¿Qué puedo decir de Snoopy que no se haya dicho ya?
Tras 65 años desde el nacimiento de este emblemático personaje de mano de Charles M. Schulz, poco hay que no se haya contado.
Pero si tuviera que quedarme con una de las cosas que caracterizan la tira cómica de Peanuts, así como todo lo que ha girado en torno a Charlie Brown y sus amigos; sin duda sería con el cariño dedicado por parte de Schulz.
Un Schulz que dedicó 50 años de su vida a estar al pié del cañón, dibujando una tira cómica de lunes a viernes (con una tira especial los domingos) y que sólo paró cuando el cáncer le hizo imposible continuar trabajando. Sin embargo, y al contrario que otros autores de tiras cómicas consagrados como podría ser Jim Davis (el padre de Garfield) Schulz siempre quiso ser él mismo quién dibujara a sus queridos personajes, y llegó al punto de prohibir que la tira cómica continuara tras su muerte el 12 de febrero de 2000.
Pero no estoy aquí para hablaros de su muerte, sino del amor que sintió Charles M. Schulz por sus personajes. Unos personajes a los que vió crecer y convertirse en todo un referente en la cultura estadounidense y, por extensión, mundial.
Peanuts representa toda una filosofía. Una oda a la infancia y a su complicada sencillez de la mano de unos personajes a los que el lector rápidamente les coge cariño.
¿Y cómo se ha conseguido que la esencia de Peanuts no se haya diluido con el paso de los años?¿Qué hace de esta franquicia un tótem inamovible capaz de luchar contra las aguas tan y tan revueltas de la mercadotecnia moderna?
Peanuts como franquicia ha tenido lo que otras franquicias basadas en obras literarias no han tenido la suerte de tener: un creador comprometido con su obra y unos herederos que han sabido estar a la altura.
Pero que Charles Schulz fuese un padre celoso de sus criaturas no significa que estas no fueran licenciadas para hacer ningún producto de merchandising (¿Quién no ha tenido una camisera o taza con Snoopy y su patentado “Joe Cool”?)
La sutil diferencia entre el camino que tomó Peanuts y el que han llegado a tomar otras franquicias es que, al contrario que en otras, su creador estuvo al frente en la toma de decisiones.
Ejemplo claro de ello fueron los especiales para televisión y las películas que se han ido realizando con Charlie Brown y sus amigos. Desde el primer especial televisivo (A Charlie Brown Christmas, Bill Meléndez, 1965) Schulz quiso ser partícipe de todos los proyectos en los que se involucraron sus personajes. Tanto es así que en la mayoría de todos ellos su firma aparece en el guión, y no sólo por estar basado en su creación.
En este punto hay que mencionar otra figura clave en la adaptación de Peanuts al medio televisivo (y probablemente la forma en la que muchos de nosotros conocimos a Carlitos, a Snoopy y compañía): Bill Meléndez (1916 – 2008)
Meléndez fue el animador, director y productor que adaptaría el mundo de Schulz para la pequeña y gran pantalla. Y su amistad con Schulz así como el mimo que ambos le tenían a Peanuts hizo de estas adaptaciones los clásicos imperecederos que son hoy en día.
Normalmente el cariño que pueda tener un creador por su obra no suele ser compartido por sus herederos, que ven más una oportunidad para hacer caja más que para preservar la obra de su familiar (y, como ejemplo claro, tenemos a los herederos de Tolkien) pero, una vez más, el caso que nos ocupa es diferente.
Y es que este amor que sintió Charles M. Schulz por sus personajes lo heredaron su hijo y nieto Craig y Bryan Schulz, quienes son además guionistas de la película que pronto se estrenará en cines.
La dedicación y el mimo que se ha tenido al legado de los personajes es tal que los Schulz y Steve Martino, director de la última película de Peanuts tuvieron un único mantra: “Ante cualquier duda, mirad las tiras”. Y ese lema lo siguieron tanto a la hora de escribir el guión como en la dirección artística y técnica.
Como curiosidad para los que os interesan los aspectos técnicos, para esta película tuvieron que realizar modelos 3D de los personajes que cambiaran automáticamente posiciones de los ojos, nariz y boca cuando estos miraran de frente o de perfil para poder encajar con la forma de dibujar clásica de Schulz (y para los que sepan de rigging, entenderán que es un currazo) así como trabajaron a 12 frames por segundo, la mitad de lo que habitual en cine, para dar ese aspecto que tiene la animación clásica.
Puede que todos estos ejemplos los veáis como simples anécdotas, pero en una industria que cada vez más recurre a material previo para sacar adelante grandes producciones es difícil encontrar creadores y allegados que sepan respetar el material original y al mismo tiempo sepan aportar algo nuevo a la franquicia (aquí el ejemplo claro que nos vendrá a más de uno a la cabeza es Marvel Studios, pero eso ya es otra historia)
Y si algo podemos sacar de esta historia es que, tanto si quieres sacar adelante una franquicia como continuar con unos personajes creados anteriormente, como Snoopy, la clave para conseguirlo es el amor a los personajes, amor a la creación y amor por tu trabajo.
Porque, tanto en el arte como en la vida, el amor lo es todo.
Artículo de Toni T. Morro
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