Voy a ser sincero con vosotros. No es fácil hablar de Brass Sun. Es una obra compleja y preciosa, cuya magia se despliega antes los ojos del lector. Intentar hacerle justicia en unas pocas líneas no se puede. Sencillamente es así.

Imagina por un momento que el mundo que conoces no es más que un juguete. Un conjunto de bolas que giran unas con otras por la voluntad de alguien que las puso ahí hace miles y miles de años.

¿Te suena?

En base no deja de ser una creencia que se repite una y otra vez a lo largo de la historia. Con sus más y sus menos, cambian detalles y hechos, pero en esencia es la misma.

Y en Brass Sun llegamos hasta una nueva vuelta de tuerca de la misma. De nuevo jugando con las percepciones que cada uno tenemos de nuestro mundo y el papel que desempeñamos del mismo. Quizá las cosas no son las que nos han contado.

Puede que haya una orden cuasi monástica que mantiene el conocimiento a refugio para sus propios fines. Pero la verdad es imparable, el problema es que el tiempo la va desgastando poco a poco, se van perdiendo detalles y lo que permanece es un triste reflejo. No es una mentira, pero tampoco es del todo cierto. Debemos jugar con eso e intentar encontrar la luz mientras seguimos nuestro camino.

La evidente crítica a la cristiandad, o más bien a su estamento, queda clara casi desde el primer momento pero no es realmente lo importante. No es más que un elemento más de un mundo lejano al nuestro pero bien parecido en muchos aspectos, aunque quizá esté más lleno de emociones.

Emociones y de aventuras, claro. Ya que si bien puede entenderse este volumen como pura ciencia ficción es igual de cierto que podría encajar en otros géneros y que no le falta acción, además de un elegante toque steampunk que es usado con muy buen acierto para enriquecer la trama.

Ian Edginton e I.N.J. Culbard logran crear un relato ágil a pesar de haber sido publicado por primera vez serializado en la legendaria 2000 AD, que llega en un tomo de tapa dura por cortesía de ECC Ediciones. La oportunidad de leer esta obra en nuestro idioma (y además del tirón) es realmente una obligación para todos los que somos amantes del cómic.

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