
Que los surcos de la tinta sean nuestras armas
Ayer, miércoles siete de enero de 2015, pasó algo.
Algo que no debía haber pasado.
Un intento de venganza, una muestra de odio, un miedo expresado de forma violenta.
Decir el qué solo serviría para que ganaran un poco más, y lo mejor es dar un respeto por un nombre en el que todos estamos pensando.
Ayer, miércoles siete de enero de 2015, pasó algo.
Algo que no debía haber pasado.
Un intento de venganza, una muestra de odio, un miedo expresado de forma violenta.
Decir el qué solo serviría para que ganaran un poco más, y lo mejor es dar un respetuoso silencio.
Pero no ha salido bien.
No ha servido para lo que querían.
La venganza fue una vergüenza.
La muestra de odio pasó a ser una muestra de hermandad.
El miedo expresado de forma violenta se transformó en un orgullo expresado a través del arte.
Las armas solo pueden herir o terminar con una vida, nada más. El poder que tienen es mínimo, despreciable en las manos que no deben tenerlas, y nunca podrán hacer otra cosa.
Jamás crearán vida, ni darán forma a una obra de arte, no narrarán la última aventura de un agente secreto, o conmoverán a generaciones distintas con notas que salen desde el corazón.
Nada de eso podrá pasar con un arma.
Pero con un lápiz, con un simple lapicero, puede cambiarse el mundo.
Ibáñez en el CBA de Madrid
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