Un pie gigante en Frost, perrito de aventuras

Un pie gigante en Frost, perrito de aventuras

Sigue la historia de Frost, perrito de aventuras.

Los beduinos propusieron atarles – No, no hará falta- dijo Frost, perrito de aventuras en su defensa – ¿O me equivoco? – Los dos gigantes asintieron. No iba a hacer falta, ellos no querían causar daño a nadie y así lo hicieron saber.

-No queríamos causar daño a nadie- dijo el mayor de ellos mientras se rascaba por entre la oscura barba desde la que se oía el clamor de varios pájaros.

– Así es, somos gente simpática – respondió el más pequeño, el que tenía el cabello del color del fuego.

El cánido se acercó más hasta ello y de un gran salto (muy grande, hay que decirlo) llegó hasta una de sus rodillas. – Vale, os creo, os creemos todos, pero entonces… ¿qué hacéis aquí? – quiso saber. Todo tiene siempre una explicación y esto también debía tenerla.

Y la tenía, claro que sí. Los dos hermanos explicaron que un tiempo antes habían venido de visita con otros de su especie, una parada para descansar en un viaje muy largo que estaban haciendo ellos, sus amigos y familias. En realidad la idea era poco más que parar para que el motor de la nave descansara y se enfriara, ni siquiera estaba pensado que salieran de la nave… pero ellos dos lo hicieron. Pasearon durante un rato y cansados se quedaron dormidos en una gran llanura hasta que se despertaron por el ruido de su embarcación partiendo… ¡Sin ellos!

Los dos empezaron a llorar – ¡Solo queremos volver con nuestra gente!- dijo uno, – ¡Queremos ver de nuevo a nuestros amigos y nuestras familias! – respondió el otro mientras debajo de ellos las lágrimas dejaban enormes charcos en la arena del desierto, algo que fue aprovechado por los beduinos y las nubes para refrescarse.

Frost, perrito de aventuras, había oído todo con atención. Estaba sentado en la rodilla del mayor de ellos, asintió y dijo – De acuerdo, os creo, y os ayudaré a volver a casa- Al oír sus palabras los dos gigantescos gargantúas no pudieron evitar reírse de la alegría, se dieron un enorme abrazo (igual de enorme que ellos) que hizo que el protagonista de esta historia cayera a tierra sin poder evitarlo.

Se incorporó, se sacudió la arena mientras se quejaba del trompazo. Una niña babuina se acercó a él, le tiró de la tela de su ropa y le preguntó – Señor Frost, ¿cómo vamos a ayudarles? – le miraba muy atento sin quitarle ojo.

Este no lo dudó y respondió rápidamente – ¿Cómo? De la única forma que es posible, con un poco de ayuda de los amigos –

Quedaba mucho por hacer, él lo sabía, pero el problema ya no lo era tanto. Esa noche todos se reunieron alrededor del fuego, de varios fuegos, en realidad. Hablaron, compartieron y rieron. Sí, todos eran diferentes, con tamaños y culturas distintas pero eso nunca era algo malo, solo una forma de aprender y de crecer. Todos juntos eran más fuertes que separados y algunos más iban a venir. Esta era una de esas aventuras que solo podían salir bien.

Mientras la oscuridad lo cubría todo el viento seguía meciendo las dunas, llevaba un grano de arena a un sitio en el que nunca había estado. El desierto siempre era el mismo pero siempre era uno nuevo.

Fin del capítulo 7, Al encuentro de los gigantes. Esta historia continuará.

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