Fotograma de Simple como Sylvain
Siempre se ha dicho, y así lo hacía su propia campaña de marketing, que Love Actually es la comedia definitiva. Una película que salió de las portentosas manos de Richard Curtis y se ha quedado establecida como una de esas historias que hay que ver en Navidad. Muchos tipos de amor hacen aparición pero no el amor posesivo, el amor tóxico, el que se rompe y falla desde la base. Ese sí está presente en Simple como Sylvain pero con un enfoque totalmente distinto.
Un drama sobre las relaciones
Esto viene ya que aunque se está promocionando como una comedia romántica no lo es. Acudir a la sala con esta idea solo supondrá un tortazo en la cara y una tremenda decepción. Simple como Sylvain, también conocida como La naturaleza del amor, tiene algún momento con humor y en algunos puntos ciertos hechos que podrían entenderse como un gag intencionado. Pero no es, desde ningún punto de vista una comedia.
Si fuera una comedia fallaría por todas partes. Lo que Monia Chokri propone en su último título es un drama, una historia llena de tragedia como lo es la vida misma. La tragedia de Sophia, interpretada por Magalie Lépine Blondeau, atrapada por sus propios deseos, prejuicios, dudas y supuestos. No hay buenos o malos en este filme, si acaso hay un enemigo y es ella misma. Una mujer que en su búsqueda de la felicidad no deja de torpedearse de diferentes formas, todas ellas inconscientes pero hablando a la vez de la importancia de la comunicación, de dejar los miedos al lado y trabajar la confianza.
El valor de Simple como Sylvain
Ese puede ser el mayor valor de Simple como Sylvain, el dejar claro (como muchos psicólogos han hecho a lo largo de los años) que la comunicación es la base de toda relación. Sin comunicación todo está perdido. Hay que hablar las cosas, no darlas por supuesto, no dejar que se diluyan o peor, que se magnifiquen. Y en eso fallan todos los personajes de la producción, dicen muchas cosas pero entre ellos hablan muy poco y se escuchan todavía menos. Cada uno carga con su propia mochila y primero debe quitársela para poder seguir adelante.
Un buen trabajo interpretativo
Llegados a este punto hay que elogiar el trabajo interpretativo de su protagonista, la mentada Magalie Lépine Blondeau que da vida a su Sophia. La actriz sabe llenar a su personaje de matices, de medias verdades, de dudas, miedos, alegrías y sonrisas, todo ello para hacerla completa, real y totalmente palpable. Ella es lo mejor de esta película, es el pilar que lo sostiene todo y sobre sus espaldas está la carga de lograr que el conjunto funcione y avance.
A su lado, y también totalmente elogiable, está Pierre-Yves Cardinal como el Sylvain que da título a la película. Un hombre que parece bastante franco y simple (de ahí el título), con su propia empresa de reformas, con intereses muy sencillos, divertido, amable y, en apariencia, todo lo que Sophia parece estar buscando pero como siempre pasa (y así es la ficción) lo que brilla puede ser oro o bronce bien bruñido. Todos somos más, y menos, de lo que parece a primera vista, y así es en su caso.
Un título coherente y bien construido
Amor, dolor, pasión, costumbrismo, amistad, falsas amistades, medias verdades, mentiras descarnadas… Todo eso es Simple como Sylvain. Un drama, que no una comedia, que muestra una forma compleja, tóxica y problemática de entender el mundo de las relaciones y da consejos sobre cómo evitarlo (de forma básica: hacer justo lo contrario de lo que hacen todos los personajes).
No puede decirse que este sea ese filme que vaya a cambiar el cine o que sea fresco y renovador, no es el caso, pero sí está bien construido, es coherente con sus propias premisas y cuenta con unas solventes actuaciones de todo su reparto. A ello se suma que el guion y la dirección de Monia Chokri, en el que es su tercer largometraje (tras Babysitter y La femme de mon frère), están trabajados y cuidados, todo encaja en su sitio y todo fluye con suavidad y destreza.
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