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Cuando se conforma una trilogía cinematográfica, me refiero en el concepto de pensar la historia para ser divida en tres partes (no que una saga termine siendo de tres títulos, que no es lo mismo), el espectador ya sabe que no podrá contemplar el total de lo contado con un sentido absoluto hasta el estreno del capítulo final.

Dicho esto, es igual de cierto el indicar que aunque sea un producto global cada entrega tiene que poder tener su propia coherencia y trama, de no ser así el público se encontrará perdido en ocasiones y la obra adolecerá de una cierta falta de comprensión. Esto pasó en ocasiones en la saga de Harry Potter, en la que se hacía necesario conocer de antemano la obra literaria puesto que en la versión fílmica se indicaba datos que nunca llegaban a verse (o se daban por sabidos), pero en cambio en las aventuras protagonizadas por Bilbo Bolsón (Martin Freeman) esto no sucede y cada entrega aporta a la concurrencia aquello que precisan para poder disfrutar completamente.

Por eso no resulta extraño que la primera escena, con un cameo de Peter Jackson, sea anterior a la propia cronología de la historia en un encuentro “casual” entre Gandalf (Ian McKellen) y Thorin escudo de roble (Richard Armitage). Una casi obligada narración que ayuda a que el espectador se sitúe y además profundice en los motivos tras las acciones que vemos desde “El Hobbit: Un viaje inesperado”. Tras esto la aventura y el viaje no dan un momento de descanso, mientras los enanos de Erebor siguen su camino hacia la montaña que custodia el temido dragón que da título a esta segunda entrega. En este recorrido se va ampliando el mundo creado por Tolkien con la aparición de secundarios y personajes como los altivos elfos o el esquivo Bardo, quiénes serán de ayuda a los protagonistas (en ocasiones a su pesar).

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Claro está que el punto álgido es, lógicamente, la aparición de Smaug. Una criatura de enormes proporciones que cuenta con la voz del muy popular Benedict Cumberbatch, custodio y ladrón del tesoro del Rey bajo la montaña, y el leviatán al que debe hacer frente Bilbo para cumplir con su cometido en la aventura, pero además para lograr salir con vida de su cubil. Si en la anterior entrega el mejor momento fue el juego de acertijos mantenido entre el protagonista y Gollum, un siempre magnífico Andy Serkis, en esta ocasión lo es la dialéctica entre el antaño habitante de La Comarca y el gigantesco monstruo. Además, como curiosidad, si uno cierra los ojos casi se puede imaginar a Sherlock y Watson en plena charla, ya que ambos intérpretes (Freeman y Cumberbatch) dan vida a las creaciones de Arthur Conan Doyle en la serie de la BBC.

Pero ni en este momento se termina la acción, ya que rápidamente el ritmo trepidante vuelve a tomar las riendas, la tan ansiada venganza por parte de los enanos es llevada a cabo aunque quizá no de la forma que ellos esperaban, para así llegar a la recta final de la película que cierra la trama argumental de la presente e igualmente abre las puertas para “El Hobbit: Partida y Regreso”.

“El Hobbit: La desolación de Smaug” es aventura épica estado puro, salpicada con unos toques de elegancia.

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Pero si con todo esto todavía no te entran ganas de ir corriendo al cine, te voy a dar cinco motivos de peso

1) Stephen Fry
2) Sylvester McCoy
3) Benedict Cumberbatch
4) Ian McKellen
5) Martin Freeman

¿Y ahora? Nada, esperar otro año para ver la esperada conclusión.

Publicado originalmente en Unagi Magazine.

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