Para nuestra eterna vergüenza
Día 1 de octubre de 2017, todo estalló.

El mundo está lleno de grises, y no lo digo por ser daltónico. Muchas veces nos empeñamos en ver en blanco y negro puro, pero no es algo precisamente acertado. El gris impera, todo sucede por algo y conlleva a algo, intentar simplificar al máximo es un error común que suele tener la consecuencia de liarlo todo más. Y en Barcelona el gris está por todas partes.

En Valladolid durante años hubo un alcalde que terminó inhabilitado y juzgado, en Barcelona se ha multado al comercio por rotular en castellano, Valencia ha estado salpicada de corrupción hasta el absurdo, en Madrid la contaminación es cada vez más preocupante y en España se sigue estando muy atrás en lo que se refiere al respeto por los animales.

¿Esto quiere decir que Valladolid, Barcelona, Valencia, Madrid o el conjunto de España sean malvadas? No, nada de eso. Eso sería ver en blanco y negro, sin intentar profundizar en el motivo y en la causa. A veces una acción, a pesar de ser hecha con una intención, no debería llevarse a cabo y es que nunca hay una única vía. Siempre hay más.

Siempre hay matices, puntos de vista, aristas a considerar y siempre debería ser desde el respeto. Por desgracia llevamos semanas en que no es así y ayer, día 1 de octubre de 2017, todo estalló. Y llegarán más bombas, me temo, y espero equivocarme pero lo peor está por venir.

Entonces sí hubo algo en común. La misma causa que unió a todos en los atentados de Barcelona, los de Madrid, Londres, París… La clara oposición a la violencia y al dolor, la vergüenza por lo sucedido y la pregunta de qué nos ha llevado hasta aquí.

Llevo viviendo en Barcelona cuatro años. Antes de eso estuve en Valladolid, Madrid y Valencia. Justo las ciudades que antes he mentado. Cada una de ellas distinta, con sus cosas buenas y malas, pero en general todas están llenas de personas que intentan vivir su vida y hacer las cosas lo mejor que saben o pueden.

Esto no siempre es así y es todavía más complicado si alguien aprovecha nuestros sentimientos y hace promesas que no se pueden cumplir; tampoco es sencillo lograrlo si otro deja de lado la empatía por el triunfo de la normativa. De nuevo, blancos y negros, y como he dicho algunas veces en redes sociales, al final los ciudadanos somos los títeres en manos del marionetista.

La violencia tiene muchas formas. Puede ser intentando acallar un idioma o impidiendo que alguien haga su trabajo, también puede ser el escuchar solo a los tuyos o el trasladar en otros lo que es tu responsabilidad. Todo esto lo hemos visto, hoy, ayer y por desgracia supongo que mañana.

He visto a gente okupando (con K, parece que es importante) colegios para amparar que se hiciera un acto ilegal aunque moralmente entendible, he visto a la policía desalojando sin golpear a nadie pero también he visto lo contrario y de nuevo como ya sucedió en el 15-M se convierte a nuestros defensores en perros guardianes.

También he visto a gente haciendo cola sin altercado alguno y con la policía solo vigilando que no sucediera nada. ¿Incumpliendo órdenes? Puede ser. ¿Quiénes? ¿La gente o la policía? De nuevo los grises, las dudas y los pensamientos sobre qué debía haber sido y qué resultó ser.

De la misma forma he visto que unas calles más allá había calma total, la gente paseaba y tomaba su aperitivo, los perretes jugaban y las parejas se cogían de la mano. En una mesa había dos catalanes, un vasco, una medio aragonesa y un castellano. Es decir, mis amigos y yo. Charlando, hablando de lo sucedido, cada uno compartiendo nuestras ideas y preocupaciones, cada uno con una ideología, con una forma de entender lo sucedido.

En algunos puntos estábamos todos de acuerdo, en otros no. No pasaba nada, seguíamos hablando y debatiendo. Sin sangre, sin maldad, sin dejar a nadie fuera y preocupados, igual que todos, por la deriva que han tomado las cosas. Es terrible, es absurdo, es inimaginable y es indigno.

