Magneto ha sido por siempre uno de los villanos más reconocibles de Marvel Comics. Fue el primero con el que midió sus fuerzas la Patrulla X y por siempre el que más relación ha tenido con ellos, pero su importancia no es solamente por tal hecho ya que enemigos siempre hay pero no todos logran alcanzar el estatus que tiene el amo del magnetismo.
Esto es debido a que poco a poco se le fue dando un fondo cada vez mayor y más dramático. Se presentó como otros tantos malvados de los años sesenta, plano y con poco más que ganas de conquistar el mundo al igual que otros tanto. El paso del tiempo fue haciendo de él alguien mucho más complejo, compartiendo amistad de juventud con Charles Xavier, dándole una hija que falleció en trágicas circunstancias y una esposa que huyó de él presa del miedo.
A lo largo de su trayectoria se le dotó de una más amplia descendencia con Mercurio y la Bruja Escarlata como sus desconocidos hijos, a pesar de que habían estado bajo su yugo en la Hermandad de Mutantes y que en fechas recientes esta relación haya sido alterada.
Pero seguramente el mayor acierto fue el de darle un pasado que se entronca directamente con uno de los hechos más oscuros de nuestra historia reciente: el holocausto nazi. Cuando millones de judíos fueron sistemáticamente exterminados por el ejército alemán, tras haber sido expulsados de sus casas, sufrido vejaciones y considerados poco más que insectos a los que se podía aplastar con impunidad.
En esos años Magneto todavía no era tal, tampoco era Erik Lehnsherr como durante años se le ha conocido y nombre por el que se le llamaba en la saga cinematográfica de X-Men. No, en aquella oscura época era Max Eisenhardt, un joven judío que sufrió en sus propias carnes el escarnio y el dolor, la pérdida de su familia y de todos sus amigos.
Hasta ese pasado nos lleva Greg Pak tras un prolijo trabajo de varios años, en el que se ha cuidado el detalle histórico por encima de todo a fin de crear algo que no es un cómic de superhéroes, si no un auténtico testamento de algo que no debemos olvidar. El guionista no habla sobre quién será en un futuro el joven judío, al punto de que en ningún momento esto tiene relevancia centrándose siempre en la historia de él como ser humano y del mundo que le rodea como un lugar aterrador.
En este periplo no está solo, los profesionales Carmine Di Giandomenico y Matt Hollingsworth aportan su arte a la ilustración y al color, para terminar de dotar a esta obra de una personalidad completa y compleja, terminando de alejarla por completo de lo que suele ser habitual en el mundo del cómic de superhéroes.
José Luis Córdoba (gran señor de Panini España) en el prólogo define así este tomo:
<<La realidad pura y dura, la más triste de todas las historias de la Historia>>
El testamento de Magneto.
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