
Cartel de Parenostre. Créditos: Filmax.
La película de hoy me atrae y me ahuyenta a partes iguales, pero la oportunidad de ver como se adapta un tema tan reciente, gana la partida. Hablemos de Parenostre.
Este título puede distraer un poco sobre la temática real de la película: la caída de la familia Pujol-Ferrusola. Es imposible hoy día que ese apellido no despierte alguna nota en la mente de cada persona, lo que habla de la importancia de lo que se narra.
Para hacer un resumen rápido, podemos decir que Jordi Pujol fue un importante político en las últimas décadas, al estar al frente de la presidencia de Cataluña durante 23 años, una época catalogada por muchos como de florecimiento.
Pero como muchos sabemos, no es oro todo lo que reluce. Hace apenas una década, salieron a la luz unos documentos que probaban como la familia Pujol se había enriquecido de manera ilegal a costa de su nombre durante esa época «gloriosa».
Hasta aquí la clase de historia. Vamos ahora a comentar la película que hemos visto. Aunque sería más correcto hablar de dos películas diferentes.

Parenostre: vaso medio lleno y vaso medio vacío
Tenemos una película con dos partes claramente diferenciadas: la primera nos cuenta el problema y como atajarlo, mientras que la segunda nos habla de las ¿consecuencias? una vez se ha decidido como hacer frente al problema.
La primera parte se presenta con una tensión creciente en torno a la revelación del fraude, al mismo tiempo que nos traslada a otros momentos previos para darnos contexto sobre la familia, el ex-president o como se forja su carácter.
Estamos claramente ante una película de intensas interpretaciones, la cual se asemeja a una obra de teatro en algunos momentos. Mencionar el talento de Josep Maria Pou sería algo absurdo ya a estas alturas (y ya le dedicaré unas palabras más adelante), por lo que mi atención se dirige al resto del elenco.
No hace falta una caracterización perfecta para dar forma a los personajes. Hay un acierto mayúsculo en el casting de la película, ya que bastan unas pocas frases y escenas para poder mostrar el carácter y el pensamiento de cada personaje.
Esta característica se acentúa a la hora de presentar a personas de sobrado conocimiento como el Comisario Villarejo o el monarca Juan Carlos I. Sus interpretaciones podían haber derivado con facilidad hacia una caricatura, pero no ocurre tal cosa, algo que se agradece.

Hasta ahora todo bien, ¿verdad? Pasemos a la parte floja de la cinta: su última parte. Una vez la tensión ante el problema queda disipada, encontramos a un protagonista perdido que no parece si necesita justificar sus acciones o es un mártir de la causa al igualarse también con otros muchos que le precedieron. Sólo tiene presente una cosa: su legado.
Toni Soler, guionista de la película, ha afirmado en algunas entrevistas que esta cinta pretende crear un debate definitivo sobre la figura del ex-político, ya que piensa que la sociedad catalana no sabe cómo sentirse al respecto.
A los mandos de la cinta está Manuel Huerga, director del biopic Salvador, y conocedor personal de la figura de Jordi Pujol al haber realizado documentales que trataban la figura del ex-mandatario.
Dicho objetivo es, sin lugar a dudas, un reto desproporcionado. Desconocemos cómo actuará el público ya que la película no es capaz de presentar a este personaje de una manera objetiva: es imposible.
El personaje que encontramos ante nosotros (porque tenemos que hablar del personaje, no de la figura real) es un ser que, bajo la excusa del bien popular y la lucha por la patria, justifica todas las acciones que ha tomado, incluyendo el enriquecimiento personal.
Es verdad que el talento interpretativo de Josep Maria Pou añade capas y matices a este personaje, pero no justifica en absoluto las acciones del mismo, ni mucho menos nos presenta un conflicto sobre que pensar sobre el mismo. (O quizá sea de los pocos que piensan que el fin JAMÁS justifica los medios.)
Por último, en su desenlace, la película toma un giro al estilo Dogville de Lars Von Trier. Llegados a este punto y, tras incluir a personajes que desaparecen al poco de ser presentados, hace un flaco favor al resultado o al espectador. Si se hubiera utilizado este juego durante todo el metraje, hablaríamos de otro resultado.
En conclusión, una película breve, que no se hace pesada, ofrece muy buenas interpretaciones, pero que deja un regusto de «quiero y no puedo». Buenas ideas, pero tarde o mal ejecutadas. Si quieres ver algo con una base real, le puedes dedicar un rato, aunque no dejará en ti una huella imborrable.
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Actor y director teatral con veinte años de experiencia a bordo de la compañía Baypass, que él mismo fundó. Miembro de la organización de la Feria del libro de Parla y técnico de cabecera en Estelar Media. Lee libros y cómics con la misma pasión que disfruta de un concierto o de una buena sesión de cine. ISNI 0000 0005 1808 8693