Cartel de 'Zootrópolis' (2016). Créditos: Walt Disney Pictures
En 2016 Disney estrenó una película sobre un mundo habitado por animales y su capital industrial, Zootrópolis, protagonizada por una conejo policía llamada Judy Hobbs y su nuevo mejor amigo, el zorro Nick Wilde. Esta semana, casi diez años después, llega la segunda parte.
Representando miedos y prejuicios
Zootrópolis se presenta como una ciudad utópica (como indica su nombre original, Zootopia), en la que todos los animales son bienvenidos y donde todos pueden llegar a ser lo que ellos quieran. La estética de la ciudad así lo demuestra, con ecosistemas adaptados a cada mamífero y accesibilidad para pequeños y grandes.
Sin embargo, esto solo es una mera fachada, pues ya desde el principio vemos que no se toman en serio que una simple conejo pueda llegar a ser agente de policía, y pese a ser la primera de su promoción es designada a agente de parquímetros. Hay una obvia distinción de clase y trato entre las especies designadas como depredadores y las designadas como presas.

Aunque ambos grupos conviven en paz entre ellos, hay interiorizados prejuicios por una parte y por otra. Las presas temen que los depredadores vuelvan a las andadas de cazarles y los ven con resentimiento. Mientras, los depredadores ven a las presas como seres inferiores que son incapaces de alcanzar las posiciones que ellos tienen. De ahí que cuando Judy Hobbs entra en la policía nadie se la toma en serio.
Se mire donde se mire, podemos ver una clara tendencia de especies en ciertos ámbitos laborales en Zootrópolis. Los grandes depredadores son agentes de policía, los perezosos son funcionarios y los conejos son granjeros. Además de ello, el alcalde de la ciudad, su máxima autoridad, es nada más y nada menos que el rey de la selva, el león.
Como en la vida real
El conflicto central de la película explota cuando la investigación de Judy sobre ciudadanos desaparecidos revela que todos tienen un patrón en común: son todos depredadores; y que seguramente exista un componente genético en la activación de su ancestral instinto de caza. Lejos de ser la causante del pánico general, Judy solo actúa como sesgo de confirmación de todo lo que se esconde debajo de la ciudad de la alegría y la paz.
Por otro lado, Nick Wilde es la personificación de la discriminación y un ejemplo del efecto Pigmalión. Antaño un joven zorro con ilusión y alegría, se topó con los prejuicios de una sociedad que le trataba como un zorro y no como lo que realmente es. Esto hizo que ocultara su auténtica faceta y abrazara el estereotipo de que no se puede uno fiar de los zorros, convirtiéndose así en un truhan sin escrúpulos. Aunque realmente, todo es una máscara para ocultar sus auténticos sentimientos. Nick ha aprendido que ser él mismo no es bueno porque la gente no va a ver eso, y decide abrazar a una versión más “cómoda” de él para los demás.
Y al final todo ello encaja perfectamente en el plan de la asistente del alcalde, Bellwether; una oveja cansada del mal trato de su jefe, con la idea de que el fin justifica los medios en su intento para acabar con la visión de superioridad de los depredadores. Uno de esos casos en los que el villano tiene una motivación legítima por un bien común.
Segundas partes (quizás) sean buenas
Este viernes llega la segunda parte de la película, Zootrópolis 2, que promete ofrecer nuevos dilemas y desafíos a una sociedad cuyas bases ya fueron sacudidas en la primera película. Te dejamos con el tráiler de esta nueva producción que esperamos esté a la altura.
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Crítico de cine de largo recorrido, además de amante del terror clásico y el mundo de LEGO. Es profesor Pokémon y ha sido juez del juego de cartas de la franquicia en torneos oficiales a lo largo y ancho del mundo. Es graduado en Traducción y ha sido el intérprete de nombres como Julian Glover y Paul Blake, General Veers y Greedo de Star Wars. ISNI 0000 0005 1808 8642



