A veces, uno comienza a pensar en los diversos universos alternativos que existirán a la par que éste y duda de si estaremos en el mejor posible. Pensad por un momento en esto: en alguna tierra del multiverso, Spider-man, al terminar su combate de rutina, a modo de celebración, se marca un moonwalker pared arriba. Ya, suena a locura, pero es una de esas mágicas locuras que ha estado más cerca de ocurrir de lo que pensamos. Y es que, si ha habido un personaje con problemas para poder ser llevado a la pantalla grande en condiciones, ese ha sido, sin lugar a dudas, nuestro amistoso vecino.
Todo comienza, como siempre en el mundo de los superhéroes, con Superman. El éxito de la película de Donner anima a Marvel a adentrarse en ese territorio hasta entonces infructuoso del Noveno Arte. Y, obviamente, lo intentarán mediante su arácnido buque insignia. Después de que algunos episodios de la serie protagonizada por Nicholas Hammond llegaran a la pantalla grande, Marvel buscaba dar el siguiente paso con una superproducción que pudiera aprovechar la senda abierta por el film de Christopher Reeve. Es por eso por lo que, en 1985, la editorial vende los derechos cinematográficos del personaje de Peter Parker y todo su universo a la productora Cannon (los culpables de crímenes contra la humanidad tales como lanzar al estrellato a Chuck Norris, Jean-Claude Van Damme o Charles Bronson) por la irrisoria cantidad de 225.000 dólares.
El guión de la película, va sufriendo cambio tras cambio, haciendo que Tobe hooper, responsable de La Matanza de Texas y primer director elegido para el proyecto, abandone el barco. Suenan nombres como Bob Hoskins, Scott Leva o el propio Stan Lee como posibles intérpretes, e incluso se habla de acercamientos a figuras tan importantes del Hollywood clásico como Lauren Bacall o Katherine Hepburn para interpretar a la tía May. Finalmente, debido a las continuas reescrituras de guión y los recortes de presupuesto, los derechos caducan dos semanas antes del inicio del rodaje, ya en 1990.
Los derechos acaban en manos de un director que viene de cosechar triunfo tras triunfo durante los últimos años: James Cameron, quien se pone manos a la obra para intentar tener su película lista lo antes posible, ya que, si no llegan a estrenarla antes de 1996, los derechos volverán a caducar. Es por eso que el realizador de Terminator escribe un estupendo primer borrador de unas 50 páginas que encandila al creador del personaje, y del cual se extraerán algunos conceptos para las adaptaciones venideras que sí se harán. Porque sí, a pesar de que suenen nombres como Arnold Schwarzenegger para interpretar a Carlton Strand (un villano de nuevo cuño, mezcla de varios ya existentes, como Electro u Octopus) o un imberbe Leonardo DiCaprio para protagonizarla, la película nunca terminará de llevarse a cabo, debido a la entrada en bancarrota de la productora tras los fracasos de La Isla de Las Cabezas Cortadas o Showgirls.
Es así como los derechos del personaje entran en una telaraña legal (en la que se ven involucradas todas las compañías que han participado de este culebrón y sobre la cual sobrevuela un Michael Jackson que busca desesperadamente comprar Marvel para poder interpretar al personaje) de la que no escaparán hasta la llegada de Sam Raimi y un proyecto sólido que, esta vez sí, llevará al lanzarredes a la pantalla grande.
En 2002, una vez dejados todos los problemas atrás, Sony estrena la primera entrega del Spider-man de Sam Raimi, con un éxito apabullante que pulveriza récords ya en su primer fin de semana. Si fue Blade la que abrió el camino y X-Men la que construyó el cohete, es el film del cabeza de red el que clava la bandera superheroica en Hollywood e inaugura de verdad la conquista que dura hasta el día de hoy. Raimi tampoco arriesga en exceso y cumple como artesano en una producción sobre la cual están posados todos los focos.
