Cartel de Navidad en Baltimore. Créditos: Movistar +
Diciembre avanza y es el momento de empezar a empaparse del espíritu de la Navidad, puede ser con Navidad en Baltimore, con el especial de los Fraguel (del que puedes leer aquí nuestra crítica) o, como hago todos los años, volviendo a leer Cuento de Navidad de Charles Dickens. Cada uno puede elegir la forma que prefiera, hay tantas opciones como personas.
Navidad en Baltimore no es la típica comedia de Navidad
Cuando empecé a ver Navidad en Baltimore me esperaba una comedia de amor bastante al uso, esto fue debido a la información que desde Movistar + proporcionaron. En la misma la sinopsis es la siguiente: “Una divertida, encantadora y dulce comedia romántica sobre un excómico de improvisación y una dentista cuyas vidas chocan por casualidad en una Nochebuena cualquiera.”.
Con solo indicar que sucedía en un pequeño pueblo, donde vivían en la adolescencia, y que uno ha heredado una cafetería, librería, tienda de regalos o un negocio similar podría parecer que es una de esas estupendas y naífs películas de Hallmark, pero no es así. Navidad en Baltimore es un producto distinto, y si bien de forma inevitable los dos protagonistas terminarán juntos el viaje no es el habitual.
Tarda en arrancar
Hay que indicar que el filme va de menos a más, le cuesta alzar el vuelo y coger el ritmo. De forma aproximada los primeros veinte o treinta minutos igual hacen que más de un espectador cierre y vaya a buscar en otra plataforma, pero el que se quede hará bien y descubrirá una película igual de tierna que compleja, igual de sencilla que profunda. No se trata solo de la fecha y los adornos o las luces, se hace un retrato de las dudas y miedos que todos tenemos.
¿Quiénes somos? ¿Hemos dejado atrás los rencores del pasado? ¿Qué elecciones hemos tomado? ¿Estamos con la persona que amamos o amamos a la persona con la que estamos? ¿Qué merecemos? ¿Estamos dispuestos a luchar por ello? Preguntas estas que no resultan nada sencillas de responder en la vida real y tampoco en la ficción, pero cuestiones que siempre deben hacerse y ser tenidas en cuenta.
Buen trabajo de personajes
Un filme que se adentra en tales hechos y conceptos debe sostenerse en un guion trabajado y que sepa cuidar y desarrollar a sus personajes, algo que el firmado por Michael Strassner (Johnno and Michael Try) y Jay Duplass (The Do-Deca-Pentathlon), quien también dirige, logra con acierto. Sabe que el centro de todo, y siempre debería ser así en toda historia, son los que viven la misma, ellos deben mover la acción y no al contrario.
En esta caso están Liz Larsen (La peor semana) como Didi, la dentista, y el propio Michael Strassner, como el excómico, quienes según pasan los minutos desarrollan una gran química y complicidad. Comienzan, como debe ser, como dos completos desconocidos para convertirse a lo largo de la obra en esas personas que llegan para cambiar la vida y, lo más importante, hacerla mejor al quererse la una a la otra solo por ellos mismos. Sin prejuicios, sin expectativas, sin nada más que anhelar estar juntos y ayudar a que cada uno sea la mejor versión de sí mismo.
Liz Larsen es lo mejor de Navidad en Baltimore
Y si bien los dos cumplen y más que sobradamente hay que alabar a Liz Larsen quien se convierte en lo mejor del título. Lleva en activo desde los años noventa del pasado siglo XX, en concreto empezó en 1993 con Ángeles sin cielo, y en esta película se mete al espectador en el bolsillo con gran facilidad.
Una mujer que ha sufrido, que aunque se haya roto intenta volver a recomponerse, alguien que sabe que la felicidad es algo frágil pero no por ello deja de buscarla, de esperarla y está dispuesta a arriesgarse para tenerla de nuevo en su vida. Aunque, y es muy importante, no es consciente de algo: está ahí, dentro de ella. Solo debe coger confianza y dejar que salga.
La necesidad de la felicidad
Navidad en Baltimore se adentra con soltura y habilidad en la necesidad que todos tenemos de ser felices, aunque haya personas que parezcan haber claudicado con ello, pero también de que la Navidad es algo personal y cada uno debe celebrar según quiera.
En los últimos años se ha convertido en una costumbre despreciar la fecha por uno u otro motivo que cuando se investiga un poco más, charlando con el conocido o amigo de turno, se descubre que es más por sus propias vivencias en tales días que nada más. Sucede que, y es entendible, se culpa a la Navidad de esos hechos en vez de a los hechos en sí, o a las personas que crearon la desagradable situación.
Este largometraje enseña que esto puede entenderse de otra forma, que la Navidad es para vivirla y celebrarla según consideremos, con aquella persona que queremos, de la forma en que nos parezca mejor. De eso se trata, de amar, de disfrutar, de sonreír y de vivir momentos llenos de candor y alegría. No es otra cosa. Un mensaje claro que no siempre se entiende.
Déjate llevar
Puede que Navidad en Baltimore no sea la típica comedia de Navidad y que tarde un poco en coger ritmo pero merece la pena verla, merece la pena dejarse ir con ella, y merece la pena acompañar a los personajes en su viaje. Y al final, quizá, como decían en Love Actually, resulte que basta con un beso, una sonrisa, una reverencia y un saludo. Y, por supuesto, un beso aunque no sea bajo el muérdago.
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Escritor y periodista de amplia trayectoria (AQUÍ, Cinemascomics, Infonegocios…), especializado en Cultura Pop aunque también ha escrito de temáticas muy distintas como política y el mundo de los negocios. Creador del personaje infantil Frost, perrito de aventuras descrito por RTVE como «Un nuevo héroe para los niños». ISNI 0000 0004 4335 5012



