La tira cómica Peanuts es una de esas vacas sagradas de cuya calidad nadie se atreve a discrepar, por miedo al qué dirán, a la desaprobación de nuestros iguales. Pasa igual que con Jack Kirby, o con los Beatles en el mundo de la música: “si no te gustan, es que no tienes ni idea”.
Pues mire usted, a mí Peanuts me gustaba cuando era niño, cuando en España lo conocíamos como Snoopy (de hecho, a mi primer perro, un mil leches blanco con manchas negras, lo bautizamos así por su parecido con el dibujo). Además de las tiras cómicas, había una serie de dibujos animados y algún largometraje también de animación. Y claro, siendo niño en aquella época (antes de internet y las videoconsolas), te tragabas cualquier cosa de “dibujitos”.
La gracia que tenía en aquella época era el perro, claro. Un perro que vivía con un niño, y jugaba al béisbol, y llevaba su propio plato en la boca, y hablaba con un pájaro, y escribía a máquina, y dormía en lo alto de su caseta. Resultaba divertido… para un niño. Hasta que el niño deja de serlo, y te das cuenta de que Peanuts es una tira que no tiene ni puta gracia.
En serio, miradlo así: Peanuts es una tira protagonizada por Charlie Brown, un perdedor al que ni sus amigos ni su propio perro respetan. El único que le aprecia algo es Linus, un niño más pequeño que él, y con iguales problemas de inseguridad. Su amiga Lucy le ridiculiza a la menor ocasión. Peppermint Patty le trata con condescendencia (otro día si queréis hablamos de la relación abiertamente homosexual de ésta con Marcia, que de niño ya cantaba). Incluso en la panda había un niño, Pigpen, completamente cubierto de roña (¿Qué tipo de familia disfuncional estaba criando a ese niño? ¿Por qué sus amigos le permitían ir con ellos?).
Para encontrar una tira de Peanuts que me haga esbozar cuando menos una sonrisa hay que rebuscar mucho. Será que me hago mayor, y no me hacen gracia las mismas cosas que lo hacían cuando era crío. Y por favor, no me vendáis que Peanuts es una tira sobre la naturaleza humana, y de sentimientos, problemas y actitudes de adultos retratados en forma de niños, porque no cuela. Para mí, es un intento de justificar, bajo un punto de vista supuestamente más “adulto e intelectual”, un gusto heredado de la infancia. Si te gusta Peanuts porque te gustaba de niño y le sigues teniendo cariño, me parece genial. Si te gusta porque lo has descubierto ahora y te agrada ese puntito naïve y de American Way of Life sesentero, por mí estupendo.
Pero por favor, en serio, no pasa nada porque reconozcáis que Peanuts no os gusta. No van a dejar de dirigiros la palabra, no os van a echar del trabajo, no os van a cortar el teléfono. Somos muchos a los que no nos gusta Peanuts, lo reconocemos abiertamente y NO PASA NADA. Eso sí, Woodstock mola.
Artículo de Antonio Hidalgo.
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