Sangre, risas, tacos y mala uva. Mezcla perfecta.

Hace casi veinte años, en el 2000, los X-Men llegaron a las pantallas de cine por primera vez. Lo hicieron bajo la batuta de Bryan Singer, con Ian McKellen y Patrick Stewart como Magneto y Charles Xavier respectivamente, y otros tantos nombres que encanarían a una versión bastante quintaesencial del equipo mutante.

De entre todos ellos el que logró mejor acogida fue Lobezno, interpretado por Hugh Jackman quien saltó gracias del todo a la fama internacional gracias a este personaje, el cual se convirtió en el centro de toda la franquicia. Una larga saga que ha creado diferentes franquicias, varias líneas temporales, desde hace no mucho también series de televisión, lo que unido conforma todo un universo en constante expansión iniciado por 20th Century Fox y que ahora está en manos de The Walt Disney Company.

De entre todos los títulos que han conformado esta historia el nacimiento de Deadpool hay que buscarlo en X-Men orígenes: Lobezno, un intento de narrar el pasado de varios personajes pero que se canceló tras una sola entrega por justos motivos. Esto tuvo dos buenas consecuencias, una es que parte de la idea pensada para la película de Magneto fue aprovechado para X-Men: Primera generación y la segunda fue la inclusión de Deadpool (Masacre para los que lo conocen por las cómics en España) entre los compañeros mercenarios de Logan, una noticia que alegró a sus muchos seguidores.

El problema es que no se entendió al personaje y lo que llegó a verse de él en el cine fue ridículo, por usar un adjetivo suave. Esto disgustó a todos y al que más a Ryan Reynolds, que emprendió entonces una lucha para lograr que se hiciera una película del mercenarios bocazas en condiciones. Para sorpresa de una gran parte del público, quizá de todo, se consiguió el objetivo y en 2016 se estrenó Deadpool logrando que todo el mundo se rindiera a ella.

Ahora llega Deadpool 2 en la que repiten los guionistas Rhett Reese y Paul Wernick, la dirección pasa de las manos de Tim Miller a las de David Leitch que demuestra estar a la altura sin dejar un solo minuto de descanso al espectador. El protagonismo recae de nuevo en Ryan Reynolds, ya fundido por completo con su alter ego al punto de haber conseguido que casi se olvide el desastre que fue Green Lantern (Linterna verde) además de la ya mencionada X-Men Orígenes: Lobezno.

En el reparto repiten todos los secundarios de la primera entrega junto con otros nuevos, entre los que están Zazie Beetz que interpreta a Domino y Josh Brolin como Cable, uno de los grandes alicientes de esta película y toda una satisfacción para los fans que llevababan esperando verlo en pantalla desde hace mucho tiempo. Una promesa que llevaba pendiente de cumplirse desde el estreno de Deadpool en 2016, con un buen número de apuestas sobre quién iba a ser el actor elegido, y una primera imagen oficial que logró enloquecer a más de uno.

Para crear a este personaje se ha seguido el mismo camino que James Robinson siguió en el cómic Cable: La conquista del tiempo, se omite su compleja historia y las implicaciones de la misma para ir a lo esencial, que como el guionista dijo es que “Cable es el mutante de los fusibles grandes que puede viajar en el tiempo”. Se ha dejado lo justo y necesario para que funcione en la trama que se está narrando, pero con la sapiencia de mostrar varios detalles que hacen de él un héroe con fondo y su propia historia, sugiriendo que esta queda pendiente de desarrollarse en futuras entregas.

Brolin cumple a la perfección con lo esperado, no en vano es un actor que lleva desde los ochenta en activo, en la actualidad también da vida a Thanos en el universo de Marvel Studios y como suele decirse “De casta le viene al perro” ya que es hijo del veterano James Brolin. La química lograda con Ryan Reynolds es innegable, en ocasiones logrando eclipsar al protagonista y hacer que haya deseos de que tenga su propio título en la gran pantalla.

Pero vamos a lo que interesa.

Solo la respuesta a una pregunta.

¿Es Deadpool 2 igual de divertida que Deadpool?

Sí y no.

Deadpool fue una apuesta arriesgada que sorprendió a todos, incluyendo a los productores y al propio protagonista que nunca se esperaron tal éxito de taquilla. Un superhéroe distinto a todos los presentados hasta el momento, empezando por el hecho de que en realidad no lo es y siguiendo por ser una película destinada totalmente a un público adulto (para sorpresa de más de un padre desinformado) con una gran cantidad de humor negro, tacos y violencia sin necesidad de justificación.

Esta sorpresa no está en Deadpool 2 y parte de la frescura se ha perdido, motivo por el que se ha hecho evolucionar al protagonista y al mundo que le rodea manteniendo el mismo descaro e insolencia. Hay humor por todas partes, risas aseguradas y sangre para dar y tomar, pero los guionistas (entre los que se cuenta el propio Ryan Reynolds) han demostrado ser muy conscientes de que para tener una franquicia de éxito esta debe crecer y avanzar o corre el riesgo de agotarse rápidamente (todos conocemos más de un caso).

Un acierto de secuela con la reírse igual o más que con la anterior, dando una de las mejores películas de la franquicia mutante, que hasta el momento sigue coronada por Logan. Cumple todo lo que ha prometido durante meses, usa todos los elementos clave de Deadpool pero llevados a un nuevo punto y regala una o dos sorpresas que compensan algunas de sus flaquezas.

Sangre, risas, tacos y mala uva. Mezcla perfecta.

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