Ss dejo algo especial, el relato "Cómo Frost, perrito de aventuras, salvó la Navidad". Espero que os guste :D

Me despido hasta bien entrado el año dos mil veinte,

al que espero que recibáis adecuadamente.

A modo de un buen y genial regalo especial

os dejo una aventura de Frost, el perrito espacial.

Y recordad no ser malos,

o Navidoso, el troll de la navidad, no os traerá regalos.

Pasadlo bien y disfrutad,

que dicen, que ya es Navidad.

Frost, el perrito aventurero, estaba dormitando

y además, hay que decirlo, también roncando.

Viajaba en su nave espacial llamada Duque,

que era muy inteligente y un buen buque.

Entró una llamada por el canal abierto,

¡Y Frost todavía no estaba despierto!

La nave era siempre muy cortés,

y abrió la llamada para ver quién es.

¡Caramba! Era su amiga Mary Christmas,

quien acuñó la expresión Merry christmas.

Todos la conocen como la señora Claus,

al menos desde que se casó con Santa Claus.

Hola Duque, ¿se puede poner el perrito?,

Aunque seguro que está dormidito.

Dijo ella que conocía bien al aventurero,

pero se había despertado y estaba dicharachero.

¡Hola Mary! Te veo genial, ¿qué tal estás?

Seguro que bien, ¿y los elfos y Nicolás?

Frost intentó disimular un buen bostezo,

y se estiró tanto que parecía un cerezo.

Muy seria le dijo que necesitaban su ayuda,

o de lo contrario sería una fiesta muda.

Y por muda se refería a sin juguetes,

¿y quién quiere unas fiestas sin pupetes?

¡Vaya, Mary! Estamos ya de camino,

pon a calentar un poco de vino.

A Duque le gusta, es un borrachete,

pero a mí ponme un vaso de fría y rica leche.

Dicho y hecho, rápidamente y con primor.

Y es que Mary Claus es todo un amor,

al punto de que llegaron y un banquete había,

además de un montón de elfos montando algarabía.

Frost no perdió el tiempo, sabía que algo pasaba.

Su hocico olía problemas, y el tiempo no cesaba.

¿Dónde está ese grandullón de Nicolás?

Preguntó al no ver a nadie más.

En la cama acostado, está enfermo.

Eso dijo Mary con cara de consterno.

Ayer desayunó mucho y comió más,

y después para cenar quiso todavía más.

San Nicolás, o Papá Noel, o Santa Claus,

es todo un glotón, más que el gran Marramáus.

¿No conocéis a Marramáus, el gatento?

Pues esa será una historia para otro momento.

Frost, acércate, dijo Nicolás a su amigo,

retorciéndose de dolor con cara de higo.

Tenemos que suspender el reparto,

creo que estoy al borde de un infarto.

El perrito sonrió y miró al grandullón.

No te preocupes, solo eres un glotón.

La barrigota te duele y tienes muy llena,

eso te pasa por comer tanta magdalena.

Entonces Frost dijo algo de improviso.

Sí, amigos, habrá regalos, os lo aviso,

y seré yo el que los reparta por las casas.

Sé que en algunas ponen ricas galletas con pasas.

Nicolás le dio las gracias, pero había un problema.

Tú no eres mágico, le dijo, y eso es un gran tema.

Mi trineo es especial y solo la magia lo hará volar,

el tiempo se rompe, para a toda casa hacerme llegar.

Frost sonrió con inteligencia y cierta malicia,

la misma que Lewis Carrol le puso a su Alicia.

No tengo magia, respondió algo bravucón,

pero Duque tiene motores cuánticos a mogollón.

El espacio y el tiempo podemos quebrar,

y a todas las casas lograremos llegar.

Pero no conozco tus rutas, ni tus atajos,

necesitaría la ayuda de uno de tus renacuajos.

Nicolás y Mary se miraron algo preocupados,

los elfos eran majos pero algo alelados.

Lo hacían todo lo mejor que podían,

pero casi siempre sus juguetes ardían.

No eran la ayuda que necesitaban desesperadamente

Así que le mandaron a Villa Troll rápidamente,

allí estaba Navidoso, el troll de la Navidad.

Grandote, apestoso y lleno de cordialidad.

Los dos, el troll y el perrito, eran viejos conocidos.

