Zira, Aurelio y Taylor en El planeta de los simios. Créditos: Disney.
El planeta de los simios es una de las grandes franquicias cinematográficas de los últimos tiempos (y décadas). Su vida puede dividirse en tres, la saga iniciada en 1968 bajo la dirección de Franklin J. Schaffner y el protagonismo de Charlton Heston, la película unitaria de 2001 con Tim Burton a los mandos y Mark Wahlberg como actor principal y la actual iniciada en 2011 por Rupert Wyatt que hasta el momento lleva una trilogía y una cuarta entrega situada centurias después.
La novela original
Pero ni estas películas, ni las series de televisión, ni los cómics, ni nada sería posible de no ser por Pierre Boulle. Él fue el escritor de El puente sobre el río Kwai, novela que sirvió de base para otro gran éxito de la gran pantalla, y por supuesto de La planète des singes, según era en su francés original, que se publicó por primera vez en 1963.
Curiosamente para él no se trataba de una obra de ciencia ficción y sí de sátira política y social. Ambas cosas eran ciertas, es una elucubración con un componente importante de ciencia ficción pero que brilla gracias a toda la sátira y muy evidente crítica que el autor introduce en sus páginas. De no ser así sería una sencilla (y recomendable) historia de aventuras pero no habría pasado, seguramente, a la historia.
Una reflejo distorsionado
La trama que presenta la novela es bastante próxima a la que llegará a los cines en 1968, tras un intento previo de Rod Serling que vería la vida muchos años después en forma de cómic (con el título en España de El planeta de los simios: Visionarios), con algunos cambios y licencias por aquí y por allá. El más relevante es que en el filme la tripulación llega a un mundo de simios pero en el que la civilización parece muy pequeña y modesta, no así en la novela donde es un émulo total y completo de la de su época. Como una fotocopia o un espejo, aunque todo es algo distinto, está distorsionado y parece difuso.
Ese fue el genial acierto de Pierre Boulle, convertir a toda la sociedad en un atajo de simios que no crean, que no inventan, que no se atreven. Que solo repiten los mismos y manidos mantras una y otra y otra vez, con un cuadrado vital y social muy concreto del que uno no puede salirse si no quiere ser atacado y vilipendiado. Hay unas élites que se autovanaglorian de ellas mismas, de sus éxitos que no son más que calcos de los de otros, de ideas y pensamientos que se repiten una y otra y otra vez…
Por supuesto todo se sostiene gracias a una narración que no deja un momento de descanso y unos personajes bien trabajados. Es fácil sentir empatía por Ulises Mérou (en el cine sería, con ciertos matices, George Taylor), cariño y simpatía por la inteligente y abierta de mente simia Zira y un desprecio notable por el superior de esta, Zaius, que representa en su persona lo peor que la burocracia y el mundo catedrático puede dar, ya sea en un nuestra planeta o en el suyo.
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Una obra icónica y genial
El planeta de los simios es una obra icónica y genial por muchos motivos, una lectura que no deja indiferente a ningún lector desde hace décadas. Si conoces las películas y eres fan de la saga, sea la clásica o la moderna, no lo dudes y hazte con la novela original. No te arrepentirás.
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