Es complicado explicar qué se siente cuando alguien cercano a ti se suicida. Es una mezcla de rabia con mucho de tristeza, frustración y otro buen número de emociones que no son en absoluto fáciles de gestionar. Es un momento que te marcará por siempre, que hará que en los años que han de venir te preguntes y en ocasiones te culpes, no es sencillo dejarlo atrás (si es que alguna vez se hace) y menos todavía que alguien que no lo ha pasado pueda realmente entenderlo.
Eso es algo bueno, ya que quiere decir que esa otra persona, esa amiga, ese novio, no lo han vivido y no saben el dolor que supone. Y ojalá que jamás lo sepan, que nunca lo vivan en sus carnes. Hay muchas obras que abordan el tema, algunas más acertadas que otras, algunas más dolorosas que otras.
Recuerdo que tardé mucho tiempo en leer El arte de volar por lo cercano del tema. El padre de su autor, con el que pude charlar en diferentes eventos, se quitó la vida. Algo que por desgracia también he pasado, y que al intentar leer esas primeras páginas me hacía imposible seguir. Pasó el tiempo y lo logré, por fortuna ya que El arte de volar es uno de esos cómics imprescindibles que todo el mundo debería tener en sus manos.
No es fácil hablar de ello y siempre es duro leerlo. ¿Dónde quedaron los buenos tiempos? es un ejemplo de ello, y ya desde sus primeras páginas logró que alguna lágrima se me escapara, y más a lo largo de la lectura. El tratamiento de personajes, de sus flaquezas y humanidades, de su día a día, de un pasado que ya no volverá…
Puede que en mi caso me haya sentido muy identificado por todo lo que Jim y Alex Tefenkgi cuentan en esta obra, por su protagonista y su mundo. No en vano uno va cumpliendo años, dejando atrás unos sueños para luchar por otros, amigos que antes estaban y ahora ya no, el universo va cambiando y nos aleja de aquello que pensamos de pequeños que seríamos de mayores. No es algo necesariamente malo, a veces es bueno y otras sencillamente es, nada más.
En Frasier hay un episodio en el que Roz Doyle queda embarazada por una relación con un chico de veinte años, que está dispuesto a dejar todo para criar a la pequeña con ella. Pero ella no quiere y le dice una frase que es de las mejores de esa serie: “tú tienes veinte años, puedes ser cualquier cosa. Yo ya soy una cosa”. Una sentencia bella a la vez que triste.
¿Dónde quedaron los buenos tiempos? Quizá en el pasado, quizá en el mañana y quizá estén por venir, pero lo único seguro es que la pregunta que plantean estos autores no tiene una respuesta fácil, salvo quizá que hoy sean esos buenos tiempos. Es el único tiempo que tenemos, el ahora.
Disculpad si en esta ocasión me he ido por las ramas, si he pecado de hablar demasiado de mi propia experiencia, pero me ha sido imposible no hacerlo.
Leedlo, no os puedo decir otra cosa. ¿Dónde quedaron los buenos tiempos? Esa es la pregunta, la eterna pregunta.
Leedlo, y poneos a Johnny Cash de fondo.
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