El mundo editorial parece ser una especie de caja fuerte que pocos afortunados pueden abrir. Y tras esa puerta de hierro fundido, hay un sinfín de maravillas que nos llevarán al Olimpo.

O quizá no tanto.

Todos estos mitos son ciertos, irónicamente, recogidos a través de experiencias de varias personas. Algunas son mías y otras no, por ese motivo se ha optado por no dar nombres de autores, obras o editoriales, para evitar posibles malentendidos futuros y situaciones incómodas.

Lo que no quita que escribir y publicar un libro, sea auto editado o no, en papel o digital, es una experiencia fantástica que vas a querer repetir. De eso no tengas ninguna duda.

Dicho esto, vamos allá.

Bibliografía (1)

1) Los editores no están forrados de dinero

“Uno llega pensando que por dentro los editores están llenos de dinero, y no, están llenos de cosas oscuras”. Esto prometo haberlo visto, aunque no recuerdo dónde. Pido disculpas.

Sí, algunos propietarios de editoriales están realmente metidos en el dólar, pero la gran mayoría de ellos no dejan de ser personas con ciertas inquietudes que intentan ganarse la vida. Mejor o peor, pero nada más.

Esto lógicamente conlleva que su primer interés sea ese, y por detrás venga el autor. Que nadie se confunda, esto no es algo malo, es un hecho real que además todos llevamos a cabo. Negar la evidencia o ir de santos de boquilla, no ayuda a nadie.

2) La editorial no te lleva a todas partes

De hecho más bien a pocas. En un gran número de ocasiones se ocupa de poco más que buscar alguna presentación en tu ciudad, y lo más probable es que todo el que escriba una obra ya tenga su propia librería de confianza en la que hacer tal acto.

Lógicamente mover a un autor cuesta un dinero, ya que ni los billetes son gratis y tampoco los hoteles. Además está esa costumbre de comer, que también conlleva un gasto económico. Todo esto se junta al hecho de la cantidad de novedades que se van tapando con las del mes siguiente, para entender que en ocasiones a la editorial esto solo le lleva quebraderos de cabeza.

No siempre es así, claro, depende de obras, autores y momentos. Pero en un buen número de ocasiones, los viajes que uno haga son los que conlleven en qué ciudad se hará una sesión de firmas.

3) La editorial mueve tu obra

Esta por desgracia es una de las mentiras más habituales, más extendida y más complicada de cambiar. Y además, no es del todo incierta. Unas risas, por decirlo en lenguaje popular.

Muchas editoriales tienen una forma de funcionar que consiste en que cada mes se manda un listado de novedades. Un archivo (también disponible en formato web, normalmente) con los títulos, autores y sinopsis de lo que es novedad en ese momento. Esto es algo efectivo (en parte) y muy lógico, el problema es que al mes siguiente la novedad es otra, y por tanto la editorial tiene otros intereses.

Entra entonces lo que cada uno puede hacer por sí mismo. Sí, esto es algo que debería ser parte de la editorial y hasta cierto punto lo es, pero pasado ese mes ¿qué? Obcecarse es que es la editorial y no nuestra obligación solo conlleva a un punto, que no se mueva la obra. Por el contrario si ambas partes cumplen con lo que deben, ya que el autor sin duda es el que más responsabilidad tiene sobre su obra, se logrará una promoción que conseguirá que el libro sea visible meses antes y meses después de su lanzamiento.

4) Con un libro se gana dinero

¿Con uno solo? Es muy poco probable. Claro que hay excepciones, pero realmente son anécdotas en el cómputo total de libros que ven la luz a lo largo de un año.

Es cierto que se puede vivir de escribir, mucha gente lo hace y no algo tan sorprendente, pero es realmente complicado lograrlo de un solo título. Es una carrera de fondo y consiste en escribir, publicar, y de nuevo al ruedo.