De mi círculo cercano de amistades en Barcelona hay algunas personas que han ido a votar, otras que no. Cada uno movido por su forma de entender y ponderando sus motivos. En mi caso no he ido. En el mundo de blanco y negro que muchos quieren vivir no he debido ir ya que no estoy a favor y no quiero que otros puedan expresarse. Por desgracia en las últimas semanas hemos visto demasiado de eso de “o estás conmigo o contra mí”, gritos llamando a alguien fascista hasta el punto de que ya pierde su sentido, o que “Roma no paga a traidores”.

No debería ser así, cada uno tiene sus motivos y puede querer decirlo o no. En mi caso no he ido a votar ya que sigo todo lo que ha sucedido desde hace mucho, no un mes o dos, ya que el tema es más complejo, y creo que no se ha buscado realmente la forma de hacer un referéndum con garantías y que ampare a todos. De igual forma no creo que Cataluña deba independizarse, o más bien no creo que sea el momento con todo lo que todavía hay que solucionar y mejorar. ¿Más adelante? No sé, no puedo decir qué pensaré en un futuro, lo que sí puedo deciros es que entre las cosas que hay que mejorar están odios y rencores que se habían ocultado bajo la alfombra.

A veces he escuchado esa patraña de que tenemos los políticos que nos merecemos. No es cierto. Yo no me merezco a ciertos políticos y creo que tú tampoco. Debemos apostar por el diálogo y el entendimiento, por buscar puntos desde los que empezar a crecer y desarrollar proyectos en común. Ya hay bastante dolor y castigo fuera, no hace falta que busquemos una dosis extra.

Creo que Puigdemont y su cohorte han usado en su propio beneficio un sentimiento que existe desde hace mucho, que han buscado con un discurso marcado por la posverdad, el aplauso fácil y el encumbramiento. Creo que Rajoy y su cohorte han usado en su propio beneficio la confianza de los votantes, que han buscado una solución rápida para lograr el aplauso fácil y el encumbramiento.

Creo muchas cosas, creo que podemos no ver el mundo en blanco y negro. Quizá los daltónicos tenemos algo de ventaja por eso no de no ver bien los colores, no lo sé. Pero creo que nadie debería hacer y orquestar nada sin ir de frente, sin decir las verdades ya sean buenas o malas, considera que si alguien gobierna a un pueblo es para servirle y que este mejore, no para lo contrario.

Creo que podemos ser mejores. Creo que ellos y todos pueden serlo. Creo que queda mucho camino pero en vez de baldosas amarillas lo que tenemos ahora es baldosas de vergüenza.

No sé si conocéis una serie de cómics que se llaman Astro City. Hay un superhéroe que se llama el Agente de Plata, es el mejor de todo y el que inspira a los demás, al igual que Superman o el Capitán América. Es el espejo en el que uno ha de medirse, siempre buscando ser la mejor versión de nosotros mismos que podamos ser.

En uno de los números de esta obra será juzgado y condenado a muerte. Rápidamente la opinión pública y los medios se posicionan en su contra, sin dejarle lugar a la duda y sin importar aquello que representaba. Él no luchará contra ello, es inocente pero sabe que será ejecutado. Lo acepta con orgullo y valentía.

La verdad saldrá a la luz y será tarde. El crimen se habrá cometido, él ya no estará y solo quedará el dolor por la pérdida, las lágrimas de la esperanza rota y la muerte del alma de una ciudad. Y una estatua, una representación de él sobre un bloque de piedra en el que se puede leer “Para nuestra eterna vergüenza”.

Eso mismo es lo que perdurará del 1 de octubre de 2017 en Cataluña y Barcelona. Eso es lo que podrá ponerse en las fotos de ese día cuando sea solo un recuerdo. Eso deberíamos decir cuando hablemos de ello e intentemos entender al que está enfrente, eso debería ponerse en carteles en los edificios institucionales, eso y nada más.

Para nuestra eterna vergüenza.

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