El poder absoluto corrompe absolutamente, ¿pero qué pasaría si fueras capaz de renunciar a él?

Iron Man, Hulk, Spiderman, La Cosa… Nombres bien conocidos del Universo Marvel, héroes que han probado su valía mil y una veces, nunca tiemblan, nunca se rinden, nunca desfallecen pero también pueden verse sobrepasados por sus propias circunstancias.

Iron Man es en realidad Tony Stark, un genio que construyó una armadura para mantener su corazón a salvo y cayó en el alcoholismo.

Hulk es la furia desatada de una infancia terrible que se ocultó tras una inteligencia increíble, tanto que fue la culpable de su caída.

Spiderman obtuvo por accidente poderes que otros sueñan y los usó con egoísmo, esto le quitó a alguien que era como su padre y todavía le atormenta la culpa que no puede negar.

La Cosa es uno de los mejores héroes del mundo, cualquiera sabe que puede confiar en él… menos él mismo. Su aspecto de monstruo le ha hecho caer en la auto compasión y ser huraño con los que le rodean.

Es bien sabido que en Marvel Comics existen muchos personajes que son dioses con pies de barro, luchadores por el bien que sienten el peso de la vida, que discuten con sus amigos, que pierden a familiares… al final solo son personas con habilidades extraordinarias.

Esto mismo es lo que hizo que la editorial ganara posiciones frente a DC y sus siempre perfectos Superman, Batman, Wonder Woman y el resto de miembros de la mitología de ese universo. Héroes que no se despeinaban, no sufrían y salvo tener que enfrentarse a algún villano de vez en cuando (y ganar siempre) no parecían tener problemas de verdad.

Dioses con pies de barro, esa fue la clave.

Y entonces llegó Jim Starlin para hacer que todo fuera todavía más cierto. Dio vida a Thanos, un ser lleno de poder a niveles casi absolutos, le hizo ansioso por poseer todavía más poder, tanto que llegó a ser el Dios (con mayúscula) de la realidad y después perder todo para darse cuenta de lo absurdo que había sido su búsqueda.

Pero este guionista no es un cualquiera y logró lo que poco pueden (y menos saben), repetir el mismo artificio logrando resultados totalmente distintos. Cogió a Adam Warlock, el personaje creado en 1967 por Jack Kirby y Stan Lee, y le hizo caminar por los senderos del infinito, sintió la música del cosmos y por un tiempo fue su director.

Pero, al igual que Thanos, lo perdió todo. No le fue arrebatado, él mismo en su perfección como ser supremo de la realidad se da cuenta de que no debe poseer las tan ansiadas Gemas del Infinito, entiende que nadie debería hacerlo, no todas ellas, no a la vez. Es demasiado poder, es demasiado tentador, y por eso decide repartirlas entre otros seres, personas que él conoce y a las que considera los mejores guardianes posibles.

La Guardia del Infinito.

Un grupo, ¿o deberíamos mejor decir no grupo al estilo de Los Defensores originales?, unido por las circunstancias de la vida y del destino. Ahora son ellos lo que deben demostrar estar a la altura del desafío que se plantea en Warlock y la Guardia del Infinito y Walorck y la Guardia del Infinito: La guerra del infinito, el día después.

Dos tomos lanzados por Panini en los que Adam Warlock, Gamora, Drax, Dragón Lunar y el travieso troll conocido por Pip tendrán que ver en su interior quiénes son, quiénes han sido y quiénes podrán ser. La posesión de una sola Gema es capaz de cambiar el destino de un mundo, ¿pero es capaz de cambiar a una persona?

Jim Starlin lo hizo y lo ha vuelto a hacer.

Haceos con la Colección Jim Starlin.

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