El elenco de Poquita fe. Créditos: Movistar +
El regreso de Poquita fe a Movistar Plus+ no es solo una buena noticia para sus seguidores, sino un recordatorio de que la comedia televisiva en España aún tiene lugares por explorar. Esta segunda temporada, que llegará en septiembre, recupera a esa pareja tan imperfecta como reconocible —Berta y José Ramón— para llevarlos a un nuevo límite: el de la convivencia forzada.
Y es que si en la primera entrega ya veíamos tambalearse su relación, ahora se les suma la falta de vivienda, una mudanza no deseada con los suegros, la cuñada de turno y, como suele ocurrir en la vida real, una colección de pequeños desastres diarios que se acumulan como polvo debajo de una alfombra que ya no se barre.
Creada por Pepón Montero y Juan Maidagán, esta producción original de Movistar Plus+ sorprendió desde su estreno. No tanto por lo que cuenta —que en apariencia es poco— sino por cómo lo cuenta. Porque en la rutina más anodina, en ese día a día donde no parece pasar nada, hay una verdad que muchas veces se nos escapa.
“Nos viene una contando que le han echado del piso… Digo, ¿sabes a quién han echado del piso? A Berta y José Ramón”, explican Montero y Maidagán, en una frase que es casi una declaración de intenciones. La serie parte de la premisa de que lo extraordinario está en lo ordinario, que la épica doméstica tiene más que ver con sobrevivir a una comida familiar que con grandes gestas.
Tres meses después de la temporada 1 de Poquita fe.
Esta segunda temporada de Poquita fe retoma la historia tres meses después del último episodio. Berta (Esperanza Pedreño) y José Ramón (Raúl Cimas) no han logrado resolver del todo sus diferencias y, para colmo, son expulsados del piso.
Como solución temporal —y aquí el término «temporal» habría que cogerlo con pinzas— deciden instalarse en casa de los padres de ella. A partir de ahí, comienza un desfile de personajes que actúan como espejo y a veces como lupa de los defectos de ambos: la cuñada sin hogar que también aterriza en la vivienda, el compañero de trabajo que no aporta calma precisamente, una madre que siempre está de más, y hasta una alpaca, o al menos un jersey de alpaca, que tiene su propio papel (aunque eso ya se verá).
Regresa el elenco
El reparto repite a casi todos los rostros conocidos: Julia de Castro, Marta Fernández Muro, Chani Martín, María Jesús Hoyos, Juan Lombardero, Pilar Gómez, Enrique Martínez, y suma nombres como Eduardo Antuña, ampliando así un universo que crece sin necesidad de grandes alardes. Porque Poquita fe no necesita de giros imposibles ni de tramas enrevesadas. Lo suyo es otra cosa: la incomodidad de una conversación sin salida, el silencio que duele más que el grito, el desencuentro pequeño pero constante que erosiona. Y, sin embargo, todo con un sentido del humor afilado, absurdo y cálido, como una manta raída que todavía abriga.
No hay héroes en Poquita fe, y eso es lo que la hace grande. Solo hay personas. Personas que se equivocan, que no saben cómo hablarse, que arrastran frustraciones pero también ilusiones pequeñas. Que aguantan, que se caen, que siguen. Que, como cualquiera, a veces no saben si quieren reír o llorar. Y ahí, en ese espacio ambiguo y humano, la serie encuentra su lugar.
Una serie reconocida
El reconocimiento no se ha hecho esperar. La serie fue galardonada con el Premio Ondas a Mejor Serie de Comedia en 2023 y repitió hazaña en los Premios Feroz 2024, lo que la posiciona como una de las comedias más relevantes del panorama audiovisual reciente. Un éxito que no se explica por audiencias millonarias ni por efectos especiales, sino por algo más difícil de lograr: conexión con el espectador. Porque Poquita fe no se ve, se vive. Es incómoda, divertida, tierna, dolorosa y, sobre todo, muy cierta.
En tiempos de sobreproducción audiovisual, donde las series parecen competir por llamar la atención a base de cliffhangers o fuegos artificiales, esta ficción apuesta por lo mínimo. Su estética, deliberadamente sobria, y su narrativa, casi costumbrista, remiten más a la tradición del cine español de los 70 que a la televisión contemporánea. Hay ecos de Berlanga, de Azcona, incluso del primer Almodóvar, pero también algo muy actual en su manera de mirar. Porque si algo hace bien esta serie es reflejar el malestar sutil que atraviesa a muchas personas hoy: la precariedad, la soledad compartida, el amor en crisis, las familias enredadas, la falta de horizontes claros.
El estreno está previsto para septiembre y constará de ocho episodios, en los que probablemente volveremos a vernos reflejados —aunque no siempre queramos admitirlo— en los tropiezos de Berta y José Ramón. Porque, al final, todos hemos tenido poquita fe en algún momento. Y quizá por eso necesitamos que alguien lo cuente con tanta verdad.
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