En el mundo de DC Comics hay personajes que perviven por los años, por las décadas, muchos de ellos sustentados bajo la idea del legado, Este es precisamente uno de los grandes aciertos de esta compañía, que erróneamente se intentó quitar en las últimas versiones de este mismo universo hasta que el sentido común ha vuelto a la empresa.
Pero, viajando al pasado, a los años noventa, nos encontramos con la época en la que Mark Waid llevaba adelante los guiones de Flash. ¿De qué Flash? ¿Del primero? No, de Jay Garrick, no. ¿Del segundo y más famoso de todos, Barry Allen? Tampoco. Del tercero, del sobrino de este último, de Wally West. Pero lo hizo sustentado siempre en ese legado. Por lo tanto, en estas historias del joven velocista escarlata, sustituto de su maestro, su tío, al que admiraba, también está Jay Garrick, aparece el concepto de familia, está presente eso que hace que el universo DC sea lo que muchos admiramos. Por supuesto, estamos en la década en la que estamos, con lo que en el apartado de dibujo no es de extrañar que existan esas deudas que todos tenían en aquel entonces con Rob Liefeld y Jim Lee, con esos pechos enormes, esos músculos tan supermarcados, a veces picudos, y esos dientes que cada vez que sonreían llenaban la viñeta.
Y es en este tomo que publica ECC, llamado El regreso de Barry Allen, en el que Wally West deberá enfrentarse a lo que más teme, en teoría: al regreso de Barry Allen, al regreso de su mentor. Pero no teme que él vuelva desde el más allá convertido en un zombi, en un fantasma, en un monstruo. No, en absoluto. Lo teme porque él ya hizo su duelo. Ya se despidió de él, avanzó, pasó página y ahora mismo debe enfrentarse de nuevo a esta llegada de su viejo héroe, pero además hay algo distinto en él, algo que ha cambiado. Puede ser simplemente por el hecho del trance que ha vivido, de esa muerte que viene de las Crisis en Tierras Infinitas, o puede ser algo más. Quizá allí dentro hay alguna otra cosa. No es el único que se percata de ello. Jay Garrick también.
Así Mark Waid avanza en esta historia que habla del pasado, del presente y del futuro del personaje, de un momento en el que Barry Allen había desaparecido, pero que todos sabíamos que iba a volver. No fue hasta mucho después, gracias a Geoff Johns, uno de los grandes arquitectos de lo que ha sido en los últimos años DC Comics, que lo hizo, que volvió, regresó con toda su gloria, convirtiéndose en el personaje importante y relevante que es, uno de los centros del universo DC, porque no olvidemos que gracias a él se salvó.
El guionista es quizá consciente de todo lo que estaba por venir, pero de lo que es sin duda consciente es de todo lo que había pasado. Destaca una página, en concreto la 64 de este tomo de ECC, en la que están en la casa de Jay Garrick, preparando la Navidad. Jay está con su mujer en la cocina preparando las viandas mientras un impaciente Wally West pregunta cada dos por tres si puede hacer algo. Termina la cocinera diciendo a Jay Garrick “sácalo de casa o lo mato”. ¿Por qué? Porque la familia es muy importante en la historia de Flash. No olvidemos que, como hemos dicho antes, Wally West es el sobrino (adoptivo) de Barry Allen y Jay Garrick es como si fuera su padre. Ese concepto impregna todas estas páginas.
Hoy en día, el concepto que tenemos de Flash es ligeramente distinto, en gran parte por la serie de televisión pero la serie también tiene esto muy presente. Habla permanentemente de familia, de amistad, de admiración, de mentores, de personajes que vienen y van. Aquí Wally West será, por derecho propio, Flash. No Kid Flash. No heredero de Flash. Sino que conseguirá ser Flash. Y además, en un gran giro, que no vamos a explicar para no hacer spoilers, ese futuro que se une con el pasado lo hace por primera vez. Lo hace a través de uno de los grandes villanos de Flash, uno que logra redefinir por completo al personaje en más de un sentido. Uno que tendréis que descubrir leyendo estas páginas.
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