Imágenes cedidas por Mabel Lozano.
Imágenes cedidas por Mabel Lozano.

Todos hemos visto la preciosa película Pretty Woman. La inolvidable historia de una prostituta que se enamora de un atractivo ricachón y finalmente se irán a vivir juntos mientras (es de suponer) comen perdices. En alguna contada ocasión se deja entrever algo de la cruda realidad de la protagonista, pero claro está que esta cinta no deja de ser un cuento de hadas y no tiene cabida para ello.

No es así en el documental Chicas Nuevas 24 Horas que firma Mabel Lozano. De hecho es todo lo contrario. Una torta de realidad en la cara que nos hace estremecernos ante un tema que (no seamos hipócritas) todos conocemos pero solemos ignorar.

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En ocasiones nos escudamos en que es algo lejano, algo totalmente desmentido en cualquiera de los muchos locales en las afueras de las ciudades o dando un simple paseo por Montera en Madrid. También el pensar que no tiene solución y que es una lástima, pero realmente no hay nada que no pueda enmendarse la cuestión es si interesa hacerlo.

La dura respuesta es no, no interesa. Como bien deja claro el metraje hay tantas partes implicadas que se lucran con la trata de mujeres que es casi imposible tocar el problema, al menos de raíz. Sorprende darse cuenta de ello, ver cómo algunas familias dejan a sus hijas a merced de desconocidos y las repudian después, lo inhumano de los implicados y las duras condiciones de semi esclavitud en las que viven.

Mabel Lozano en pleno rodaje.
Mabel Lozano en pleno rodaje.

No pueden salir, no pueden opinar, pagan multas impuestas por sus dueños (esa es la palabra, dueños), no comen si no cumplen una recaudación, pagan por su manutención y todo para acabar teniendo una enorme deuda que jamás podrán asumir. La lucha de un sueño que muere, eso es. En muchos casos el único motivo es poder ayudar a sus padres y hermanos, yendo a trabajar en lo que piensan que es un restaurante o un comercio para encontrarse alquiladas sin pudor alguno ante clientes con todavía menos escrúpulos.

Aunque como bien dice el documental llamarles clientes no es justo, da un punto de honradez que no es cierto. Un cliente es el que compra en una tienda de cómics o en una juguetería, no el que paga a una joven para tener relaciones con ella. Un dinero que claro está no va realmente a sus manos y que dejará terribles secuelas en la mente de chicas que no son más que niñas.

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Sí, niñas y adolescentes. Uno de los temas más terribles que trata Mabel y lo hace de la única forma posible: con la realidad. Con declaraciones de víctimas, de autoridades, con imágenes llenas de dolor y pena sabiendo que todo lo que han vivido nunca desaparecerá.

Tampoco puede dejarse de lado el hecho de no saber el número de niñas mujeres que sufren esta realidad, o siquiera si todas ellas logran salir de ello con vida. Muchas son vendidas a barcos o a bares frecuentados por mineros como puro entretenimiento, algunas escapan, otras no, el destino es siempre incierto y oscuro para ellas.

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¿Quién es el culpable? ¿Las familias? ¿Las agencias de viaje que sabiendo qué sucede venden los billetes? ¿Los dueños? ¿Los clientes? Todos. Cada eslabón de una cadena forma parte de la cadena y mientras esta no se rompa la rueda seguirá girando y girando hasta que la bicicleta se rompa del uso.

Un documental duro y directo que no cae en sutilezas o en suavizar los hechos. Mabel Lozano demuestra de nuevo ser una realizadora intensa capaz de abordar las problemáticas más terribles de la única forma que debería hacerse, sin piedad pero con una gran humanidad.

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