La influencia del Superman de Donner y del Spidey de Ditko es palpable durante todo el metraje, y esa siempre es una combinación ganadora. Si a eso juntamos un reparto muy bien dirigido (especialmente un William Dafoe que da más el pego como Duende Verde sin máscara que con máscara), y a un guión más redondo de lo esperable para la cantidad de manos por las que ha pasado antes, tenemos un film que, ante todo, no engaña al espectador con ínfulas de ser nada más que lo que es: un entretenimiento veraniego que, además, es fiel a la esencia de los primeros años del personaje. Este éxito permite a Raimi una libertad casi total para la secuela, mucho más redonda como película en todos los sentidos.
Spider-man 2 se estrena 2 años más tarde y, aunque la taquilla no responde igual que con su predecesora, la crítica se deshace en elogios, ensalzándola como una de las mejores superproducciones de los últimos años, e incluso nominándola a tres Óscar (ganando finalmente uno). La franquicia se consolida con una entrega que no es sino un drama del paso a la madurez disfrazado de película de superhéroes. Básicamente, lo mismo que era la etapa de Lee-Ditko-Romita. Se nota que Raimi se ha liberado de la presión de la primera entrega y va absolutamente desatado, con autohomenajes a su propia filmografía y unas escenas de acción visualmente maravillosas, que incluso hoy en día siguen siendo recordadas y difícilmente superables. Y, por si fuera poco, Alfred Molina nos regala un Doctor Octopus que, a pesar de sus notables diferencias con respecto a su contrapartida de papel, no sólo encaja como un guante dentro de los temas que trata el film, sino que se corona como uno de los mejores villanos del género. Todo parece encarrilado hacia un cierre de trilogía histórico.
Sin embargo, llega el descarrilamiento. Spider-man 3 vuelve a sufrir gran parte de la presión de la primera entrega, en este caso por parte de unos productores y un público que exigen a los responsables del film la presencia del simbionte alienígena y de Veneno en la película, de manera innegociable. A pesar de que la presencia del villano no encaja en absoluto con lo que el director tiene en mente (ni con su visión del personaje), acaba accediendo a incluirlo a regañadientes. Y eso se nota, porque el resultado final acaba siendo tres películas que nunca terminar de encajar bien entre sí.
Se puede entrever que, si en la primera todo giraba alrededor de la responsabilidad, y en la segunda de la madurez, la tercera intenta abordar el tema del perdón. Para ello, Raimi echa mano del Hombre de Arena y adapta a su manera el Amazing Spider-man 200, en el que Peter se reencuentra cara a cara con el asesino de su tío. Si bien parece un camino prometedor (con mención especial al tratamiento del villano, su transformación y su trasfondo dramático), muy pronto todo se enfanga con la inclusión del traje negro, Eddie Brock, la familia Stacy y varios añadidos que nunca terminan de cuajar con la película ni con la saga. La película resulta ser un éxito económico apabullante, pero, ni los fans ni el propio Raimi acaban muy contentos con el producto final. Es por eso por lo que el realizador se promete que la próxima será enteramente a su manera, o no será.
Y así es. Raimi comienza a trabajar en la cuarta entrega, con el mismo equipo y los añadidos de John Malkovich como Adrian Toomes y Anne Hathaway como Felicia Hardy, aparte del guionista James Vanderbilt, quien escribe un libreto que gusta mucho al director, pero no tanto a los productores de Sony. En él, la trama ha dado un salto de cinco años en el futuro y Peter y MJ son felices padres de un niño. Demasiado maduro y definitivo para unos productores que sienten pavor ante la idea de perder a su público más joven, y más cuando Marvel ha empezado a construir su universo compartido, con el éxito del Iron Man de Downey Jr a la cabeza. Sam Raimi, consciente de todo esto, decide que lo más coherente y responsable por su parte es dar un paso hacia atrás y dejar que los productores hagan lo que tienen en mente: un completo reinicio de la franquicia.
