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Cada año el Salón del Manga de Barcelona logra batir récords de asistencia. Los visitantes no dejan de crecer y de hecho en esta edición, las entradas para el sábado estaban agotadas ya el jueves. Los aficionados tienen esta cita fijada en su calendario semanas antes, y son muchos los que con meses de antelación comienzan a preparar los disfraces que lucirán durante esos días.

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Seguramente eso sea lo que más llama la atención, a habituales y curiosos, y es la cantidad de gente que está dentro del mundo del cosplay. Claro que como en otras tantas cosas, lo que se ve es solo la superficie, ya que además de amateurs hay un gran número de profesionales que dedican su vida a este sector, lejos ya de ser un pasatiempo y logrando ser reconocidos a nivel internacional.

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Pero si el Salón del Manga solo tuviera eso sería muy pobre, además que iría un número bastante reducido de visitantes, además que la organización poco tiene qué ver más allá del organizar el concurso de cosplay, pero sí queda en su mano las diferentes exposiciones y actos que se suceden en cada edición.

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En esta ocasión la parte destinada al mundo japonés, se encontraba en el pabellón superior, donde uno podía asistir a un taller sobre cómo ponerse un kimono, ver diferentes stands relacionados con la cultura nipona, o disfrutar de una exposición del arte del ikebana. Por desgracia, como es habitual en muchos casos, esta era la parte menos conocida de todas.

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Aunque por suerte en el pabellón inferior también había oportunidad de ver otras muestras como la de The Beatles (que gozaron de una gran fama en Oriente), Ken Nimura o Los Caballero del Zodiaco, todo salpicado por una gran cantidad de tiendas y fanzines en los que había todo tipo de material imaginable, casi literalmente.

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