Cuando uno acude al cine, lo hace por muchos motivos. Puede ser para buscar una reflexión sobre la vida y el alma humana, o igual más por un rato de amor junto a nuestra pareja, aunque claro está que puede ser sencillamente la búsqueda de un producto de entretenimiento para pasar el rato.

En este punto es en el que podemos situar a “Pacific Rim”.

Pacific-Rim-Poster

La última producción de Guillermo del Toro, y la que quizá abra la puerta a una nueva entrega de Hellboy, nos lleva a un mundo muy parecido al nuestro pero con una diferencia: una civilización extraterrestre (o extra dimensional sería más correcto) ha comenzado a llegar a nuestro planeta a través de una grieta entre dos placas tectónicas. Son seres de gran tamaño, con mucha fuerza y capaces de lanzar llamas (y otros tipos de energía), y para hacerles frente los gobiernos del mundo se unen para fabricar los Jaeger, enormes máquinas de combate tripuladas.

Durante un tiempo la lucha está en tablas, pero de pronto algo cambio y los enemigos comienzan a ganar. No queda mucho para el fin del mundo, y ahí es donde realmente empieza toda la película.

Hay que reconocer que esta cinta logra tenerte las dos horas pegado al asiento, disfrutando de las peleas (aunque en algún momento, por los giros de cámara, es complicado seguirlas) y dejando de lado la poca (nula) profundidad de los personajes. Por supuesto que tengan solo un nivel, o menos, de profundidad no hace mella en la historia, están concebidos para ser prototípicos y cumplir rápidamente con todas las ideas que de un vistazo nos podemos hacer de ellos. Todo esto orientado a llevar directamente al espectador hasta la acción sin necesidad de dar detalles innecesarios que todos se pueden suponer, como el duro Stacker Pentecost al que da vida Idris Elba.

Los tópicos y lugares comunes no son un error, no si son usados con cabeza y con un sentido. Así tenemos la figura del científico loco, más arquetípico es imposible, pero en dos vertientes: la clásica y la moderna. La primera es debida a Burn Gorman, actor al que muchos conocemos de “Torchwood”, que aparece caracterizado con una chaleco, pantalones oscuros, cojera (con bastón incluido) y unos evidentes problemas de capacidad para relacionarse socialmente, además de hacer sus cálculos en una serie de grandes pizarras como guinda del pastel. En cambio el cómico Charlie Day da la réplica actual, vestido como un hipster cualquiera y pareciendo más un fanático de los alienígenas que un hombre interesado en poder salvar a la humanidad.

Por supuesto estos dos no son solo el necesario alivio cómico que necesita toda producción de estas características, también resultarán indispensables para la buena resolución de la trama. Curiosamente la construcción y mantenimiento de los mecha, los enormes robots tripulados, será una labor totalmente asumida por el ejército (y el gobierno) sin mayor explicación del tema y sin que lleguemos realmente a saber de dónde sale la idea. Claro que tampoco hace falta, sí se dan ciertas aclaraciones de algunos puntos clave a lo largo de la película, pero los justos y necesarios para que asumamos lo que estamos viendo y que funcione.

Guillermo del Toro logra hacer una revisión en clave Hollywood del cine Kaiju y Mecha, con mucho respeto y admiración.

Crítica publicada originalmente en http://laencuadre.com

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