No hay que olvidar que es un trabajo, siempre que seamos conscientes de ello y lo veamos así. Las profesiones liberales no dejan de ser eso, profesiones. Y como tal hay que tomárselas en serio, planificando, esforzándose siempre por no quedarse atrás y aprender cada día algo nuevo.

Aunque puede ser que tengas suerte y resultes ser un best-seller, cono derechos vendidos a Hollywood y no debas preocuparte nunca más por nada.

5) Escribir un libro te da prestigio

Parafraseando un viejo refrán, puedes ser el mejor zapatero del mundo pero si nadie te conoce poco importa. Es así. Suena terrible y cruel, pero es totalmente cierto.

Escribir un libro te da prestigio, siempre y cuando se sepa, y siempre y cuando vea la luz. Es probable que la gran mayoría conozcáis a alguien que tiene esa obra que siempre ha querido mover, o terminar de escribir, y también sepáis que el polvo se acumula encima de los papeles mientras esperan en el papel.

(O en la pantalla del ordenador, que es menos poético pero más cierto hoy en día).

Realmente lo que hace que la gente se interese es el hecho de la publicación. Puede ser auto publicado o a través de una editorial, papel o digital, pero es la existencia real lo que otorga el prestigio, no el simple hecho de tener página escritas y escondidas en el cajón.

6) Los adelantos, esa gran leyenda

“Hoy ya nadie da adelantos”. Esa frase me la dijo un autor al que admiro mientras tomábamos un café. Y sonó brutalmente sincera, pero comentando esto mismo con un amigo que es editor me dijo que el motivo eran “las malas experiencias que hemos tenido”.

Sin entrar más en estas dos conversaciones, que servían a modo de ejemplo de una realidad, hoy en día es cada vez más complicado que una editorial se lance a darnos un adelanto. Por un lado está el hecho de la feroz competencia que hay en el mercado, ya que cada vez es más asequible y por lo tanto más personas se lanzan a la aventura.

Por el otro la total incertidumbre de si una obra va a funcionar o no. No siempre la primera lo logra, ni la más original o que más llame la atención. Los intereses de los lectores son muy dispares y pueden ir por derroteros realmente diferentes de lo que tenemos en mente.

No pongas en tus cuentas de cabeza un adelanto, no sea que no lo tengas.

7) No importa lo que se hable, lo que no está en contrato no existe

“Es que el editor me prometió”. Prometer es muy fácil, fijaos en las promesas electorales y ya veis, no se cumplen y no pasa nada.

Todos podemos decir algo y que se malinterprete, o tener en mente una acción y hacer otra. Si quieres algo, pelea para que esté por escrito en el contrato, ya que al final es lo único que tendrás en tu mano para defender tus intereses.

Sí, por supuesto que un contrato verbal es igualmente válido, pero el problema es que es mucho menos demostrable. Salvo si se ha grabado, y esto es algo que no termina de sentar bien a la gente.

Por otro lado es también una balsa para el editor, ya que tú puedes no cumplir lo especificado y de esta forma te lo puede exigir.

Un contrato puede ser un arma de doble filo, pero lo que sin duda es es el testimonio de un acuerdo formal por ambas partes.

8) Los plazos se incumplen

Y aquí pecamos todos. Hay que intentar siempre hacer las cosas con tiempo suficiente, que no nos toque ir luego corriendo. Siempre está, claro, ese coro de voces que dice que solo funciona bien bajo presión. Puede ser, pero organizarse es siempre mejor idea que no hacerlo y lanzarse a lo loco.

A veces existen imprevistos, por ejemplo que a última hora te venga un encargo de un periódico y e mande al traste los planes, pero hay que ir siempre sobre lo marcado.

Más problema ocasiona que sea la editorial la que no cumpla sus plazos. Ya sean los de revisión, publicación, y lo de pago (que al final todo se reduce a esto). Existe un claro riesgo de que esto suceda, y normalmente poco puede hacerse salvo irse con el libro a otra parte y volver a empezar.

No te engañes, todos somos humanos y (dicho en lenguaje popular) la cagamos muchas veces.

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