Para ello, cancelan Spider-man 4, y contratan a todo un nuevo equipo, con Marc Webb como director, Andrew Garfield y Emma Stone como cabezas de cartel y el ya mencionado Vanderbilt a los guiones. Viendo los antecedentes de sus nuevos responsables, todo parece indicar que el nuevo proyecto arácnido será una especie de aproximación indie al personaje. O así hubiera sido si desde Sony hubieran sabido desde un primer momento qué querían hacer, porque The Amazing Spider-man (2012) acaba siendo más bien una especie de versión noventera del lanzarredes, con una oscuridad y un dramatismo que nunca termina de parecer creíble. De nuevo, todo parece deslavazado, hecho a trozos. El Spidey de Garfield se mueve como nunca, y habla con la verborrea nerviosa propia del personaje. Pero su Peter es un personaje errático, cuyas motivaciones y comportamiento varían de una escena a otra, aunque su química con Emma Stone sea innegable. Todo esto se traduce en la película menos taquillera de la franquicia hasta el momento, lo que hace que los directivos de Sony comiencen a correr como pollos sin cabeza y a temer seriamente por el futuro del personaje.
Así llega, en 2014, The Amazing Spider-man 2, que intenta devolver de nuevo el optimismo y la luz al personaje, pero que no hace sino multiplicar por 3 los defectos ya presentes en la anterior entrega. Se vende desde la productora que este film es el comienzo de un universo arácnido compartido, que continuará en Los Seis Siniestros, llevada a cabo por Drew Goddard, director de La Cabaña del Bosque y showrunner de la primera temporada del Daredevil de Netflix. Que hay muchas producciones en preparación y que el futuro de la franquicia está garantizado. Sin embargo, la decepcionante taquilla que cosecha esta segunda entrega y los continuos cantos de sirena de Marvel hacen que, no sólo se cancele el proyecto de Goddard, sino que la situación pegue un previsible vuelco.
En febrero de 2015, tras meses de negociaciones, se hace oficial: Spider-man vuelve a casa. Más o menos. Sony mantiene los derechos de explotación cinematográfica del personaje en solitario, pero deja que participe del universo compartido que Marvel lleva montando desde 2008. Un acuerdo que beneficia a todas las partes, ya que Sony sigue llevándose la taquilla íntegra de las películas individuales del personaje, pero además aprovecha la maquinaria mediática de Disney-Marvel para renovar la imagen del trepamuros y recuperar al público perdido. Mientras que Marvel añade una pieza clave para el desarrollo de su universo, especialmente de cara a un futuro en el que una nueva generación de héroes tenga que recoger el manto de los Capitán América, Iron Man o Thor que abrieron el camino. De hecho, el debut de Spidey en Capitán América: Civil War no puede resultar más simbólico: arrancando al Capi su escudo, y posando con él en una postura calcada de los tebeos. Una manera tan sencilla como icónica de decir: “ya he llegado y he venido para quedarme”.
En 2017 llega Spider-man: Homecoming, la primera entrega del personaje en solitario ya con custodia compartida. A diferencia de las Amazing, esta nueva versión sí que actualiza al personaje de manera más pegada a la realidad, con un ambiente escolar muy creíble, y con una historia sencilla, que busca más consolidar a este nuevo Spider-man, antes de hacerlo enfrentarse a retos mayores. Como los que tendrá que afrontar en Infinity War, una aventura que a todas luces le queda muy grande, y en la que, viendo los avances, parece que sufrirá lo indecible para poder plantar cara a lo que está por venir.
Mientras tanto, la desorientación de Sony sigue dejándose ver en proyectos futuros como la inminente película de Veneno, o la de Silver & Black (protagonizada por Marta Plateada y la Gata Negra). Mientras que la segunda parece haber retrasado su producción de manera indefinida, la de Veneno ya está rodada y cuenta con un prometedor reparto, encabezado por un Tom Hardy ideal para el papel. Sin embargo, la desinformación sobre el proyecto, un tráiler que transmite más miedo por parte de la productora que otra cosa y la total ausencia de Marvel y de todo lo relacionado con Spider-man de la producción hace que las expectativas sean bastante bajas en cuanto a lo que pueda ofrecer un producto que parece más propio de otra época. Una época sin universos compartidos ni tantos líos de derechos. De películas baratas, violentas y temerosas de mostrarse demasiado “comiqueras” o alegres.
Mira, como las de la Cannon.
Artículo e ilustración de Conrado «Entiman» Martín, autor de Spider-Verso: Entre Redes y Telarañas y Spider-Verso 2: Entre Némesis y Enemigos.
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