Spiderman es uno de esos personajes que han logrado la inmortalidad, pero en el mundo de las viñetas eso también suele llevar añadido que la evolución que se puede sufrir es más o menos menor. Es decir, que mientras se sigan viviendo aventuras siempre se volverá (más o menos) al punto de partida, o más bien al statu quo habitual para el héroe.

En el caso de arácnido en los últimos años se ha visto como su cuerpo era ocupado por el Doctor Octopus, como lideraba una lucha con multitud de versiones de él mismo, ser el presidente de una gran corporación tecnológica, pactar con Mefisto (sí, esto ocurrió, pero mejor no hablamos de ello), y al final tras muchas idas y venidas en este tiempo llega el momento de poner orden para que así empiece una nueva etapa.

Justo en este punto en el en que entra el equipo conformado por Nick Spencer, Ryan Ottley, Cliff Rathburn y Laura Martín, que se encargan de hacer que las raíces y el sabor clásico vuelvan a las páginas, lo que es motivo de alegría pero también de cierta tristeza.

Es motivo de alegría ya que a todos nos gusta Spiderman y más cuando está en medio de un universo conocido, con sus secundarios habituales, el Daily Bugle, Mary Jane… Pero también lo es de tristeza por lo que comentaba al principio, esa incapacidad de evolucionar que siempre hace que los lectores pensemos qué podría haber pasado de no haberse dado marcha atrás.

Da igual, esto es lo que hay, y des un comienzo los autores tienen muy claro dónde están; algo que la portada doble de este tomo explica sin lugar a dudas. Spiderman boca abajo, lanzando una telaraña, rodeado de Kraven, el Lagarto, Misterio y otros villanos clásicos, además de la tia May, J. Jonah Jameson y varios y bien conocidos compañeros de viñetas.

Lo dicho, raíces y sabor clásico.

Eso es precisamente lo que se encontrará el lector cuando abra estas páginas. Un Spiderman bien conocido, accesible además a cualquiera que entre aquí a sus aventuras, con las explicaciones justas sobre quién es y su pasado reciente, todo ello con una buena dosis de Peter Parker y sus problemas; hay que ser sinceros, a todos nos encanta ver a este tipo saliendo de una para meterse en otra, y los autores no van a decepcionar a nadie con sus ideas y planteamientos.

Y es que en realidad su vida civil siempre ha sido igual de importante que la enmascarada. Esto es algo que ya estaba presente en su primera etapa, la gloriosa de Stan Lee y Steve Ditko, y que con buen acierto nunca se ha dejado de lado. Así en estas viñetas harán acto de aparición un buen número de viejos conocidos como Robbie Robertson y su hijo, tía May que siempre es la brújula moral del héroe, Mary Jane que a pesar de las idas y venidas siempre estará ahí, y otros tantos que hacen pensar en el pasado dejando claro que todo cambia para que nada cambie.

Al otro lado, el que lleva disfraz, tampoco se queda corto. Ahí estarán Búmerang, Rino (al que sorprende ver ya de vuelta a las villanías), la nueva Electro, Kingpin (actual alcalde de Nueva York), Misterio que desde siempre ha sido uno de mis predilectos, o el Lagarto y su personalidad de Curt Connors como una presencia que promete volver a ser de relevancia en las historias (más allá de volverse verde y comerse gente).

Todo ello impregnado de un aire que recuerda, en idea e intenciones, poderosamente a la etapa de John Romita, pero que bebe también de otras más actuales para condensarlo todo y dar vida a un Spiderman icónico que sea perfectamente conocible para todos los que se acerquen a las viñetas.

Este tomo no es mas que la puerta de entrada a todo lo que está por venir, la antesala de la nueva vida del héroe y sus villanos. Atentos al siguiente acto.

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