otro motivo para que un personaje de cuarta fila como era el Pacificador ahora sea popular?
Sí, se han hecho intentos pero han sido algo tímidos como con Anacleto: Agente secreto o Superlópez, incluso este año en que había una sección propia en el Cómic BCN para adentrarse en este terreno. Recuerdo cuando se estrenó Los Pitufos y la aldea perdida que coincidía con la celebración de una edición anterior, acudían las editoriales que tenían los derechos de los personajes (Norma) y de otras obras de Peyo (Dolmen), pero en realidad no había una fuerte presencia de estos personajes. Unos duendes azules que son conocidos de forma internacional por varias generaciones de lectores y espectadores, con una producción de figuras de PVC que se extiende por décadas y que no tiene pinta de que vaya a cerrarse jamás.
Otro ejemplo, el viernes se estrenó Doctor Strange en el multiverso de la locura (de la que ya os hablé en esta web) y no había absolutamente nada que lo aprovechara. Y teniendo en cuenta las miles y miles de entradas vendidas (pre vendidas, de hecho) para su estreno creo que fue una lástima. Lo que sí había eran dos personas disfrazadas de DC Liga de supermascotas, película que llegará a las salas en verano, y que al menos llamaron la atención de los paseantes. Si estos conocían la existencia del filme lo desconozco, pero tampoco había un stand para tal fin o algún tipo de folleto, tan solo los dos animales antropomorfos caminando por el Cómic BCN, y en un momento en que el cosplay es más que habitual quizá se quedaron más en una anécdota a compartir en redes que en una forma real de aprovechar el futuro estreno.
Quizá el problema es la sensación de que en realidad no importa mucho si vas a una edición o a otra, son todas más o menos intercambiables y les falta siempre algo que realmente apasione. Con matices, claro está, hace años disfruté muchísimo de la exposición de Will Eisner y cuando se hizo la de Jack Kirby la visité una media de unas cuatro veces por día, es que Kirby es Kirby. pero es cierto que, como dijo una vez mi pareja, “al evento le hace falta algo con cara y ojos” y tenía razón. Más todavía en un momento en que hay tiendas de cómics y de merchandising en un gran número de localidades (es algo que ha ido aumentando de forma exponencial con los años) y muchas ciudades tienen sus propios eventos de cómic, como por ejemplo Úbeda que celebra este mismo fin de semana su décima edición del Festival de cómic europeo (por allí me veréis) o el Salón del cómic y el manga de Rubí, una iniciativa que nació en el seno de LetraBlanka y que este año se hará por segunda vez.
Personalmente y aunque disfruto del Cómic BCN sigo pensando que hay varias cosas a mejorar, algunas pendientes desde hace mucho tiempo para quitar esa sensación de ser una feria venida a más. Detalles como un suelo que no esté lleno de manchurrones y marcas de pintura o tubos y cañerías bien visibles (al lado del stand de LetraBlanka teníamos lo que solo puedo definir como un grifo), la ausencia de una auténtica zona para los profesionales como tiene el Festival Internacional del Cómic de Angulema durante los días de celebración (una carpa que destina un pequeño espacio a mesas, sillas y una mini barra para poder pedir un zumo) para que autores y editores podamos tener nuestras reuniones en vez de vernos obligados a buscar algún hueco en la única cafetería que hay dentro de los pabellones o en alguno de los camiones de comida que acuden al evento, o algo de ambientación y decoración por parte del evento para que realmente tengamos la sensación de adentrarnos en un mundo de historias y ficciones (más allá de lo que cada editorial y tienda pueda hacer, pero que siempre estará limitado únicamente a su stand), entre otros puntos diversos.
La lista sería más larga, muchas más cosas han salido estos días charlando con otros autores, con editores, colegas periodistas… y sí, a todos nos gusta el evento y disfrutamos acudiendo cada año, eso va por delante, pero esa sensación de que podría ser mucho más es bastante extendida y una constante desde hace años. Recuerdo que hace tiempo, en la época de Carles Santamaría, hubo un par de ediciones en las que parecía que ese cambio para ir por otro camino era real, pero es algo que se paró en seco y tras dar pasos en una nueva dirección (adecuada o no, nunca lo sabremos) se reculó para volver a lo de siempre.
Y sí, lo de siempre funciona, el que tuvo retuvo, pero los tiempos cambian y todos debemos cambiar con ellos. También el Cómic BCN.