Cartel de Ya me has tocado el cuento. Créditos: MPC Management.
Una misma historia cambia mucho en función de quién nos la cuente. Por eso es importante tener todas las versiones antes de formar una opinión. Y aunque, a veces, parece que las cosas están muy claras, seguro que hay cosas que no sabemos. Hablemos de Ya me has tocado el cuento.
Una vez más, nos sumergimos en el territorio de los cuentos, pero aún más importante, volvemos al escenario y al teatro. Volvemos a recaer en un espectáculo donde vamos a recordarnos que no todo es tan bonito como se ve desde fuera y que hasta las personas que se pintan como felices en la superficie, no lo son tanto en lo más profundo.
A los mandos de esta historia principesca, se encuentra alguien que (si eres habitual de nuestro medio) ya es una artista conocida: Olivia Lara Lagunas, a quién conocemos por interpretar a Bella en No me toques el cuento. En este caso, la Compañía Teatroz se une a Evoca Producciones para llegar a cabo esta historia particular.
Esta vez tenemos a cuatro actores como protagonistas del relato: Florian (Kevin de la Rosa), Felipe (Pedro Cerezo), Bestia (Alejandro Chaparro) y Enrique (Víctor de la Fuente), son los príncipes emparejados con las princesas de la obra anteriormente mencionada (Blancanieves, Aurora, Bella y Cenicienta, respectivamente).
Esta vez, la historia parte de un suceso del que ya hemos hablado aquí: “Cuando los príncipes Florian, Felipe, Bestia y Enrique descubren que sus princesas se han marchado al Mundo Real para vivir experiencias, buscan ayuda para ir a su rescate. Pero, un detalle: ¿a quién pide ayuda un príncipe cuando le hace falta?»

Ya me has tocado el cuento: la negativa a mostrarse humano
Como ya se ha podido ver por los párrafos anteriores, esta obra es una secuela de No me toques el cuento. Aunque ambas pertenecen al mismo universo, son complementarias: no necesitas ver ambas para entender la situación, pero si tienes la oportunidad, verás el panorama completo.
A lo largo de la representación, hay una pregunta que sobrevuela constantemente: ¿Qué tan necesarios son estos príncipes? Una duda que no es para nada baladí, ya que vertebra el pensamiento de los protagonistas.
A priori, se diría que la obra presenta una madurez en su desarrollo, ya que parece ser más coral que la original, pero es una falsa impresión. La verdad se encuentra en la situación de partida del problema y es que todos comparten un dolor conjunto. Descubren la huida de sus parejas al mismo tiempo y ninguno sabe como es posible que haya sucedido algo así.
Lo que sucede a continuación es una búsqueda frenética para intentar solventar sus fallas personales y poder seguir el mismo camino que han recorrido las princesas. Y aquí es dónde nace el verdadero caos: ¿Cómo va a ser posible que tenga fallo un hombre blanco cishetero de la realeza?
Como podríamos suponer, vamos a encontrar unos prototipos de masculinidad tóxica que podrían aparecer en cualquier manual. Cualquier intento de mostrar sus auténticas realidades o sentimientos supone un tabú imposible de enfrentar. Pero no pensemos que es todo producto la toxicidad, incluso el más deconstruido de los príncipes necesita echar un vistazo a su realidad para abrir los ojos. Lo que empieza con una premisa clara, enseguida cobra otro sentido que hace ver las cosas de otra manera.
A pesar de sus reticencias, peleas y salidas de tono, estos cuatro personajes consiguen crear algo similar a un espacio seguro donde poder apoyarse los unos en los otros y aprender que les sucede o que hay mal en su historia.
Si sabes que funciona, ¿para qué cambiarlo?
Al igual que sucede con la obra anterior de la que nacen, no perdemos la música como elemento enriquecedor de la narrativa. Unas canciones que se acercan en tono a las que podríamos encontrar en las películas de animación, pero que dan un giro que podríamos denominar “inesperado”.
A nivel técnico y escenográfico, el esquema repite lo que ya se sabe que funciona: un decorado compuesto por cuatro sillas, una camarera y unos mínimos elementos de utilería. En cuanto a la iluminación, muy general, pero permitiendo momentos de intimidad dentro del relato, además de añadir un carácter festivo a la situación para romper un poco el drama. Es “una historia de tíos”, no lo olvidemos…
Un mensaje diferente al de la obra original, pero que, al ser esta su tercera temporada en cartel, todo apunta a que va a tener una larga continuidad en el tiempo. Un rato divertido, enriquecedor, canalla y, contrario a lo que se podría suponer, muy educativo. Hacen falta más obras como las de este universo para que, de una vez, nos demos cuenta de lo mal que están enfocadas algunas cosas.
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Actor y director teatral con veinte años de experiencia a bordo de la compañía Teatro Baypass, que él mismo fundó. Miembro de la organización de la Feria del Libro de Parla y técnico de cabecera en Estelar Media. Lee libros y cómics con la misma pasión que disfruta de un concierto o de una buena sesión de cine. ISNI 0000 0005 1808 8693



