Esta entrada pretendía llamarse “Cómo organizar una sesión de fotos”, y os iba a contar precisamente eso. No el cómo llevarla a cabo, ya que cada maestrillo tiene su librillo, pero sí algunas sugerencias para pensar antes, localizaciones, modelos… Pero creo que eso quedará para la siguiente.

Ha pasado algo muy sencillo, y es que hace poco he realizado unas tomas para el siguiente número de La Encuadre que será un especial sobre homosexualidad. He tenido la suerte de que me acompañara Herminio Cardiel para ocuparse del vídeo, un sitio muy adecuado, una luz perfecta y unas modelos realmente increíbles.

Dos chicas que no se conocían y que debía posar en una sesión en la que parte era en desnudo. Pero allí estaban, sencillas, naturales, preciosas…

No sé expresarlo, sencillamente fue todo genial. Fluyó. Es así.

Fotografías de la sesión de "Habitación en Roma", que publicaremos en la siguiente La Encuadre.
Fotografía descartada de la sesión de “Habitación en Roma”, que publicaremos en la siguiente La Encuadre.

Después llegué a casa y me puse a revisar, la primera vez con mi socia Dafne Calvo, y después ya solo. Anoté números y abrí el programa de edición. Y me quedé varios minutos quieto. Allí tenía las fotos, y sí, claro, ellas tenían un lunar por allí, una pequeña cicatriz allá… No sé, eran chicas, eran de verdad y era una lástima hacer que dejasen de serlo.

Personalmente me gusta, y mucho, la fotografía de moda. Me encanta perderme por revistas, webs y portfolios de artistas durante horas. Hay ideas fabulosas, el manejo de las luces en este ámbito es siempre digno de admirar, la escenografía está siempre cuidada al dedillo y ellas (o ellos, en menos ocasiones) son perfectas. Perfectas y perfectamente falsas.

Que nadie me entienda mal. Es así, es un estilo y no es más. Pero en muchos casos se ha perdido el norte. El excesivo retoque al que se somete a las imágenes, no entro ya en el maquillaje de las modelos puesto que no es un campo en el que me defienda, conlleva que muchas veces no sean realmente ellas.

Ensalzar la belleza no debería ser transformarla en algo que no es.

Cuando empezamos a pensar en todo lo que sería La Encuadre uno de los puntos era el de la fotografía. Queríamos ilustraciones, vídeo y fotografía, pero siempre apostando por nuestro propio material (da personalidad y además te otorga cierta libertad). Sabíamos que habría una sección fija de moda y cine, en ella elegiríamos un título y haríamos una sesión en torno a lo que nos sugiere. No retrataríamos según era, más bien cogeríamos las ideas, la esencia y entonces crearíamos una interpretación propia.

¿Y qué modelos usar? De nuestro alrededor. Personas que son atractivas y evidentemente bellas, pero ciertas y reales. Esto ha sido algo por lo que nos han felicitado, por contar siempre con gente que es de verdad, que son compañeros o amigos. Una decisión que parece que fue acertada, y que para nosotros no podía ser de otra forma.

Pero claro, si hacíamos esto nuestras fotos de moda, o cualquiera de las que entren en la revista (como en entrevistas a actores o cantantes), no podían pecar de lo contrario. Se retocarían, es inevitable, pero con mucho cuidado y cabeza. No convertiríamos a nadie en lo que no era. Si dejaban de ser personas para ser muñecas de porcelana perderían la esencia de ser ellos mismos.

No lo hicimos. Y seguimos sin hacerlo.

Sí, claro. Algunas tomas tienen más tratamiento que otras, esto es algo que depende también de la situación y lo que busquemos, pero siempre haciendo que siga siendo quiénes son.

La belleza está en las personas.

2 comentarios en «Fotografiar la belleza (y no crear monstruos)»

  1. Dejando a un lado mi opinión acerca de la idea fuerza del texto (es que eso de deshacerme en elogios… Como que hace que florezcan los granos purulentos en mi epidermis), es una dinámica que ojalá llegue a extenderse en ámbitos más mediáticos y profesionales. Mi padre se ha pasado 24 primaveras repitiéndome casi a diario “No hay nada más difícil, frustrante en ocasiones, pero a la larga práctico y reconfortante, que ser natural; uno mismo”. E, independientemente del terreno en el que apliquemos esa máxima (belleza, intelecto, trabajo, sexo, amor…)… Quizá sea la lección más importante y rentable que retenga de él.

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