De hecho, se podría decir que ya eran amigos.

Hacía un año comieron y brindaron ante una cena,

que bien valía para alimentar a una docena.

Frost explicó a Navidoso el problema del regalo,

y el grandote rápidamente pensó, ¡Vaya varapalo!

Los dos subieron a bordo de la nave inteligente,

que sus motores cuánticos encendió rápidamente.

El troll se sorprendió de todo lo que había dentro,

pero era un tipo risueño y esto le puso muy contento.

Frost le explicó rápidamente qué iba a pasar,

pero un viaje cuántico es algo complicado de experimentar.

Sonó un enorme y gran sonido,

que sin duda era un buen estallido.

El viaje había dado comienzo ahora,

tenían juguetes que repartir cada hora.

Solo pararon para un chocolate caliente,

que el goloso de Frost se tomó lentamente.

La noche avanzó sin por nadie esperar,

al punto de que parecía que iban a fracasar.

¡Duque! Gritó Frost a su nave llena hasta el tope,

y esta apretó los motores cuánticos para ir a galope.

Ningún juguete quedó sin repartir en las casas,

y no dejaron ni una sola galleta con pasas.

Pero en una Frost paró durante más tiempo,

ya que era su antiguo y pequeño apartamento.

El mismo que compartía con su amiga Marta,

la misma que era una alegre y mustélida marta.

Hacía años que no iba a verla por culpa del espacio,

y es que surcando las estrellas el tiempo va más despacio.

Ella ya no estaba sola, vivía con un cerdito con pajarita,

que el perrito tuvo que reconocer que era muy bonita.

Estaban dormidos en la cerrada noche,

y él dejo regalos a troche y moche.

Al volver a la nave Navidoso quiso preguntar,

pero Duque le dijo que era mejor esperar.

El reparto siguieron haciendo hasta el amanecer,

y por la ventana contemplaron al bello sol aparecer.

La noche tan cuánticamente larga había pasado,

y ellos con gran esfuerzo lo habían logrado.

Cansados y contentos volvieron al Polo Norte,

allí les recibió Mary, Nicolás y su élfica cohorte.

Todos sonrieron, se abrazaron y se felicitaron.

Y, hay que decirlo, un par de canciones entonaron.

Quedaban todavía tres paquetes por repartir,

y no parecía que a por ellos nadie fuera a venir

¿Y de quiénes son? Preguntó Navidoso,

que a veces era un poco tontoso.

Mary le acarició las mejillas con ternura,

y le dio una caja con premura.

Son los vuestros, mi troll tontorrón.

Venga, ábrelo, que te gustará un montón.

El suyo era un nuevo y bello traje.

Para Duque fue un rico respostaje.

¿Y para Frost, perrito de aventuras?

Una cena, y no la que aventuras.

Santa Claus ya estaba bien y la magia volvió,

así que hizo unos pases y al can hechizó.

Por el túnel del tiempo le hizo regresar,

hasta la casa en la que se había querido quedar.

Allí estaba su sonriente amiga Marta,

que era una alegre y mustélida marta.

Y un cerdito sonrosado con pajarita,

que era distinta pero igual de bonita.

Ante ellos todo un festín,

parecía un banquete de postín.

Cenaron, charlaron, rieron y cantaron.

Y al terminar, todos se abrazaron.

Pero una sorpresa más quedaba,

que estaba dormida y bien guardada.

Un pequeño peludo se unió a los mayores,

para abrir sus regalos y comer polvorones.

Se llamaba Dende, un perrito tricolor,

que era bonito y todo un primor.

Vivían los tres juntitos,

y se daban muchos mimitos.

Pero este era un pequeño muy especial,

y Frost supo que terminaría siendo espacial.

Los dos cánidos se volverán a encontrar,

y os aseguro que las estrellas irán a surcar.

Y esta es la historia, niñetes,

del perrito que os llevó vuestros juguetes.

De cómo Frost, perrito de aventuras, un año más

salvó la Navidad, para todos los demás.

Portaos bien y sed cuidadosos,

igual que lo son los bellos osos.

Dormid y soñad con viajes valientes,

y con trolls, perros y naves inteligentes.

Vuestro amigo Doc Pastor os desea Feliz Navidad,

próspero año y mucha, mucha felicidad.

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