Este mundo tiene muchas cosas buenas, y una de ellas es el vino. Si bien es cierto que de pequeños tiene un sabor que nos cuesta apreciar, el paso de los años nos hace ver que es un auténtico placer tomarlo.
Mejor acompañado, con buenos amigos, con nuestra pareja, y con algo de picar.
¿Pero qué hace un buen maridaje? ¿Con qué deberíamos tomarlo? Esa fue una de las preguntas a las que respondió el enólogo Jordi Torrella en la cata de El Corte Inglés. Allí la propuesta fue salón ahumado y picotas de pan, aunque para él los vinos blancos son adecuados para las carnes blancas y el tinto para caza.
Gracias a él el encuentro gozó de un ambiente distendido, ya que en su opinión hay que adecuarse al público. “No puedes hacer algo técnico si no es para profesionales”, comentó y quedaba claro su predilección por algo más práctico para lograr que los asistentes pudieran aprender una distinción sencilla a través del gusto y el color.
Y es que si bien es cierto que todos podemos paladear un vino, es mejor cuando sabemos de qué va la cosa. Pero él aclara que no hace falta ser un experto para apreciarlo, todos sabemos si nos gusta o no y muchas veces en eso se basa nuestra propia clasificación de si es bueno o malo. “Un vino puede ser bueno, pero si no te gusta, no te gusta”, dice tras explicar que su intención en este tipo de catas es ayudar a que la gente se introduzca un poco más en este fascinante mundo.
Para ello se sirvió de tres buenos amigos: Bri (Del Celler De L´Era), Blei y Clos Martina (Mas D´En Blei, ambos). Dos tintos y un blanco, lo que llama la atención ya que no es el orden habitual, pero cada uno es un sabio en su oficio y su elección estaba cuidada.
Así durante cerca de una nos desveló varios secretos, desde qué tipo de uva y el proceso que se seguía para realizar su paso a bebida, sin dejar de lado qué podíamos detectar en cada sorbo. Aunque para los que no somos expertos, solo simpatizantes, en ocasiones costaba sacar ese saber que se nos hacía saber.
Así el primero de ellos tenía un cierto toque de frutas del bosque, que le hacía ser más fresco y ligero que su compañero, Blei. Este resultaba algo más áspero, con personalidad y cuerpo, casi como si estuviéramos ante nuestra primera chaqueta de cuero, y no cabe duda de que fue mi predilecto en esa sesión.
Menos me cautivó Clos Martina, que aunque resultaba interesante con ese toque de pera y manzana (además de un aroma muy atractivo) tuvo que enfrentarse a que no soy muy amigo de los blancos. Quizá se deba a mi infancia castellana acompañada de carnes fuertes y vinos tintos.
Lo que sí logra conquistar a cualquiera, es el tomarse una copa junto con alguien al que apreciamos. Queda fuera de toda duda que con amigos y unas tapas todo brilla más, y en una ruta de sábado noche bien podemos combinar nuestro peregrinaje con un poco de uva (o de cebada, si os va más). Pero lo nunca debe falta es una buena conversación, salpicada de amistad y risas.
Tinto, blanco, cerveza, whisky… da igual, mientras sea en compañía. La de otros, o la nuestra.
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