¿Sabéis cuando dos amigos se toman unas cañas una tarde en la terraza de un bar y se les ocurre una idea para una película, que van apuntando en servilletas? Muchas veces, de ahí han salido muy buenos productos. Pero claro, eso sucede cuando después quedas para seguir desarrollando el guión. Y parece ser que no ha sido el caso de la última entrega de la saga X-Men.
Hay que ser justos: como toda película, tiene sus cosas buenas y sus cosas malas.
Si empezamos por las buenas, es innegable que el apartado visual es fantástico. La dirección es impecable, las escenas de acción están rodadas de forma trepidante y agradable a los sentidos. El ritmo narrativo, salvo en algunos momentos puntuales, es ameno y no se hace pesado. Los efectos visuales son un 10 sobre 10, verdaderamente bien hechos, de los de dejarte con la boca abierta mirando la pantalla.
La banda sonora de Hans Zimmer, como en todo lo que hace, espectacular. Las interpretaciones de los actores, espléndidas pese al material con el que han tenido que trabajar. Como era de esperar, James McAvoy, Michael Fassbender y Sophie Turner lo bordan.
¡Qué gran película sería, si no fuera por el guión!
Desgraciadamente, los meses de buen trabajo que invirtieron en la post-producción y en sus alucinantes efectos especiales no compensan los veinte minutos que debió llevar la escritura de la película. Algo que, en los años que han pasado desde el estreno de Avatar, cada vez es más frecuente en el género fantástico: “Si tengo unos efectos impresionantes, ¿para qué perder el tiempo escribiendo una historia interesante?”, se dicen complacidos los Camerons del mundo.
Los diálogos están bien, siempre que lleves una semana estudiando en una escuela de cine y sea tu primer corto amateur. Y de hecho, cuatro de los personajes tienen hasta cierta personalidad y profundidad: Xavier, Magneto, Mística y Bestia –es decir, los que ya se habían desarrollado en anteriores películas-. El resto del elenco, en fin, son personajes de relleno absolutamente planos, sin ninguna personalidad y perfectamente intercambiables. Están ahí como excusa para hacer avanzar la trama y nada más. Casi parecen escritos para una película de Zack Snyder –pero, en este caso, con efectos digitales bien integrados-. Esto es aceptable si se trata de personajes que, al menos en esta entrega, son muy secundarios, como Cíclope, Tormenta y Rondador Nocturno –también llamados a partir de ahora Figurante 1, Figurante 2 y Figurante 3-. El problema viene cuando la historia gira en torno a Jean Grey y ella, el personaje principal, está escrita de forma igual de insulsa y carente de personalidad que éstos –no podemos por menos que admirar el trabajo de Sophie Turner, que está genial pese a lo que le ha tocado hacer-. Los cuatro son como el niño al que le toca hacer de árbol en la obra de teatro del colegio. Están ahí.
El equipo de esbirros de Magneto es en esta película incluso más nefasto y carente de todo atisbo de carisma que en la primera de la saga. Consta de un tipo llamado Ariki que da latigazos con sus rastas –al que ni siquiera yo, que llevo toda la vida leyendo cómics, recuerdo para nada– y una mujer bastante sosa que está por ahí sin hacer nada, que según los créditos se supone que es Selene, la reina negra del Club Fuego Infernal –una de las villanas más temibles y poderosas de Marvel-. La similitud con el personaje original empieza y acaba en el nombre.
En cuanto a los villanos, son unos señores que pasaban por allí y por alguna razón no especificada quieren hacer maldades no especificadas. Por el motivo que sea, los han llamado D’bari, el nombre de una raza alienígena que sale en algunos cómics Marvel, con peinado de ramillete de brócoli y pistolas que convertían a la gente en piedra, los cuales dieron origen al mito griego de Medusa. El primero de ellos aparece como villano en el inolvidable Vengadores nº 4 (1963), justo cuando descongelan al Capitán América. En la película, en cambio, son una especie de conejos despellejados en una carnicería y que presuntamente tienen algún plan maligno, pero todo lo que hacen es hablarse entre ellos mirando al vacío con cara de cartón como en una película lisérgica de Carl Dreyer. Todos sabemos que Jessica Chastain es una actriz como la copa de un pino, pero en esta ocasión la pobre estaba allí en medio sin tener muy claro ni ella misma qué estaba pasando.
Hay una escena pretendidamente chocante, desgarradora y lacrimógena hacia el principio de la cinta, pero que en realidad se ve venir de lejos y consigue lo que parecía imposible: que algo sea previsible, pero a la vez gratuito. En general, la película no da la sensación de ser el cierre épico de una saga que ha durado veinte años, sino el de un capítulo de relleno fácilmente olvidable hacia mediados de una de las temporadas más flojas de Sobrenatural.
Pese a todas estas críticas, nos deja algunos detalles puntuales muy interesantes, sobre todo en las escenas de cierre de los personajes y mediante algunos guiños a la trilogía original que intentan aportar algo de coherencia interna a la saga –algo tremendamente difícil de conseguir cuando Bryan Singer ha estado de por medio-. En ese aspecto, hay que quitarse el sombrero ante Simon Kinberg, que consigue dar algún que otro brochazo decente a la saga más irregular que haya dado el cine de superhéroes.
Hay cierto cameo de un legendario guionista de cómics que emocionará a todo buen fan. Y, personalmente, lo que me más me ha gustado ha sido la breve aparición de Halston Sage –Alara de The Orville– interpretando a un muy querido personaje clásico de Marvel que aún no había aparecido en ninguna película. Una escena que vale mucho la pena.
Visualmente, esta película se merece un 10. En cuanto a su guión, siendo muy generosos, un 3. No es la peor película de X-Men –todos hemos intentado olvidar X-Men 3 o X-Men Orígenes: Lobezno-, pero está muy, muy por debajo de las mejores entregas de la franquicia –las verdaderamente buenas, como X-Men: Primera Generación, Logan o las dos películas de Deadpool-. Si te gustan los efectos visuales espectaculares, las peleas bien rodadas y no te importa todo lo demás, te gustará. Si esperas un guión en el que se haya invertido más de una tarde de trabajo, no. Es una obra más para fans de Michael Bay o Roland emmerich que de Joss Whedon.
Pero nos deja algo bueno: que, pase lo que pase con New Mutants, peor no será.
Artículo de Jöse Sénder.
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