Hoy en día, o nowadays (que no actually) el tema de los idiomas, el inglés, y la traducción están de moda. Lo más habitual es debatir sobre los títulos de las películas, si no son como toca o simplemente no tienen nada que ver. Es tan común que hasta aquí hemos hablado de ello.

Pero ¿qué ocurre con las traducciones más cotidianas? Sobre todo me refiero a las de uso común, en nuestro día a día. ¿Nos fijamos en que sean correctas? ¿O es que como no es un tema de moda como el cine no hace falta reparar en ello?

Si sucede entre amigos, no hay que darle tanta importancia. ¿Que nos equivocamos? Un motivo más para echarnos unas risas. Pero, ¿y si se trata, precisamente, de aquellos que nos informan?

El otro día desde el portal de EuropaPress podíamos acceder a una noticia de Infosalus, en la que se nos recomendaba tomar vegetales para mejorar la memoria. Me imagino a todos los lectores de la noticia haciendo cola en las floristerías a la caza de geranios, lirios y margaritas. O quizá en el parque, para coger unas cuantas hojas de roble o platanero con las que basar su ensalada.

Geranios

Absurdo, ¿no?

Quizá lo que ocurrió fue que no se trataba de una noticia redactada en castellano, sino traducida. Quizá resultó que era una noticia en inglés y se había considerado que el vegetables original era equivalente al erróneo vegetales, en vez del correcto verduras.

Puede ser que fuera un despiste. No hay que correr y a la primera de cambio darle tanta importancia. Es cierto. Hay que considerar más de una hipótesis. El problema es que “vegetales” salía más de una vez. En 3 líneas aparecía 3 veces. No hay duda posible.

¿Cómo puede ser que aquellos que nos deben informar permitan un error de tales dimensiones?

Las prisas del periodismo. Claro. Siempre se alude a ellas cuando hay un error. Primar el tiempo de redacción y publicación ante la calidad. Eso puede justificar un doble espacio, que no haya un punto, la falta de un carácter o incluso el cambio de orden de dos letras. Un error de forma. No es justificable, pero entendible. Pero lo que no se puede permitir es un error de concepto como este.

La labor de un periodista consiste en informarse para poder comunicar. Un sector que se acostumbra a jactar de ser tan importante y vital para mantener al pueblo informado debería, al menos, ofrecer una buena calidad en su trabajo.

Además, este caso me plantea una importante cuestión: ¿si con algo tan básico y comprobable hay errores de tales dimensiones, qué sucederá con las cosas más complejas y difíciles de rastrear?

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