Otro año más se acercan las navidades y de nuevo aquí estoy, tecleando al respecto en lo que se ha convertido casi una tradición anual (1 y 2). Y de eso va la cosa, de tradiciones, de celebraciones, de cadenas y obligaciones varias que tienen muchas veces algo de chantaje, no de dinero pero sí emocional.

En fin, empecemos y veamos.

Estamos en los primeros días de noviembre de 2016 mientras escribo (cuando tú leas igual es otra fecha) y ya estoy empezando a encontrarme la invasión navideña de turno. Es más, a finales de octubre mientras las tiendas estaban repletas de chuches con forma de murciélago y calabazas con motivo de Halloween, ya se podían ver turrones, polvorones y otro tipo de cosas para una fiesta (es una fiesta, no diremos otra cosa) que no llega hasta finales de año.

Una fiesta que, por otro lado, en muchas ocasiones ni siquiera es deseada o querida, solo obligada. Una cita que se hace por tradición, por eso de “hay que hacerlo” o “es que es así” y otras frases al uso que solo indican lo mismo, no hay puta gana pero se tiene que hacer. Sí o sí. Parece que no cabe otra opción y si osas a tener pensamiento propio, se te tildará de raro o de excéntrico.

El problema es la aceptación auto impuesta de que eso es lo correcto, de que la navidad debe pasarse en familia aunque esta se lleve mal o en cada ocasión haya movidas. Es un total vivir de cara a los demás, de hacerlo por ese temor a que nos señalen o digan algo de nosotros. Por suerte no siempre es así, también están las personas que realmente desean hacerlo y tienen esa relación que hemos visto en las películas, pero en lo que uno se ha podido ir encontrando son las menos.

Pero, y es un pero importante, cada vez más y más gente elige el otro camino. El de celebrarlo según ellos quieren, no celebrarlo, celebrar solo parte o sencillamente lo que cada uno prefiera. Un sector poco a poco creciente dice un claro “hasta aquí” y se planta. Decide que ya vale la coña y que hay otra opción.

Da igual si no es “lo normal”, no importa si “todo el mundo lo celebra así”, a la porra con eso de “siempre lo hemos hecho así”. No va de eso, si nos atenemos a lo que debería ser (o se supone) la navidad es una época de amor, de paz y de buen rollo, no de discusiones, peleas y obligaciones en base a supuestos fijados hace décadas.

Celebrad o no, asunto vuestro, pero no dejéis que os conviertan en un Marley de la vida.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *