Un pie gigante en Frost, perrito de aventuras

Un pie gigante en Frost, perrito de aventuras

Sigue la historia de Frost, perrito de aventuras.

Y una voz, a modo de eco, dijo – Sí, ahora empieza la aventura-

El perrito de aventuras se giró y no podía creerse lo que veía. Allí estaba toda la tribu de babuinos beduinos, adultos y niños por igual con Sabala a la cabeza. Y no estaban solos, nada de eso, a su lado estaba también la nube Conchita con varias amigos y amigos que se habían unido a ellos y gusanos, había gusanos, enormes gusanos. Frost reconoció al instante al que había sido su compañero, y primero había intentado comérselo.

Su cara expresaba alegría y cierta incredulidad – ¿Qué hacéis aquí? ¿Quiénes son todos esos? – preguntó sin saber realmente que estaba pasando.

Sabala dio un paso adelante y habló casi con lágrimas en los ojos – Este es nuestro planeta y tú ya no eres un forastero. Eres uno de los nuestros y nosotros vivimos y luchamos unidos. – A su alrededor el resto del grupo asintió – Ahora, gran aventurero, esperamos tus órdenes – hizo una pequeña reverencia que rápidamente fue imitada por todo el grupo.

Los gigantes no sabían bien qué estaba pasando, para ellos lo único que había era un montón de pequeñas hormigas que hablaban muy deprisa y se movían a gran velocidad. Antes de que pudieran reaccionar el mosquito que acababa de darles un aguijonazo empezó a ladrar órdenes (que, por otro lado, al ser un perrito era lógico que ladrara).

Así todos fueron a una, lo primero era lograr derribar a los gargantúas y hacerlo de la forma menos peligrosa posible. El perrito de aventuras no se contentó con dar las órdenes, estaba en primera fila, iba delante de todos y parecía estar en todas partes. Apartó a la Sabala cuando uno de los gigantes intentó pisarla, empujó a una nube para apartarla de un manotazo que aunque parezca increíble logró esquivar, estaba en la cabeza de su compañero gusano llevando al resto hacia la batalla. Sencillamente, era increíble. Parecía que la amistad le daba energía, que mientras tuviera amigos jamás desfallecería.

Y además, era evidente que se lo estaba pasando muy, pero que muy bien. No había más pensamientos, solo diversión, alegría, amistad y una misión por cumplir. Era un sueño, así eran los mejores días de su vida y jamás lo cambiaría por nada. Al final resultaba que el desierto no era tan distinto del espacio. Había silencio, había luces y sombras, había gente por conocer y amigos por descubrir y había aventuras esperando. Una vez más esa sonrisa pícara surgió en el rostro del perrito de aventuras.

Los gigantes lucharon y pelearon sin saber bien qué estaba pasando. Desde su punto de vista ellos no habían hecho nada malo y era cierto, no deseaban a nadie mal alguno, más bien lo que querían era que todo parara y poder explicarse. Pero no se daban cuenta de que por su tamaño y sus acciones estaban terminando con este mundo, con sus reservas de agua, con su vida… Intentaron oponer resistencia pero se cansaron con mucha rapidez, sus enormes cuerpos necesitaban mucha energía, y al final cayeron al suelo sentándose en el mismo.

Fin de la tercera parte del capítulo 7, Al encuentro de los gigantes.

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