Hace poco he empezado a leer La muerte silenciosa, una novela de La Sombra que tenía pendiente desde hace tiempo. Este personaje siempre me ha resultado atractivo e interesante, al igual que sus diversas revisiones como la película protagonizada por Alec Baldwin o los imprescindibles cómics de Howard Chaykin y Bill Sienkiewicz, ambos dos conocidos autores que además han logrado llevar realmente bien la esencia pulp que rodea a la creación de Maxwell Grant.

Es cierto que quizá La Sombra sea el personaje más conocido de esa tendencia pero no el único. Cabría nombrar también a Green Hornet, bien popularizado en los años sesenta por la serie de Van Williams o Black Terror al que Alan Moore revisó en su fantástica serie Tom Strong. Y más, muchos más ya que la cantidad de héroes (o anti héroes) que poblaron las páginas en los años treinta y parte de los cuarenta son prácticamente incontable.

Personas llevadas más allá del límite, entregadas a cruzadas contra el mal en las que en ocasiones debían volverse peores que sus enemigos, todo ello antes de la popularización de los superhéroes y sus fantasías desbordantes. Si bien es cierto que a veces sus aventuras tenían ciertos puntos más irreales en gran medida sus historias eran urbanas y enfrentados a mafiosos o similares, entre los que cabe (claro está) algún genio que intenta conquistar el mundo o las habituales venganzas de antiguos oponentes.

Tramas que te envolvían y que a pesar de lo tópicas que pudieran ser no te dejaban ni un solo momento de libertad o descanso. Los héroes iban a salir victoriosos, las ventas debían continuar, pero hasta el final del relato lo pasarán mal y verán su vida peligrar a cada página. Esto es precisamente lo que logra hacer Chris Roberson en Masks, editado originalmente por Dynamite y que podemos leer en nuestro país gracias a Aleta (editorial de la que cada vez soy más fan, así os lo digo).

El guionista se sirve de los personajes antes mentados y otros bien conocidos (o sus herederos) para recrear gracias a las viñetas una historia con todo el sabor pulp de antaño. Se sirve además de los talentos del conocido Alex Ross y Dennis Calero, que brindan a cada página un mundo lleno de luces y sombras al punto de imitar la iluminación habitual en las películas del género. Cabe destacar el estupendo color que no hace más que potenciar esto con una paleta de tonos ocres y oscuros, aunque sin caer en la tan común moda de hacerlo desaturado. Esto hubiera sido un completo error ya que un mundo en el que no hay grises debe mostrarlo en todo momento y no dejarse llevar por simples tendencias que no aportan nada a la trama.

Así desde un primer momento nos adentraremos en una ciudad oscura, apenas iluminada por una pocas farolas que apenas dejan ver todos los peligros que acechan. El buen arte de Alex Ross permite que el lector casi se hunda de forma literal en una pantalla de cine, pero poco se puede decir de este ilustrador que no se sepa ya. Otro tanto hay que valorar la buena recreación de personajes que hace Dennis Calero logrando que un montón de tíos que en esencia visten muy similar (de oscuro, grandes abrigos, máscaras, sombreros para ocultar su cara…) sean totalmente diferentes tanto en sus rostros como en su forma de moverse o de desenvolverse con sus inesperados compañeros.

Menos mal que Aleta ha editado todos los números de esta primera serie en un volumen, ya que resulta muy complicado pensar serás capaz de dejar de leer en algún momento. Además se completa la propuesta con una serie de bocetos y diseños originales de Alex Ross, además de diversas portadas de ilustradores como Howard Chaykin o Sean Phillips.

Masks es una pura delicia, no hay otra forma de describirlo. Personalmente solo me parece que le falta un detalle para resultar perfecta: que aparezca el Hombre Enmascarado (The Phantom).

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