Lo mejor de Trolls es verla y dejarse ir.
Pero lo que es todavía mejor es empezar por el principio.
Los trolls aparte de personajes de los relatos populares con variantes en diferentes regiones y de ser los toca pelotas oficiales de Internet, son unos pequeños muñecos creados en 1959 por Thomas Dam como un regalo de navidad para su hija con la feliz consecuencia de que otros niños lo vieron y quisieron uno.
Tuvieron un gran éxito, primero siendo fabricados a mano por él, después con ayuda de su familia, después una fábrica y posteriormente inundando todo el mundo en distintas oleadas de éxito, siendo una de las más destacables la década de los sesenta que fue cuando aterrizaron en América llegando incluso a ser vistos en manos de los Kennedy. Un éxito que no siempre pasó por sus manos, ya que por un error de forma en los registros hubo copias para dar y tomar (hecho que tiene su pulla privada en la película, para el que sepa verla).
Su gran paso adelante fue el convertirse en una moda de los años noventa que llenaba las jugueterías, los kioskos y los bolsillos de los comerciantes. Inolvidables con sus cabellos de colores y esas cajas casi igual de chillonas, sin dejar la cantidad absurda de merchandising que se unió llegando incluso a las Tortugas Ninja (que de por sí ya son un concepto bastante flipante).
En la actualidad y tras varias resoluciones judiciales todo vuelve a estar en manos de sus legítimos dueños.
Hace años, a mediados de la pasada década, se intentó recuperar el éxito pero lo mejor que puede decirse es que los nuevos juguetes de 2005 llamados Trollz pasaron sin pena ni gloria, motivo por el que cuando hace un lustro DreamWorks anunció el estreno de una película basada en la creación de Thomas Dam sonaba algo extraño.
Mucho tiempo después se confirmó la producción y más tarde empezaron a correr los nombres, rumores, posibles historias, hasta que finalmente todo empezó a rodar. Después llegó el trailer y la propuesta quedaba clara. Una película destinada a un público infantil, llena de canciones, personajes adorables y estrenada poco antes de navidad para asegurar que un buen montón de niños tengan su troll entre los juguetes que escribirán en la carta.
Y no creo equivocarme al pensar que muchos de ellos querrán tijeras con punta redondeada, felpa, hilos y materiales de todo tipo ya que uno de los aciertos que más llama la atención de esta producción de DreamWorks el buen trabajo realizado en el apartado de animación. Esto no sorprenderá a nadie, ya que hablamos de la productora de que nos trajo Antz y la famosa saga Shrek. Su calidad en este punto está fuera de duda, pero destaca en esta ocasión por la inclusión de deliciosas y encantadoras escenas que simulan haber sido hechas por scrapbooking.
Estos insertos comienzan desde el principio de la cinta cuando se nos narra la historia hasta el momento, con los trolls viviendo felices, siendo secuestrados por los villanos de turno y encarcelados con fines que mejor os dejo para el momento de estar en la sala. Claro está que la trama irá rápidamente por otros derroteros muy evidentes, y si es cierto que los guionistas Glen Berger y Jonathan Aibel (también responsables de la saga Kung-Fu Panda) no han arriesgado mucho en este aspecto se les perdona por lo cómicamente excesivo de la propuesta; una producción que destila purpurina, diversión y canciones pegadizas casi a cada minuto.
Precisamente esa es la mejor baza de la película para competir, una banda sonora compuesta con canciones bien conocidas como la icónica The Sound of Silence y otras de nueva creación como Can´t Stop the Feeling, entre otras. Las melodías inundarán por completo el filme logrando convertirlo en uno de los musicales más divertidos que se han visto en ultimamente en la gran pantalla, y provocando que quién esto firma no pudiera evitar sentir el ritmo en más de una ocasión durante el pase de prensa.
Sirven también estas canciones para lucimiento de sus dos protagonistas, casi absolutos, Anna Kendrick (a la que todos queremos ver de Chica Ardilla) como la princesa Poppy y el ex ‘N Sync Justin Timberlake siendo el gruñón Branch, quien en más de un momento no puede ocultar la directa inspiración del Pitufo Gruñón. No solo ellos, otros tantos trolls demostrarán de qué son capaces vocalmente y bailando, si bien no se les puede pedir mucho más pero logran cumplir perfectamente con su cometido en la trama.
Sucede lo mismo con los villanos de la función, que no depararán sorpresa alguna para el espectador adulto, y que realmente solo están en la cinta por pura necesidad narrativa más que por aportar algo a la misma. Dos de ellos sí deben destacarse por lo relevante de sus actores de doblaje: la malvada y obsesionada chef que cuenta con la voz de Christine Baranski y el rey Gristle que es (atentos) el gran John Cleese.
En cambio, sí se ha realizado una gran apuesta en lo que se refiere al diseño y la creación del universo en el que se mueve la historia. Un mundo que tiene semejanzas con el nuestro, pero cuya fauna está a medio camino entre lo adorable y lo aterrador, además de tener un extraño aspecto que hace pensar que la felpa está en el ADN de todo lo existente. Esto es algo que debe agradecerse al buen trabajo de la diseñadora de producción Kendal Cronkhite, Timothy Lamb como director de arte y sus respectivos equipos.
A pesar de esto no puede decirse que la película que firma Mike Mitchell, con Walt Dohrn al que es más habitual ver en el departamento de arte, sea una obra maestra ya que peca de no arriesgar prácticamente nada en lo que se refiere a forma y contenido. Quizá en parte por tener muy claro que se dirigen a un público claramente infantil o por preferir ir a lo seguro para tener así un buen lugar en la taquilla. No puede decirse nada en contra de la decisión que se ha tomado, ya que con todo logra cumplir su cometido con buen tino y sin dejar un momento que el espectador (infante o no) se aburra.
Trolls es diversión, color, luz, exceso, buen rollo, canciones y un auténtico chute de positividad. Y purpurina, kilos de purpurina.
Trolls es todo lo que debió haber sido Los Pitufos (y 2) pero no fue.