Frost, perrito de aventuras, disfrutando de una taza de chocolate. Ilustración de Doc Pastor.

Frost, perrito de aventuras, disfrutando de una taza de chocolate. Ilustración de Doc Pastor.

Sigue la historia de Frost, perrito de aventuras.

Frost, perrito de aventuras, estaba realmente agotado de su última aventura. Siempre es divertido cumplir misiones con el Doctor Gato pero suelen conllevar una alta dosis de peligro y de riesgo, algo que siempre le gusta pero que cansa mucho. ¡Además los perrito tienes que dormir catorce horas diarias! ¡Catorce! Eso es más de medio día durmiendo. Claro, que por eso el resto del tiempo son siempre tan activos, tienen que aprovechar muy bien el tiempo que están despiertos.

Pero no ahora, ahora mismo este intrépido peludo tiene que descansar. En realidad mientras estás leyendo esto lleva haciéndolo un buen rato, varias horas (aunque no catorce, pero van sumando). Y mientras él está tranquilo roncando hay una alarma que no deja de sonar, es una alarma de comunicación, de ayuda, es la que suena cuando le llaman los Cadetes Espaciales y otros para hablar con él. Está conectada a un teléfono rojo que se enciende y se apaga según va sonando.

No es una alarma muy fuerte, más bien es un pitido intermitente. Lo suficientemente molesto y alto para llamar tu atención si estás por la nave haciendo algo, pero ahora mismo Frost está demasiado lejos para enterarse. No se despierta y sigue soñando. Podría ser que está muy dormido, que Morfeo le está haciendo una visita guiada por su reino, que sí la oye pero prefiere estar “cinco minutos más” en un bucle eterno…

… pero no, no es nada de eso.

Lo que sucede es que Duque, su nave inteligente y autoconsciente, está silenciando la alarma para que su amigo y pasajero pueda descansar.

– También merece tener algún rato para él– piensa entre chirridos mecánicos, –El universo puede estar unas horas solo, seguro que no es nada grave–, se lo dijo en unos y ceros, así es la forma en que piensan las máquinas, pero he querido traducirlo para que nadie se pierda nada.

No, esto tampoco es del todo verdad. Sí, Duque había silenciado la alarma (y apagado la iluminación del teléfono), ¡pero es que además respondía y daba largas!. Estilo – No, ahora no puede ponerse–, también –¿Un planeta que se está secando? ¿Pero se ha secado? ¿No? Pues puede esperar un poco más–, e incluso –Podría despertarle pero es que no quiero–. En ocasiones esta nave listilla podía ser un poco cortante.

Y así lo hizo durante casi todo un día entero. Fue a las 22 horas de haberse tumbado que el pequeño aventurero se despertó.

Capítulo 3º, 1ª parte: La alarma incesante. Esta historia continuará…

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