Jonah Hill narra el paso de la infancia a la adolescencia, para hablar de esa época en la que dejamos de ser niños pero no somos todavía mayores.

Jonah Hill es uno de esos actores a los que todo el mundo parece adorar, principalmente vinculado a la comedia con títulos como Supersalidos (en el que fue descubierto para muchos, me incluyo en el saco), Juerga hasta el fin o Todo sobre mi desmadre; pero también ha tenido su espacio en otro tipo de películas entre las que destacan sin duda alguna El lobo de Wall Street o Una historia real.

Ahora da el salto a la dirección y al guion con En los 90, una ópera prima muy prometedora en la que el realizador logra crear un relato sólido y real, no exento de cierta esencia de fábula, sin usar artificios y yendo de frente al espectador.

Gran parte del acierto viene por la elección del actor principal, el joven Sunny Suljic que da vida a Stevie. Un niño normal que vive junto a su madre y su único hermano, un chico problemático con evidentes carencias comunicativas y puede entenderse que afectivas.

Este será el núcleo desde el que partirá la historia, que rápidamente se desviará hacia el nuevo grupo de amigos del protagonista, una pandilla de chavales algo mayores que él, más interesados en patinar sobre sus monopatines que en nada más. Esto será lo que les unirá y lo que hará avanzar su relación, su vida y lo que hará de ellos amigos de verdad.

Pero también es la excusa argumental que usa Jonah Hill para narrar el paso de la infancia a la adolescencia, para hablar de esa época en la que dejamos de ser niños pero no somos todavía mayores. Miedos, dudas y errores, pero también alegrías y momentos inolvidables que nos marcaran para el resto de nuestra vida.

Todo ello rodado de forma sencilla y efectiva, con una buena elección musical que acompaña de forma adecuada, y sin hacer uso de los artificios que cada vez son más habituales en el mundo del cine. Un producto artesanal que tiene su propio corazón.

En una época en la que las pantallas de cine están pobladas de blockbusters de consumo masivo y olvido rápido, es de agradecer una producción de corte menor que solo pretende algo muy simple: contar una historia.

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