Póster original de El increíble hombre menguante. Créditos: Universal
Hace tiempo ya hablé en esta web de la obra de Richard Matheson, comparando en aquel caso su novela En algún lugar del tiempo y la adaptación que generó. Pero allí se trataba de una obra no tan popular como en la que me centro ahora, que junto con Soy Leyenda se trata de un título indisolublemente relacionado con dicho autor: El increíble hombre menguante. Igual hoy en día puede parecer anticuada, pero se conserva espléndida pese al tiempo transcurrido.
Comprendiendo la sociedad de aquel entonces, se motivó que el increíble suceso se basara en los poderes de la radiación, ya que su novedad a mediados del siglo XX la hacía estar en boga, nutriendo el género fantástico de todo lo que diera de si la imaginación (poco después vendría el nacimiento de los superhéroes de la editorial Marvel, muchos de los cuales consiguieron sus poderes también por culpa de la radiación, caso de Spider-Man)
Pero si esta historia es destacable no es por la premisa argumental, sino por lo bien que la desarolla: a través del punto de vista de Scott Carey (nuestro sufrido protagonista) iremos viendo como su cada vez más menguante tamaño le hace perder su condición de hombre frente a su esposa (cuya imagen deviene de amante a maternal, algo que irrita al protagonista, que no ha perdido sus apetitos sexuales) así como de padre ante su hija.
En referencia a esto último, hay un fragmento donde analiza con acierto porque el tamaño es resolutivo a la hora de conseguir respeto… y el no tenerlo es causa de perderlo. Al principio los médicos le harán cientos de pruebas, sin conocer el motivo de su afección, y cuando lo descubran será demasiado tarde, pasando a ser él poco más que un insecto en su propia casa (que es el momento donde lo conocemos al inicio de la novela).
El increíble hombre menguante, una obra maestra del género fantástico del siglo XX
Narrado en flashbacks mientras el protagonista continúa en el sótano donde se perdió de su familia (cerca del final sabremos como), son especialmente destacables (del periodo de tiempo en el que su tamaño hace que se le confunda con un niño) cuando está a punto de ser agredido por un claro depredador pedófilo (no lo dicen de forma específica, pero las pistas si son claras) así como un grupo de gamberros que quieren pegarle una paliza (confundiéndole en inicio con un niño pequeño).
Pero la cosa empeorará no sólo cuando su propio hogar se transforme a sus ojos en un terreno vasto e inalcanzable, sino cuando su propio gato primero y una araña después se transformen para él en bestias inmensas, contra las que defenderse debido a su cada vez menor tamaño. Pese a todas las calamidades que vivirá (narradas con tal acierto que sientes una total empatía hacia Scott y consigues ver el mundo desde su pequeño punto de vista) lo mejor sin duda es un final abierto.
Dicha conclusión mezcla tanto terror (por la extraordinaria situación) como lirismo (ya que el protagonista acepta su nueva situación) siendo posiblemente uno de los mejores que he leído en mi vida y que me deja con las ganas de más.
En cuanto a la película, el propio Matheson guionizó un año después de la edición de su relato la adaptación de El increíble hombre menguante para el cine, en una película considerada por muchos como una obra maestra del cine fantástico de serie B de mediados del siglo XX. Mis dudas estaban relacionadas con los necesarios efectos especiales para llevar a cabo este relato, pero asumiendo los medios que había por entonces, se suple con una solvencia e imaginación digna de mérito.
Divergencias entre la obra original y su adaptación
De todas maneras la moral imperante por entonces impidió que no haya ni una sola escena subida de tono en el film, cuando en el relato está clara en ciertos momentos la presencia de abusadores de diferente calaña, aparte de los propios problemas del protagonista con ropa (o harapos) que paulatinamente se le caerán (dejándole desnudo) con su progresiva disminución de tamaño.
Asimismo su posterior encierro en el sótano de su casa, perdido por su escaso tamaño, es debido en el libro por un gorrión, mientras que en la película la causa es el gato familiar (de todas maneras si hay una escena con pájaro en la película, que sirve para demostrar lo inexpugnable de su indeseada prisión en el sótano… al menos hasta que su encogimiento le lleve a poder salir por entremedio del enrejado).
Otro cambio es el progresivo cambio de carácter del protagonista, cuyo uno de los factores en la novela es el sexual (al considerar que está dejando de ser un hombre para su esposa) pero que en el film no es mencionado. Pese a ello se respeta la esencia del relato, centrado en demostrar una reflexión profunda sobre la vida y la existencia del ser humano partiendo de la premisa original de la progresiva disminución de Scott, lo que lleva poco a poco a una visión pesadillesca de nuestro entorno más habitual.
De todas maneras la espectacularidad visual que uno se imagina en el capítulo final (que no es tal, porque es abierto) se pierde en la película por motivos claramente técnicos, en detrimento de un soliloquio que viene a decir lo mismo. Pese a dichos cambios, sin duda alguna nos encontramos ante una adaptación modélica, de apenas 81 minutos que pasan en un suspiro, y en donde aunque los efectos visuales son propios de su época, sin duda alguna nos encontramos ante todo un CLÁSICO del género.
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Crítico especializado en cine y cómic, aunque no tiene problema en lanzarse a leer libros y opinar sobre ellos, siempre de forma constructiva y con educación. Bien conocido en el mundo de la divulgación por su alias, El Chacal, y su blog El Blog del Chacal donde comparte sus reseñas y conocimientos. ISNI 0000 0005 2401 3399