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En 1960 siete grandes actores protagonizaron una de las películas más míticas del Western: Los siete magníficos. Una recreación de Los siete samuráis, que gozó de gran éxito lo que provocó una secuela en 1966 titulada El regreso de los siete magníficos que contaba con parte de los actores de la primera entrega.

Con los años otras variantes, secuelas y revisiones, entre las que se incluye una serie de televisión, han ido lanzándose pero generalmente si destacar o llamar para nada la atención. Quizá la excepción fueron los rumores que podían escucharse en los años noventa y que planteaban una nueva versión del clásico con los actores más relevantes del momento, nombres como , Bruce Willis, Tom Cruise, o Kurt Russell. Sin duda habría llamado poderosamente a un gran público, pero no llegó a nada y el proyecto de recuperar esta historia quedó parada.

Ahora de la mano del director Antoine Fuqua llega por fin esta nueva Los siete magníficos, en la que cuenta con Denzel Washington e Ethan Hawke con los que ya trabajó en la recomendable Training Day. Completan el reparto Byung-hun Lee (el T-1000 de Terminator: Genésis), Manuel Garcia-Rulfo, Martin Sensmeier (al que se verá en la muy esperada serie Westworld), Chris Pratt que en parte repite actitudes de otros conocidos roles de su pasado reciente y el siempre estupendo Vincent D’Onofrio.

Ellos son sin duda lo mejor de la película, logrando crear unos personajes creíbles e interesantes, que son en todo momentos épicos sin pretenderlo. Son héroes sin querer serlo, las circunstancias a su alrededor y el querer luchar con lo que consideran injusto es lo que les lleva a dar su vida para evitar que el mal reine.

Un mal que cobra forma en la forma del temible Bartholomew Bogue. Un empresario sin escrúpulos, capaz de hacer todo lo necesario para lograr sus fines y al que interpreta Peter Sarsgaard llegando a dar miedo en más de una ocasión. Un hombre totalmente falto de humanidad que es el perfecto apuesto de los protagonistas, su reflejo en las tinieblas y la representación de la oscuridad del alma.

Pero a lo que interesa.

Os podría hablar largo y tendido de muchos aspectos, pero seguramente os interesan dos.

El primero es si es digna de la película original. La respuesta es un sí rotundo. Cumple con creces con lo que pretende, no ensucia y tampoco empaña el recuerdo de aquella historia protagonizada por Yul Brynner y Steve McQueen. Actualiza lo visto entonces al gusto del público actual, siempre sabiendo de dónde viene y no dudando en usar hasta diálogos de su predecesora, junto con otros guiños para el que sea admirador de la cinta.

El segundo punto es si merece la pena ir a verla.

Id a verla.

Merece la pena.

A pesar de pecar de una duración algo excesiva, no era necesario pasar las dos horas (con poco más de hora y media, bastaba), resulta un filme entretenido que logrará enganchar al espectador siempre que este quiera sentarse a disfrutar del espectáculo. El juego de actores junto con las diferentes personalidades de los personajes funciona realmente bien, siendo un ejemplo de buen manejo de un reparto coral y poniendo desde el principio las cartas en la mesa.

Divertida, interesante y digna de la película original. No se puede pedir más.

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